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VALS PARA HORMIGAS  / OPINIÓN

La hora de los cocodrilos

10/06/2020 - 

Al otro lado del apocalipsis nos esperaba un cocodrilo. No era algo que pudiéramos adivinar de antemano. Pero es la noticia que algunos estábamos esperando. Avistan un cocodrilo en el Duero. Los medios vestimos la historia, creamos un posible dueño que abandona a la mascota exótica cuando crece. Calculamos su peso en unos 150 kilos. El Seprona investiga. Y resuelve que probablemente, el monstruo del lago Ness que visita la periferia de Valladolid no es más que una nutria. Vídeos de nutrias, que son como los gatitos del agua. Tanta tensión, tanta angustia, tanto dolor, tantas víctimas, tanto odio y tanta esperanza por una vuelta a la normalidad merecían una vía de escape así. El silbido rotatorio de la válvula de una olla exprés. El alivio y la vida volvían con una nutria disfrazada de reptil.

Este debería haber sido el punto de salida de los resentimientos que muchos han sido incapaces de retener. Quizá ahora, cuando la historia del cocodrilo ya es capaz de generar un culebrón por entregas, habría sido el momento ideal de comenzar a exigir explicaciones y responsabilidades. Existen dos bandos que no han sabido baremar la magnitud de lo que acabamos de vivir. Y cuya amenaza todavía parece vigente. En un lado milito yo, el de quienes nos hemos sometido a la intrascendencia. Buena parte de mis agobios se han disipado gracias a la serie Bones y sus facilidades para la evasión. Sin orden, con toda la displicencia con la que los responsables de las cadenas de televisión tratan a quienes pretenden seguir una serie a la antigua, sin ayuda de plataformas de autoservicio. En el otro, los que en medio de la lluvia de meteoritos se han cobijado en su rencor, se han atrincherado en Twitter y han echado la culpa hasta a Newton y su ley de la gravitación universal.

Ambos estábamos equivocados, probablemente. Tanto yo y mi tendencia a la levedad como, por ejemplo, cierto político alicantino al que espero en mi porche, sentado en una mecedora, mientras masco tabaco y observo la llanura a lo lejos en espera de una nube de polvo que me alerte de la llegada de un cowboy. Todo metafóricamente hablando, claro, que siempre hay que especificar en estos tiempos de tiranía de los literales. La pandemia, el estado de alarma y las víctimas exigían más atención, más paciencia y una mayor perspectiva. Tanto de los responsables de gestionar como de la ciudadanía en general. Porque nadie podía reaccionar con exactitud y perfección a una situación como la que hemos pasado. 

Nada, ni siquiera la gripe española de principios del XX, nos servía para combatir el coronavirus, porque la sociedad actual y los medios tecnológicos a nuestro alcance son diametralmente distintos a los de entonces. Ahora que se puede hablar de nutrias con piel de cocodrilo es el momento de empezar a entender el maremoto. Nada más elocuente que lo que me contó el otro día Nuria Montes, secretaria general de Hosbec, la patronal hotelera. “Benidorm nunca había parado desde que empezó con el turismo, en los 70, hasta el 14 de marzo”. Era imposible prever algo así. Es el momento de corregir, aprender, depurar y pertrecharnos. Incluso de odiar, si tanto afán tenemos. Pero ahora.

@Faroimpostor

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