Después de la sentencia de los ERE así, al peso, algunas personas nos hemos quedado con una extraña sensación. Algo parecido a un mal sabor de boca matinal tras una noche de borrachera. Empecemos por decir que éste ha sido uno de los más graves casos de corrupción de la historia de España hasta la fecha. 680 millones de euros defraudados son muchos millones, y varias de las personas acusadas pertenecían al partido gobernante en Andalucía durante varias décadas: el PSOE. Ni más ni menos que dos ex presidentes de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, han resultado condenados por los ERE, si bien las condenas a Griñán, seis años de prisión y 15 de inhabilitación absoluta por prevaricación y malversación, han sido mucho más graves que los 9 años de inhabilitación especial a Chaves por prevaricación.
Frente a las aparentemente benignas condenas de los ERE, pocas de ellas consistentes en penas de prisión, que a Correa en el archiconocido caso de la Gürtel lo condenaran a 51 años de prisión me parece simplemente un disparate desproporcionado, sobre todo teniendo en cuenta que las cuantías en este caso fueron de 30 millones de euros, menos de la vigésima parte de lo defraudado en los ERE. Que uno de los tres magistrados que intervinieron en el proceso de la Gürtel, De Prada, haya sido apartado de posteriores causas por el Tribunal Supremo por sospechas de parcialidad nos ha dejado a muchos patidifusos. ¿Qué va a pasar ahora con esas condenas? ¿Deberían anularse, o tal vez reajustarse a la luz de la sentencia de los ERE y en la misma proporción? No olvidemos que precisamente la sentencia de Gürtel fue la que catapultó al gobierno de la nación a Sánchez, amparándose en la corrupción del PP, y que ahora la sentencia del caso de los ERE apunta al mismo seno del PSOE, puesto que Chaves y Griñán fueron ministros y Chaves incluso presidente de su partido a nivel nacional.
Que la publicación de la sentencia de los ERE haya sido pospuesta, casualmente o no, saquen ustedes sus propias conclusiones, a después de las elecciones generales y que no se haya filtrado su contenido es de lo más llamativo, en este país de los cotillas impenitentes y de los medios de comunicación convertidos en esbirros de determinados partidos políticos. En otros casos similares, y permítanme que vuelva al caso de la Gürtel por contraposición, se conocían de pe a pa las condenas impuestas varios días antes de que las recibieran los propios acusados y sus abogados. Una detestable y acaso también ilícita práctica ésta de las filtraciones, pero que ya no nos choca siquiera, puesto que hemos ido aceptando y tragando con las desviaciones de la justicia en España, como si fueran algo de lo más natural. Pero no creo que debamos resignarnos a tener una justicia mediocre como la que tenemos, que, salvo honrosas excepciones como la sentencia del procés, aparece teñida por las sombras de las injerencias de la politización; que se ha demostrado inútil en evitar las dilaciones indebidas, que se producen en la mayoría de los procedimientos, dejando a los justiciables sin la necesaria reparación, porque una justicia que llega tarde no es justicia; una justicia que, en la práctica, no consiste en dar a cada uno lo suyo, como idealmente debería ser, sino en aproximaciones de sí misma, cuan pedrea a la que nos hemos ido habituando por pura necesidad.
España necesita una justicia que dependa del Estado central a todos los niveles, incluidos los jueces de vigilancia penitenciaria. Una justicia en la que no esté sometido el cumplimiento de las penas a la voluntad más o menos interesada de los gobiernos regionales. Una justicia con órganos de gobierno verdaderamente independientes. Si no, seguirá siendo algo completamente diferente de lo pretendido, es decir, esencialmente injusta, como le decía el personaje que interpretaba Robert Duval al de Travolta en la película Acción Civil, cuando le recordaba que, si pretendía obtener justicia, o la verdad, no debía acudir a los tribunales en su busca.
Mónica Nombela
Dedicada a CarmenNombela Maqueda, in memoriam.
@monicanom