vals para hormigas / OPINIÓN

Liberados por la marmota 

6/04/2022 - 

Leo en algún lado que hay ucranianos refugiados en un hotel cerca de Kiev que se sienten como Bill Murray en Atrapado en el tiempo, la película que todos conocemos como la del Día de la Marmota. Desayunan, trabajan, comen, pasean, trabajan, cenan y duermen. Así, todos los días, desde que dejaron la capital del país invadido para protegerse en una localidad vecina hasta que puedan volver a sus casas. No siempre nos damos cuenta, pero la rutina es como las lagartijas. Cuando conseguimos romperla con aficiones o cambios de marcha repentinos, le vuelve a crecer la cola y se nos presenta otra vez entera en el jardín de nuestras vidas. Inquebrantable. Y si nos vemos obligados a perderla de vista, como en el caso de los desplazados ucranianos, forzados por las circunstancias, todo es rutina. Se alimenta de nuestro terror a que nos devore. Pienso en el caso de los clientes de este hotel y la cabeza me conduce a nuestra situación, que me da la impresión de que es justo la contraria. Hemos atravesado una larga pandemia, que nos ha trastocado todos los minutajes y que aún no se ha acabado del todo, y de repente, hemos aterrizado otra vez en nuestras vidas. Ya no suena I got you, Babe de Sonny y Cher en el despertador. Y no sabemos qué hacer.

Tenemos una guerra a tres manzanas de donde vivimos que se ha atrincherado en los titulares de todos los medios de comunicación. Tenemos libertad de movimientos y ansias consumistas. Tenemos una inflación que nos obliga a jugar al Tetris con nuestros carros del supermercado en diferentes establecimientos. Tenemos las fronteras abiertas pero nos desborda el papeleo sanitario. Los recibos de la luz y el precio de la gasolina ya no son molinos, que son gigantes, querido Sancho. Y el tiempo no acompaña porque la primavera viene cargada de lluvias atrasadas. Tenemos un Gobierno como un actor del Método y una oposición, la principal, que busca el camino de vuelta al escenario. Tenemos otra vez lo que teníamos antes de que un estornudo en China desatara un tsunami en el planeta entero. La prisa por volver a la normalidad genera atascos. Porque, en realidad, da la impresión de que no recordamos cómo era la normalidad.

Después de dos años atentos al extremo de una curva que nunca acababa de doblegarse, ahora abrimos cada mañana las redes sociales para comprobar cuánto ha retrocedido la ofensiva rusa. Y como no deja de llover, lo hacemos desde casa, porque si en la Comunidad Valenciana no queremos mojarnos cuando caen cuatro gotas, con el cielo desplomándose sobre nuestras cabezas, menos. Y ni siquiera nos queda el recurso de ir a comprar el pan en coche, porque la gasolina ya está más cara que el azafrán. Puede que no nos diéramos cuenta, pero los conflictos internacionales, la economía, el tiempo, la tiranía de los sucesos en las noticias, el amaño de oposiciones municipales y los planes frustrados de vacaciones formaban el dibujo de nuestra rutina prepandémica. Con el pie cambiado y adormilados por la falta de sueño, ahora no la reconocemos. Quizá es el momento de cambiarla, para que todo esto no nos vuelva a ocurrir. Porque nunca se sabe cuándo nos van a volver a mandar al hotel de Bill Murray.

@Faroimpostor

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