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en las Jornadas 'ComunicALC', ESTE VIERNES, EN EL MACA, A LAS 17 HORAS 

Marisol Salanova: "La digitalización cultural no sé si acorta o aumenta distancias con el público"

14/10/2021 - 

ALICANTE. Marisol Salanova es la primera crítica de arte en España que es tiktoker. En ferias como ARCO hubo muchos profesionales que no acudieron por distintos motivos  —por miedo al contagio o por estar enfermos o en proceso de vacunación— y le agradecían públicamente haber dispuesto de sus redes para acceder a esos eventos y otras exposiciones a las que no se podían desplazar. “Con el factor añadido de que yo hacía una selección”, afirma. Es decir, que lo que proyecta está mediado por su criterio, aunque ni siquiera hable y solo lo muestre. “Eso ya es un filtro”, apunta. Pero con esto ha detectado que un directo en sus redes sociales tiene un enorme poder de reclamo, aunque luego no se vea traducido en likes o visualizaciones de las publicaciones fijas en su muro. “En los directos se conectan cientos de personas que tienen interés por el asunto y que buscan el anonimato”, sentencia.

El auge de estas nuevas vías de comunicación cultural da buena muestra de la revolución que está afrontando el sector. Un asunto que se someterá a debate este viernes, 15 de octubre, en el MACA, donde se llevarán a cabo las Jornadas ComunicALC para analizar nuevos formatos surgidos con el avance de la digitalización. El evento, organizado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, contará con dos citas. La primera, sobre formatos de ámbito local o regional, denominada Glocal, y la segunda, denominada Global, para tratar los de ámbito más general, el 22 de octubre. En esta primera sesión, Aurea Ortiz Vileta llevará a cabo la ponencia inaugural. Después, Salanova formará parte de la mesa de debate en la que también participará Carlos Pérez de Ziriza y Carlos Navas.


“Las galerías y museos eran reticentes a todo esto porque pensaban que si se hacían virtuales luego el público no iría al espacio físico, pero, cuando nos confinaron a todos, se produjo una locura total por virtualizase porque si no estaban totalmente parados”, afirma la experta y crítica de arte, que además comisaría exposiciones y dirige estrategias de comunicación. La pandemia ha acelerado la digitalización, también en el ámbito cultural y, después de año y medio, es buen momento para hacer balance. “Ahora es más interesante de analizar que hace dos años, porque podemos sopesar qué impacto ha tenido tanto en el público como en la crítica”, explica.

Salanova percibe que la interacción en la distancia es ahora más compleja, rica e inmersiva que antes. Y es que todos los centros han trabajado mucho más en favorecer que haya contenidos online de calidad. “Antes no eran de tan buena calidad y ahora todos los centros lo ponen al alcance”, apunta. En el pasado, no se podía escribir sobre una exposición que no hubiésemos visto en persona. Ahora, algunas de estas muestras están creadas específicamente como experiencia virtual. “Pero realmente no sé si esto acorta o aumenta las distancias con el público”, confiesa.

Lo que sí percibe con claridad es que, antes de la pandemia, todo era a la inversa. “Es decir, que uno iba al museo, le gustaba o no la obra y después lo colgaba en las redes, pero no acudía solo porque hubiera visto contenido online que les motivase”, explica Salanova. El público no iba al Museo del Prado porque hubiese visto un Tiktok al respecto, sino que completaba el proceso de su experiencia en la muestra compartiendo una fotografía o un vídeo. Ahora, cada vez más, se ha ido invirtiendo esa tendencia. “La digitalización ha propiciado que ahora la experiencia sea cada vez más a través de lo virtual y que el reclamo sea cada vez mayor a través de estos formatos”, comenta Salanova.

“Muchas veces acudías porque habías leído una crítica, recibido una recomendación o visto un mensaje publicitario. Ahora, los museos siguen invirtiendo en publicidad convencional, pero gran parte de sus presupuestos de comunicación se vuelcan en la difusión a través de las redes sociales y los influencers”, explica. No un influencer como tal, que solo se dedique a la promoción de un determinado sector, sino personas como pueden ser periodistas u otros profesionales que comparten sus experiencias. Por ejemplo, un chef que es invitado a una exposición que tiene que ver con la alimentación o la gastronomía. “Hay una mayor transversalidad para hacer esa llamada al público”, comenta.

“La digitalización cultural ahora mismo es una cuestión de accesibilidad”

Con todo ¿podría ser un revulsivo para el sector desde el punto de vista de la accesibilidad? Salanova ve ahí la principal ventaja. “La digitalización cultural ahora mismo es una cuestión de accesibilidad porque, si no te puedes mover de tu casa por lo que sea, el museo entra en tu hogar de la mano del texto crítico, la página web, la red social, etcétera”, explica. Ya no es solo publicidad o una cuestión de gancho. Hay canales de comunicación que no son estáticos. Por ejemplo, un directo en el que se puede intervenir y preguntar sin presencialidad.

“Quizá esa experiencia virtual ya es suficiente para ti y hasta te permite tener un juicio sobre la obra como para enamorarte de ella, seguir al artista e incluso coleccionar”, apunta. Y no ha hecho falta entrar en la galería de arte o el museo. La aproximación ha sido online. “Por eso digo que no sé si acorta o aumenta las distancias. Las acorta en cierto sentido, pero habrá personas que ahora socializan menos y no acudirán a eventos culturales, aunque los sigan consumiendo y sigan estando al día a través de la pantalla”, insiste. Sin embargo, la digitalización del sector cultural y sus vías de comunicación va mucho más allá.

NFT art o criptoarte

El boom del blockchain y los criptoactivos ha llegado al sector cultural con los non-fungible tokens (NFT) o criptoarte, un sistema que permite preservar con más garantías tanto los derechos de autor de la obra digital como los de la propiedad tras su comercialización. Pero ¿puede ser esto una burbuja? Salanova, interesada en esta opción emergente para la comercialización y difusión del arte, participó en una charla sobre esa incógnita, con artistas que no habían creado nunca en digital y que comenzaban a digitalizar parte de su obra física para su venta online y para que su presencia virtual llegue a más público. “Lo hicimos en Zoom y se apuntaron el máximo de personas que podían conectarse, fue impactante”, recuerda. Una muestra de que estos nuevos formatos de comunicación cultural están siendo cada vez más atractivos y demandados por el público.

Dentro del criptoarte se pueden trabajar muchísimas técnicas, tantas como en la vida analógica, y son obras que se han creado ex profeso para la red o que son una digitalización de una pieza para que puedas tener la experiencia online si no puedes hacerlo en persona. “Uno vive de forma online la experiencia de la pieza digital, pero también la puede disfrutar como experiencia estética, no es solamente un registro”, explica. Un modo de disfrutar y poseer. “Adquieres la experiencia y la pieza, así que, para coleccionistas privados, sobre todo jóvenes, es muy goloso poseer algo que solo ellos pueden tener o proyectar en una sala, ya sea una galería o en una fiesta privada, por ejemplo”, describe.

“No creo que sea algo que vaya a desaparecer, pero sí creo que está evolucionando hacia una especie de burbuja”, sentencia, apelando a la pedagogía. “Hay una fiebre y debemos aprender a convivir con ello porque hay coleccionistas a los que no les interesa el alma de la obra sino su potencial comercial”, describe. Había falta de comunicación en el sector cultural, según afirma, y ahora hay nuevos formatos digitales que fuerzan que haya una comunicación más fluida entre el creador, la galería, el museo y el coleccionista.

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