Acostumbrado a cuadrar las vacaciones de los demás, tan ávidos ellos de un buen agosto, conozco perfectamente cada rincón de esta nada que es el puente de la Asunción. Uno casi que echa de menos –no es cierto- hasta las llamadas de los comerciales que tratan de colarte una oferta de compañía telefónica o del gas. Porque ni eso repiquetea en esta época de verbenas de pueblo, de vacaciones ajustadas al presupuesto, de alboradas ilicitanas. Sin embargo, en este empeño del nuevo siglo en alterar todos los supuestos, hasta las estaciones del año, no se olviden nunca del cambio climático, en este tránsito hacia el futuro que nos caerá en cinco minutos y para el que seguimos sin estar preparados, incluso la nada se retuerce y despereza, para dejar de ser la nada. La actividad parlamentaria, por ejemplo. Las últimas elecciones, que dieron brío al pacífico cardiograma de julio, han conseguido que el calendario político se parezca al de la Liga y no respete ni las vacaciones de los hinchas. Ver una foto de un diputado recogiendo su acreditación en agosto era antes como descubrir un bisonte albino en las llanuras de Estados Unidos. Ahora ya no. Aunque la verdadera revolución del vacío esté en las fotos que no se ven, las de los pactos para sacar adelante la legislatura.
Más ejemplos. En mitad de la nada, en la intemperie programática de ese partido que veta a periodistas, está el conseller de Cultura, Vicente Barrera. La inusitada movilización agosteña ha logrado que el extorero escriba un tuit –no sé cómo se llaman ahora los mensajes de la red social antes conocida como Twitter- en el que felicita al candidato ultraderechista Javier Milei por su triunfo en las primarias argentinas. Las intenciones de Barrera para su gabinete no me interesan nada. Los efectos de su paso por Cultura sí, y confío en estar ahí para escrutarlos. Pero ahora mismo me preocupa mucho más lo que pueda pasar en Argentina. De hecho, no creo que haya nadie que no asista atónito al auge de un descerebrado que considera la venta de órganos como un mercado más. El problema de todos estos ultraliberales, según su propia definición, no son sus arengas ni sus programas. Basta ver que Barrera ha aceptado un puesto en un Gobierno autonómico que su formación pretende borrar del mapa. El verdadero problema es que solo pueden salir adelante destruyendo el Estado de derecho. Y tanto aquí como allá, los partidarios de Milei y del jefe del conseller defienden dictaduras pasadas. Disculpen ahora un mensaje personal. Prima Valeria, que estarás asustada, España ha demostrado que se les puede frenar. Ánimo y a votar todo el mundo en octubre.
Mi padre siempre se queja de que solo publico noticias negativas. Y en muchas ocasiones tiene razón. Así que vamos a acabar este repaso a la extinta nada de agosto con una positiva. La selección femenina de fútbol ha interrumpido las siestas ciclistas para destrozar las escaletas de los informativos deportivos y, sobre todo, alimentar las portadas de los diarios del sector, antes tan diluidas en el páramo de inventar fichajes. España está en la final de un campeonato que hace diez minutos no veían ni sus madres. El fallo no estaba en ellas, sino en quienes no retransmitían un torneo que puede alcanzar audiencias siderales si se le da una oportunidad. Aunque lo de la repercusión es irrelevante. Lo que el mundial femenino también demuestra es que la nada a la que históricamente hemos sometido los hombres a las mujeres está también a punto de detonar. Y desaparecer.