EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

La EUIPO y la ciudad de Alicante

14/01/2018 - 

La antigua OAMI, hoy flamante Oficina de la Propiedad Intelectural de la Unión Europea, está a punto de cumplir los 25 años en la ciudad de Alicante. Fue un hito, al alcance de pocas capitales, poder albergar una agencia de esas características. La decisión se tomó ahora 25 años, con la importante concurrencia del ministro de Asuntos Exteriores, Carlos Westendorp, y el primer edificio, el de la céntrica Avenida Aguilera, abrió sus puertas en 1994. Este viernes, con motivo del Cocktail de Año Nuevo, hubo al menos tres testimonios -el primer eurofuncionario Miguel Ángel Villarolla; Christine Roy y Antonio Campinos- que hicieron repaso de la historia de EUIPO: todos hablaron de lo que ha crecido la ciudad, y la oficina, pero nadie hizo balance de las asignaturas pendientes que todavía hay entre ambas.

Con el paso de los años, la EUIPO y la ciudad de Alicante se han ido encontrando, pese a coexistir una dentro de la otra. Vivieron en los 90 de espaldas, se auxiliaron en lo necesario en la década del 2000 y a partir de 2010, quizás con la llegada de Campinos, han mantenido una línea de colaboración que sigue teniendo una cuestión por resolver: sigue sin generarse tráfico entre la sede, su flamante nueva sede de Aguamarga, y el corazón de la ciudad.

Posiblemente, porque la mayoría de sus trabajadores decidieron instalarse en la zona de la Playa de San Juan, quizás por que el colegio que ellos mismos impulsaron también se construyó en el esa zona, la verdad es que, como la misma rutina de la ciudad, nadie cayó en la necesidad de generar estrategias conjuntas con el centro de la ciudad o algunos de los barrios para darle mayor vida. Una línea de transporte público, por ejemplo, lo hubiera conseguido. O abrir el tráfico por la parte de atrás, para conectar con la Vía Parque Alicante-Elche.

Bien es verdad que las actividades organizadas por la EUIPO de cara a la ciudadanía han ido creciendo poco a poco -el Concierto del Día de Europa en el ADDA sea el paradigma-, pero a las autoridades de un lado como de otro les faltó generar algún gancho para que la ciudad -y cuando digo la ciudad, me refiero a bares, restaurantes, cafeterías, teatros, etc...- se beneficiara a la OAMI y la EUIPO se beneficiara de la ciudad.

Dijo el otro día el dircom de la EUIPO, Luis Berenguer, que el símbolo de unión entre ciudad y oficina era la estatua de la mano de José Azorín que preside la rotonda de los nuevos edificios y los ficus -al estilo de los de la Plaza Gabriel Miró y Portal de Elche- que la abrazan. Diría yo, con toda la modestia del mundo, que sigue siendo un símbolo de unión débil, al estilo de la Universidad Miguel Hernández y la ciudad de Elche, donde profesores y funcionarios imparten clases en un barrio periférico de la ciudad, Altabix, pero la vida también la hacen en la Playa de San Juan, como muchos de los que trabajan en la EUIPO. Elche está a ver si lo soluciona: quiere notar el aliento de la actividad de la UMH en sus calles del centro.

Responsabilizo a ambas instituciones por igual, Ayuntamiento de Alicante y entonces OAMI, porque, hay que reconocerlo, la llegada de Campinos y los mandatos de Sonia Castedo y Gabriel Echávarri han sido otro cantar entre ambas entidades. Quizá el carril-bici impulsado por el director ejecutivo saliente, António Campinos, sea el paradigma de lo que necesita esa relación: tráfico, flujo de personas, concentración y economía circular, no todo dentro del mismo edificio, o no todo en un barrio periférico de la ciuad.

Y quizá sea esa la asignatura pendiente: no haber generado un nuevo barrio con actividad -pese a que en Aguamarga hay muchas más empresas, hoteles y un colegio- o actividad en un barrio de la ciudad. A lo mejor, la llegada del Distrito General a la vecina Ciudad de la Luz sea el impulso que necesita la zona -y que no generó la actividad cinematográfica en su día- para crear ciudad; es decir, bares, restaurantes, tiendas, escaparates, teatros, cines... Pero de momento, sigue siendo un barrio del extrarradio (con magníficas vistas al mar).

Se podría haber optado por un modelo mixto: haber dejado alguna dependencia en una zona de la ciudad y haber mantenido el grueso de la EUIPO en Aguamarga, pero tocaba, toca, hacer algo para que Alicante, el centro de la ciudad o el mismo campus de Aguamarga, note el impacto de la EUIPO, como Bruselas lo nota de todo el entramado administrativo europeo. No sé. Creo que no era difícil, sólo hay que pensar más en lo que tenemos -2.000 funcionarios con alto poder adquisitivo- y sacarle partido, y no empecinarse en, por ejemplo, la llegada Ikea en plena era del comercio digital cuando quizás, en un futuro, los drones nos traerán las piezas de los muebles a casa (a lo mejor es que en esa época la Alcaldía tenía otras prioridades).

Hay elementos positivos, como el carril-bici o ahora el bosque de la Sierra del Porquet, pero Alicante y la EUIPO necesitan generar tráfico, flujo de gente e impacto económico más allá de la Playa de San Juan. Esa es el reto que espera al nuevo inquilino de Aguamarga, quizás Christian Archambeau, quizás Patricia García-Escudero, quizás un tercero. Suerte para el que venga.

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