ALICANTE. Le voy a manifestar una curiosidad. En realidad, en estas líneas todas lo son. Unas más que otras, unas más desconocidas y otras quizá usted no haya oído hablar de ellas antes de contárselo.
Me ha venido a la memoria por el hecho en sí, porque estamos en verano, porque todo el mundo habla de sus vacaciones en estas fechas, de lo que va a hacer por inverosímil que parezca, de las que ya ha hecho aprovechando que ahora hay menos gente que la que habrá en las semanas venideras. Ya es decir mucho, en verano hay gente allí donde vaya. Ese pueblecito desconocido en medio de una sierra o en una zona apartada de la costa, ya no existe. Y en esas vacaciones hay tiempo para hacer cosas que no se suelen hacer a lo largo del año.
En esta ocasión lo que le voy a comentar tiene que ver con el sol y con la luna, y cuando pensamos en ella lo relacionamos con una actividad que se desarrolla de noche: mirar las estrellas. Que mejor que hacerlo en verano con el frescor de la noche. Es recomendable observar el cielo en un entorno donde no haya contaminación lumínica, lejos de la ciudad, en medio del campo o en la cresta de una montaña en una noche despejada. Muchos lo hacen en agosto para observar las lágrimas de San Lorenzo, las perseidas. Si puede no se lo pierda, es un espectáculo. Pero la luna también es protagonista a plena luz del día, ya verá.
Ocurrió a principios del siglo XX, en concreto el 28 de mayo de 1900. Estaba previsto, no ocurrió por casualidad, y aun así hubo mucha expectación. Por propios y por extraños. Muchos vinieron de fuera de España a Alicante y poblaciones de alrededor porque el Instituto Geográfico de Madrid dijo que desde la capital alicantina sería uno de los lugares desde donde mejor se vería.
Acudió a la llamada el astrónomo francés Flammarion, el inglés Lockyer o el escocés Copeland. No querían perderse lo que estimaban que iba a ser uno de los mejores eclipses de sol de la edad moderna. Iba a ocurrir desde las 14:43 hasta las 17:03 h, aunque desde la tierra solo se vería durante un minuto, en concreto a las 16:10 de la tarde. El elipse se vería desde California hasta el Mar Rojo pasando por el Atlántico, Península Ibérica y África.
Para un minuto tanto revuelo, me va a decir, y así fue. Pero qué momento tan emocionante de la naturaleza capaz de motivar a tanta gente para disfrutarlo. Y el sol se cubrió por completo.
No sólo a Alicante vinieron personas de otros lugares para ver este espectáculo, también lo hicieron en Elche hasta casi igualar el número de habitantes censados en esta población, o en Santa Pola. Encaramados en azoteas, torres y montes allí se iban profesionales de la materia y curiosos de todo lo ajeno. También fue observado desde el mar. Uno de esos barcos fue el mercante inglés Theseus.
La primera vez que escuché este acontecimiento hace algunos años fue en palabras de Juan José Amores, entonces presidente de Alicante Vivo, esa asociación que fue tan reivindicativa en defensa del patrimonio histórico de Alicante de la que hoy sólo queda su eco desde que él dejó de liderarla. Estas cosas pasan, ser líder de una causa no es tarea fácil, hay que ser de una pasta especial para emprender, desarrollar proyectos y levantarse de nuevo después de las adversidades.