tribuna / OPINIÓN

La superioridad moral de la derecha

21/04/2019 - 

En el inicio de los tiempos, la izquierda era la que presumía, —y hoy en día lo sigue haciendo como si el resto fuéramos unos miserables—, de ser superior moralmente respecto a otras ideologías. Cimentaban sus principios en una aparente moralidad, mirando a los que no compartieran sus ideales con desprecio y estupor. Ignacio Sánchez-Cuenca lo dejaría escrito en su ensayo La superioridad moral de la izquierda, obra prologada por Íñigo Errejón, ese que le pegó una estocada a Pablo Iglesias por detrás y que defiende el régimen de Maduro, negando la hambruna, alegando que en la nación caribeña se hacen tres comidas al día. Palabra de un marxista. Testimonio que está por encima del bien y del mal, porque todo lo que reproduce su boca es sinónimo de verdad.

Con el auge de Vox, aquel supremacismo del que hacía gala la izquierda ha tornado del lado de la derecha. Santi Abascal se ha erigido, —o eso intenta hacer—, como el paradigma de los valores éticos y morales. El cabecilla de la formación nacionalista es el retrato de hombre español, de la raza. El prototipo en donde los españoles se deberían mirar. Cualquier ciudadano de bien se plantearía votar a Vox. Una y otra vez Abascal y su séquito lanzan consignas electorales para ganarse al mayor número de votantes. Mensajes que entrelazan la política con la moralidad. Mezclan churras con merinas, —como decimos aquí—, cargando de peso sentimental cada una de sus papeletas. Tildan a su voto de patriota desconsiderando al resto de partidos constitucionalistas. Aspiran a inducir a los españoles en un sentimentalismo descerebrado e intestinal que despierte en los electores sus instintos primarios. Dejando a un lado el sentido común y pensando con las tripas, muchos votantes acudirán a las urnas poseídos por el nacionalismo rancio e incluso prehistórico que tanto enarbola Abascal. Veneno, del que también han bebido millones de catalanes. Esos independentistas, que, en la mayoría de las ocasiones, —dado que el secesionismo en Cataluña hace años era testimonial—, son catalanistas no mediante el seny, sino a través del corazón, de las pasiones. Sentimientos avivados, gracias a eslóganes atractivos en la forma, pero sin fundamento en sus tesis.

Es evidente que la política y la moral viven en comunión en cierta medida, y que obviar dicha circunstancia seria olvidar todo principio poniéndolo al servicio de la conquista el poder, pero esta unión, tiene unos límites. Líneas rojas que el nacionalismo sobrepasa llevando a sus parroquianos, a los que caen en su trampa, a un precipicio del que se terminaran precipitando. Es una falta de tacto, e incluso de escrúpulos, mirar por encima del hombro a todos los que no comparten unas ideas. Me indigna que Vox trate al resto de formaciones, con odio y recelo. Abascal actúa como si el resto de militantes de otros partidos diferentes al suyo, como el problema de España, como si los que estuviéramos en otras siglas no fuéramos patriotas o como dice él, “gente de bien”. Supremacismo, que supera incluso al que durante años ha querido vendernos la izquierda. Salvo en algunas ocasiones, el socialismo jamás ha robado el atributo de bondadosos a los que no compartían sus propuestas. Algo que sí hace Abascal sin avergonzarse de ello.  Víctima de su ego, y parapetado con su pistola, habla como si todos los que no comulgáramos con su partido fuéramos malas personas o antipatriotas. Iluso y arrogante, menosprecia la defensa de las libertades que han hecho Partido Popular y Ciudadanos en Cataluña mientras él vivía a costa de las cuotas de sus afiliados y de la financiación iraní. 

Debería tener al menos un ápice de vergüenza antes de abrir la boca. Percatarse de que defender España, no es solo adornar el balcón con la rojigualda, amenizar los actos con Manolo Escobar, o gritar alto Viva España sin responder a preguntas cruciales sobre que va a hacer si llega a Presidente, sino velar por la libertad de todos los españoles con propuestas firmes que no estén contaminadas de nacionalismo. Porque el voto patriota, ese del que presumen, no es tal. Más bien es nacionalista. Todos, o la mayoría que van a escoger el verde en estas elecciones, lo hacen seducidos por el sentimentalismo. Personas que votaban a Ciudadanos o PP, que con el paso del tiempo se han ido radicalizando dejando que las vísceras se adueñen de la razón. Gentes que les parece insuficiente la labor de estos partidos, y buscan emociones más fuertes convencidos de que esta vez sí verán cumplidos sus sueños. Lo mismo creían los electores socialistas que emigraron a Podemos y ahora vuelven con una mano delante y otra detrás…

Vox no hace más que el ridículo atribuyéndose el patriotismo o incluso la moral cristiana. Me recuerda a cuando el PP intentaba hacer creer que todos los católicos de España eran de su cuerda, pero luego no era así. Tener la convicción de que tu formación es la única patriótica o defensora de la moral, es pasar por alto todo lo que han hecho otros políticos valientes que batallaban antes de que Vox estuviera en la conciencia de los españoles.  

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