VALÈNCIA. Botas, escobas y barro, mucho barro, se convirtieron en el símbolo de la indignación. La idea era que fuera una protesta silenciosa, en respeto a los más de 200 fallecidos por la Dana, pero no hubo directriz que pudiera contener el enfado de las decenas de miles de personas que colapsaron este sábado la plaza del Ayuntamiento de València para protestar contra la gestión política de la catástrofe y para reclamar la dimisión del president del Consell, Carlos Mazón.
La manifestación, convocada desde hace más de una semana por hasta 40 entidades y sindicatos de izquierdas, congregó a cerca de 130.000 personas, según las cifras oficiales de la delegación de Gobierno, que fueron llegando a la plaza desde el principio de la tarde para, apenas una hora antes de la convocatoria, abarrotar el escenario y las calles adyacentes.
El llamamiento de la concentración era 'Mazón, dimissió', y contra el dirigente popular se dirigieron la mayoría de los cánticos, los más sonados, enviándole a la prisión-"'¡El president, a Picassent!" (El presidente, a Picassent)-, exigiéndole que abandone el cargo o recriminándole que "mientras él comía, el pueblo moría". Pero también se vivieron conatos de rabia contra Pedro Sánchez -ambos dirigentes fueron tildados de "asesinos" en varias ocasiones- y "los políticos". "El pueblo, unido, jamás será vencido", repitieron muchos manifestantes antes de iniciar la marcha.
Allí, al principio de la protesta, se vivieron los momentos de mayor tensión cuando los manifestantes echaron a empujones y al grito unísono de "fuera fascistas de nuestros barrios" a un reportero de 'Periodista digital' cerca de los puestos de flores que visten la plaza. Enfrente del Ayuntamiento, un grupo de manifestantes jóvenes, los más exaltados, arrojaron barro y lodo en la puerta consistorial, con insultos a la policía y a la clase política. El lanzamiento de bengalas sobre el balcón consistorial y en el portal del complejo institucional llegó a provocar un pequeño incendio, acompañado de la rotura de cristales. Actos vandálicos que fueron el preludio de las primeras cargas policiales.
"¡No tenemos hogar, no tenemos dónde dormir, no tenemos casa, estamos en la calle y nadie nos ha ayudado!", gritaba desconsolada, al borde del llanto, una mujer frente al Ayuntamiento: "No es política, es hogar", clamaba mientras decenas de manifestantes cargaban contra "todos los políticos" y los agentes de policía: "¿Dónde estabais cuando la gente moría?". Y "¡no son muertos, son asesinatos!".
El gentío, atascado en el centro neurálgico de la ciudad -los accesos desde la Estación del Norte, la calle Las Barcas y las vías posteriores al edificio consistorial quedaron bloqueados-, tardó hasta más de media hora en iniciar la marcha hacia el Palau de la Generalitat, dejando atrás el bloque implicado en los disturbios y discurriendo lentamente por la estrecha calle de San Vicente, convertida en cuello de botella hasta la Plaza de la Reina.
La marcha, que no tuvo tiempo de esponjarse por falta de espacio, se desarrolló sin disturbios y se volvió a congregar en la Plaza de la Virgen, donde los silbidos y los gritos recuperaron el protagonismo. A partir de entonces, la atención se trasladó al otro lado del Palau de la Generalitat, donde múltiples voluntarios habían dejado, a las puertas del imponente edificio, botas y monos manchados de barro con mensajes contra el Consell, y donde, con ese telón de fondo, la cabecera de la manifestación hizo su alegato político. Para entonces, gran parte de los asistentes aún permanecían en diferentes puntos del itinerario.
Allí, en la Plaza de Manises, fue donde los organizadores se reunieron para dar por finalizada la manifestación, ya sólo con proclamas del público contra el Consell, con un manifiesto sobre "el peor episodio de la historia de las ignominias políticas y de las tragedias humanas al País Valenciano, con centenares de víctimas y miles de personas afectadas". Así, tras enumerar la "cronología contrastada" de lo sucedido, recordaron que no fue "hasta las ocho de la tarde cuando se lanzó la alerta a la población, cuando terminaban las jornadas laborales y buena parte del país ya estaba inundado".
En esta línea, los organizadores reprocharon a la Generalitat haberse "limitado a intentar tapar la negligencia" y achacaron la crisis a diversas causas, entre las que citaron la "negación del cambio climático", la "especulación y la construcción desmesurada", la decisión de la Generalitat de "no enfrentarse al empresariado" o el "retraso inexplicable en la llegada de las intervenciones".
"Todo esto provocado por una falta de agilidad y coordinación entre las administraciones autonómicas y estatales, ya que hasta el 31 de octubre, dos días después, la Generalitat Valenciana no pidió ayuda", afearon en el alegato, para señalar también al Gobierno central por "debería haber presionado de manera contundente, inmediatamente, al gobierno valenciano para intervenir a todos los efectivos disponibles y ayudar a la ciudadanía a reconstruir sus vidas".
Con todo ello, exigieron la dimisión del presidente Mazón, la incoación "de oficio" del procedimiento judicial que determine y depure las responsabilidades por las consecuencias evitables de la catástrofe, la oferta de alternativas residenciales, la prohibición de la construcción en zonas inundables y en la línea de costa y la condonación de la "deuda ilegítima" de la Comunitat para su reinversión en sanidad, educación, servicios sociales e infraestructuras de emergencia.
Tras la concentración, la puerta del Palau de la Generalitat quedó manchada de barro y lodo, con escobas y fotos del titular del Consell boca abajo y pintadas de 'Mazón, asesino' junto a decenas de manos marcadas en la pared del edificio institucional. Además, en la Plaza de la Virgen se produjeron incidentes con el lanzamiento de barro, sillas y otros objetos a los agentes de policía. Al final de la noche, la Policía había detenido a cuatro personas e identificado a otros trece manifestantes, según datos ofrecidos por la agencia Efe.
En las últimas jornadas, la figura de Mazón ha atravesado sus horas más bajas, duramente criticada su ausencia en la gestión de la Dana hasta más allá de las siete de la tarde de marras. Mazón reconoció este viernes que había estado de comida con una periodista para ofrecerle la dirección de À Punt. Una asunción con la que intentó acallar las especulaciones sobre su ubicación mientras el Cecopi estudiaba la evolución del temporal, pero que no supuso sino la puntilla a una ya deteriorada imagen por la gestión de la crisis.
El terremoto político ha sido tal que se ha manifestado también en la pérdida progresiva, por parte de Mazón y del Gobierno valenciano, de sus apoyos mediáticos, especialmente de medios conservadores estatales que hasta el momento habían defendido el relato del Consell. Una buena muestra de la dañada credibilidad que ostentan los populares valencianos ante Génova, donde si bien Alberto Núñez Feijóo dio la cara por Mazón en los primeros compases de la crisis, ya empiezan a acusar la tensión política y, ante la debilidad actual del president, empiezan a plantearse alternativas para el futuro del PPCV.
Este viernes, el propio Mazón fue preguntado sobre el posible cese de la consellera de Justicia, Salomé Pradas, señaló que "las responsabilidades políticas tocarán en su momento" y que ahora se trata de "seguir limpiando calles, seguir ayudando a la gente, y de los riesgos sanitarios. Ahora se trata de reconstruir". "Ahora todo el Gobierno valenciano y todas las administraciones lo que estamos es trabajando para mejorar a ritmos forzados y a marchas forzadas la recuperación de la vida de la gente", manifestó, para añadir que habrá tiempo de analizar lo ocurrido ese 29 de octubre.