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Miscelánea I: Grasa, Quignard, Tanizaki, Vian (cajón desastre)

21/08/2018 - 

ALICANTE. Desde hace mucho tiempo, tanto que no recuerdo dónde se encuentra el disparador original de esta manía, que rotulo la cubierta de las libretas con la palabra Miscelánea, que en cada disco de memoria  (interna, externa, flash, usb, creo que hasta en discos de 3’5’’ y de 5’15’’ lo llegué a hacer) creo una carpeta con el nombre Miscelánea, con sus correspondientes subcarpetas: Miscelánea_1, Miscelánea_2, y toda la secuencia tendente a infinito. Si algún día se me presenta la oportunidad de publicar un volumen de pensamientos y sentencias, con seguridad contendrá en su título la palabra Miscelánea. Y puede que no haya entendido yo nunca del todo el significado último del concepto, esa primera acepción que reza: “Mezcla, unión de unas cosas con otras”; incluso la segunda: “Obra o escrito en que se tratan muchas materias inconexas y mezcladas”. Mis misceláneas son más bien batiburrillos, cajones de sastre que a menudo acaban siendo cajones desastre donde difícilmente se puede organizar una batida de búsqueda.

Y sin duda ha sido el desastre de la vida cotidiana el que nos ha ido arrinconando en la estantería de lectura misceláneas una serie de títulos jugosos que nos llaman con voces aguerridas, pero que no menos aguerridos en nuestra resistencia, hemos mantenido fuera de nuestro alcance hasta encontrar la tranquilidad alejada de la inmediatez. Ha llegado la hora de leer, más allá de la creación literaria, algunas obras de divulgación, investigación, sociología pop, filosofía, divagaciones literarias, historia de las ideas o paseos por los rincones de una ciudad soñada, ha llegado el momento de echar mano a nuestra colección de botones de muestra.

Ismael Grasa

Podemos probar, de inicio, con la delicatessen reflexiva que el profesor de Filosofía maño Ismael Grasa (Huesca, 1968) ha publicado en la colección Minor de la editorial Turner, esos volúmenes de menos de 100 páginas que nos obligan a transportarlos allá donde vayamos, con el título de La hazaña secreta. “Me dispongo a escribir sobre algunas cosas sencillas. Entiendo que cada cierto tiempo es preciso decir aquello que consideramos bueno, o lo que nos dijeron a nosotros y que pensamos que nos hizo bien. Me refiero a decirlo en voz alta, a decirlo a otros”. Así nos introduce Grasa en un ejercicio de bibliografía comentada, en el que las primeras 92 páginas sirven de cuerpo razonado de las tres últimas páginas que contienen una relación de lecturas, una bibliografía particular, que previamente ha provocado una reflexión y una cita, un extracto que recoge aquellas rutinas concretas de la vida que se convierten en verdaderos rituales capaces de dar sentido a cada instante.

Pascal Quignard

Breve es también, en proporción inversa a su intensidad humana y su enciclopedismo, el volumen que recoge las dos conferencias que el escritor Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, Francia, 1948), bajo el embrujo de estas preguntas: ¿Cuáles son las formas en las que cristaliza la soledad? ¿Qué hacer con ellas, cómo pensarlas? ¿Nos es dado imaginar una comunidad de genuinos solitarios?. “Las ruinas de Port Royal” y “Complementos a las ruinas”, leídas ambas en el hotel de Massa, el 4 de octubre de 2012, y que ahora la editorial valenciana Pre-Textos publica bajo el título colectivo de Sobre la idea de una comunidad de solitarios, en traducción de Adalber Salas Hernández. “Voy a cantar lo que está en ruinas. Todo lo que es ruina es en mí como un primer rostro. Es exactamente esto lo que los naturalistas llaman la impronta en los animales”.

Junichiro Tanizaki

La tercera propuesta también es una obra breve, una obra entre la narrativa y la sociología del buen comer, producto del exquisito gusto del escritor japonés Junichiro Tanizaki (Tokio, 1886), ilustrada por el joven Yoko Nakajima (Saitama, 1981). El club de los gourmets, editado por Gallo Nero, en traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés, nos adentra en el perverso universo de la búsqueda del placer. Los integrantes de este selecto Club, cinco sibaritas guiados por el conde G., emprenden un viaje sensual a través de insospechados manjares de alta cocina, encarnación de lo sublime y de lo trágico. Un viaje al que estamos invitados, aunque sea como voyeurs exaltados por afirmaciones como “Todo, absolutamente todo. Desde el reino humano hasta el de los insectos, cualquier cosa es susceptible de convertirse en un ingrediente”. Inquietante incitación al canibalismo.

Boris Vian

Viajar a través del papel de los libros es otra de las experiencias asequibles que ofrece la lectura. Viajar al París de Jacques Prévert, de Juliette Gréco, de Raymond Queneau, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir o Albert Camus es lo que nos ofrece el genial Boris Vian (Ville-d’Avray, Alts del Sena, 1920-París, 1959) en su Manual de Saint-Germain-des-Prés, originariamente un encargo del responsable de la colección Guides Verdes de la editorial Toutain, Henri Pelletier el año 1949, que ahora edita Gallo Nero, en traducción de Julia Osuna, acompañado de un delicioso mapa plegado ilustrado por David Cauquil. No era consciente, o tal vez sí, Pelletier, de que encargar a Vian esta “obra práctica” era una incitación a que el autor de Escupiré sobre vuestra tumba desplegara todo su saber erudito sobre las calles amadas y ejecutara un texto explosivo que no vio la luz hasta 1979, veinte años después de su muerte. Una trampa emocional que nos guía a través del París de las cuevas y del jazz y nos regala el retrato de una época llena de creación y de vida, aliñada con el humor mordaz y subversivo d’un autor que va arribar a fer servir vora 28 noms de ploma.

(Continuará)

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