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de la vía pa arriba / OPINIÓN

Nos creíamos intocables 

19/03/2020 - 

Ayer éramos felices y no lo sabíamos. Hoy estamos en medio de una película de terror. De esas apocalípticas que nos parecían imposibles en la vida real. O una novela distópica de las que ahora nos salvan del aburrimiento y que ya interiorizamos de otro modo desde el domingo.

Tengo un salvoconducto para ir y venir del trabajo. Es real, anoche se lo pidieron a unos compañeros que iban del trabajo a casa andando a las ocho de la noche.

Ha pasado. El mundo que creíamos intocable, la sociedad que pensábamos inamovible ha dado un vuelco brutal de un día para otro. Es literal.

Hoy estamos encerrados en casa con Netflix, HBO, Filmin, pero sin amigos. Con comida para el cuerpo pero sin el alimento para el alma que supone socializar. Podemos salir a trabajar pero no podemos jugar en el parque o pararnos a hablar en la calle con una vecina.

Algunas familias están separadas, por una calle, por unos cuantos
kilómetros. Otras están separadas por mucho más. Un hijo, una hija se ha quedado en una parte del mundo y ellos en la otra. El watshap y Facetime que antes se descubrían como la maravillosa manera de estar en contacto con nuestros seres queridos que están lejos, ahora nos parece del todo insuficiente. Nos falta el olor, el tacto, los besos y los abrazos.

El virus afecta ya a 162 países y algunos nos llevan unas semanas de
adelanto. Espero que nosotros nos acostumbremos también pronto.

Y sobre todo, espero que pase. Y que, cuando pase, al menos nos sirva para aprender unas cosas y valorar otras.

Aprender a hacer las cosas bien desde el principio, a ser precavidos,
humildes, hacer caso a las personas expertas, a las de ciencia, a mantener un robusto estado del bienestar y salud públicos y confiar en los que saben de lo que hablan.

Aprender a ser disciplinados cuando toca. A creer lo que se confirma veraz y repudiar a los que mienten, manipulan e intoxican. A guardar. No como la hormiga pero algo más que la cigarra.

Y valorar. Valorar la conversación cara a cara. Los paseos sin horario. El sol y la brisa al aire libre. Caminar de la mano. Ir en tren o en bus sin miedo. Los abrazos y los besos. Valorar lo maravilloso que es ser libre de ir de aquí para allá y de hacer todo aquello que antes del domingo podíamos. La lista es interminable. Voy a ir apuntando lo que haré cuando esto pase.

Tomar un refresco en una terraza, hacer deporte, jugar una partida de cartas con mi familia, ir al cine, recoger a mis hijas del cole, ver
escaparates, visitar a los abuelos, acompañar a un enfermo, celebrar la fiesta de 50 cumpleaños de mi mejor amiga, viajar, bañarme en la playa, tomarme un café en la cafetería de la esquina... 

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