Este jueves tuve la suerte de moderar la jornada organizada por Asociación de Alicante por el Turismo de Cruceros, y las conclusiones no han podido ser más elocuentes: la ciudad de Alicante y su provincia tienen un filón con este tipo de turismo, como se ha demostrado en años anteriores, pero como casi siempre, y expuesto aquí en varias ocasiones, faltan concretar los detalles. Sobre la mesa se pusieron tres ideas fuerza que los responsables locales, provinciales y autonómicos deberían trabajar más: falta creérselo; es decir, falta liderazgo para conseguir que la capital logre ese objetivo; falta una apuesta por la Cultura (menospreciada por casi todos como elemento de atracción de visitantes), y falta un tren que conecte la capital con el aeropuerto, otro mal endémico que se solventará ni con los presupuestos más expansivos de la historia de la Generalitat y del Gobierno, y de la lluvia de millones con los que, por primera vez, la Unión Europea regará a los países miembros.
Nada nuevo bajo sol, pero igual de frustrante que casi siempre. Con lo del liderazgo, Alicante nunca ha tenido suerte. Los partidos pusieron esos candidatos en liza y casi siempre se votó más por las siglas, siguiendo la tendencia nacional, que por la capacidad y brillantez de cada aspirante. Lo de la Cultura es como darse cabezazos contra un muro: la ciudad siempre apostó primero por un modelo de ocio más simple y por basar su modelo productivo en una expansión inmobiliaria sin separar el grano de la paja a la hora de dotar a la ciudad de un modelo sostenible, y por lo tanto, que sus ingresos orecieran una mejora en la prestación de servicios.
En la jornada del jueves, el presidente de la empresa que explota la terminal de cruceros, Francesco Balbi, expuso las bondades que tendría que la ciudad se convirtiera en puerto base de cruceros. Comentó Balbi que las potencialidades del aeropuerto de Alicante-Elche permitirían que muchos turistas llegasen dos o tres días antes a la ciudad y podrían visitar, antes de la salida de su buque, las prestaciones que ofrece la capital o otro punto de la provincia. Esto es algo que ya hacen ahora los turistas, pero con las 6 ó 7 horas que dura la escala en la ciudad.
Y en esto hay que poner en valor la coordinación que existe entre Ayuntamiento de Alicante, Patronato de la Costa Blanca y Turisme Comunitat Valenciana. Todos los presentes destacaron la formidable conexión que hay entre las tres administraciones, sin importar el color político de cada una de ellas. Pero esa coordinación no alcanza para lograr las demandas puestas sobre la mesa. Hace falta más.
Lo dicho, el deseo del señor Balbi es encomiable, pero antes hay que solventar la conectividad de la ciudad y el aeropuerto, algo de lo que ya disfrutan competidores de la Champions League del turismo de cruceros como Barcelona, València o Málaga. Como se dijo también el jueves, la competición de Alicante pasa por la Europa League, donde se hallan puertos como Cartagena, Cádiz o Tarragona. Conozco menos el caso gaditano, pero la apuesta de Cartagena y Tarragona por la cultura y por su patrimonio es total. Y eso no significa que Alicante sea menos, sino que, por ejemplo, han tenido que pasar casi 41 años de ayuntamientos democráticos para darse cuenta de que el principal emblema de la ciudad, el Castillo de Santa Bárbara, debe estar al servicio del turismo, como lo está el patrimonio de Cartagena o Tarragona. Como relató el jueves el arqueólogo Pablo Rosser, Alicante tiene otros hitos culturales, algunos de ellos, únicos, pero hasta ahora nadie ha osado a darle la importancia que tiene.
En cualquier apuesta política por una ciudad, valdría la pena proponer otro emblema cultural, de nueva creación, o importación. Pero con el testimonio de los agentes turísticos del jueves, recomiendan por ahora poner orden en la casa, en concreto en la mejora de los servicios y la limpieza pública, y solventar la movilidad interna. Alicante sigue teniendo atractivos, muchos. Casi todos coincidieron en la amable distancia Puerto-ciudad-playas, algo que no disfrutan otras capitales del Arco Mediterráneo. Pero para aspirar a algo más, como ser puerto base de cruceros, primero hace falta buscar solución a las patas cojas de los cruceros. Y dar ese paso puede ser un salto exponencial, no solo para captar más cruceros, sino para la ciudad en general. La receta es fácil, y complicada a la vez: liderazgo, cultura y movilidad. Todo sumado es turismo, y de poder adquisitivo en temporada baja. Los presupuestos de 2021 pueden ser una oportunidad (y los de 2022). En algo, Alicante (y otras ciudades) han empezado a mejorar: los espacios públicos comienzan a ser de los ciudadanos, y de los turistas. Ya era hora.