el faro del impostor / OPINIÓN

Miedo en la mochila

19/12/2018 - 

Hay demasiados elementos en el caso de la desaparición y crimen de Laura Luelmo que mueven a la consternación, el pánico, el dolor, la rabia o la tristeza. Demasiados sentimientos que nublan la razón a la hora de encontrar una solución para que algo así no se pueda repetir, que es a lo que inmediatamente se ha dedicado la mayor parte de la sociedad. Lógicamente, por otra parte. Pero me da que por mucha distancia que nos separe del caso en sí, tendríamos que saber pasar el duelo de otra manera. Con consternación, pánico, dolor, rabia o tristeza, por supuesto. Con el alma herida de ver lo fácil que es matar a una persona, destrozar la vida de una familia y alterar el pulso de toda la ciudadanía. Basta un arrebato, un impulso un vigor y un descontrol para revivir situaciones que todos tenemos en mente. Y para que se nos aparezca la impotencia y el afán de justicia. Y basta otro arrebato, esta vez colectivo, para que se nos escurra entre las manos la paciencia de saber cuáles son las circunstancias que han llevado a la muerte de esta muchacha, apenas aterrizada en su nuevo puesto de trabajo y a la que el espanto le asaltó por los caminos de Huelva.

Se pide justicia y medidas firmes para evitar más casos similares. Y, en efecto, hay que implantar todos los recursos posibles para conseguir que cualquier mujer pueda salir a la calle sin que una amenaza le palpite en la nuca. Lo difícil de este asunto está en ver cómo controlar lo que parece haber pasado aquí. Una chica nueva llega al pueblo. Es profesora. Es joven. Sale acorrer. Y no vuelve. Sabemos, por lo que va a apareciendo en prensa, que la han asaltado en el camino, que ha luchado contra su agresor y que ha acabado, al parecer, estrangulada. Y sabemos que uno de sus vecinos cumplió condena en la cárcel por su agresión, pero no tenemos la certeza de que se encontrara por allí en el momento de los hechos. Incluso si así fuera, incluso con la confirmación de la presencia de un tipo peligroso en el área, sería complicado evitar algo así. Por más que intensificáramos las condenas, la vigilancia o el control de personas con estos antecedentes, de agresores, de violadores, de maltratadores. Pero, si finalmente se demuestra que el vecino no tiene nada que ver, la solución se enturbia aún más. Porque no se me ocurre la manera de paliar mediante acciones educativas, policiales o judiciales la posibilidad de que una tarde, una muchacha salga a correr por el campo y acabe asesinada.

Claro que hay que incidir en la educación desde los primeros niveles educativos. Claro que hay que conseguir que el cuerpo de una mujer deje de ser un objeto maleable al alcance de cualquier mente criminal. Claro que hay que buscar medidas ajustadas a derecho para sacar de la calle a los más violentos. Claro que se pueden establecer protocolos de vigilancia que frenen los casos de reincidencia. Claro que hay que repetir una y otra vez que esto debe acabar de una vez por todas. Pero hay que dejar pasar el duelo. Mitigar en la medida delo posible la consternación, el pánico, el dolor, la rabia o la tristeza. Aclarar la cabeza, afianzar los argumentos y comprender que nada se va a solucionar mañana. Pero empezar a trabajar hoy, con firmeza y sin descanso. Para que llegue ese día en que el miedo deje de viajar en la mochila de cualquier mujer.

@Faroimpostor

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