Leo con atención el reportaje en el que Raúl Navarro les resume por aquí cómo va a ser la nueva sede de la Ciudad de la Justicia que, si el cuarto jinete del Apocalipsis no lo impide, llegará al barrio de Benalúa de Alicante en torno a 2025. No solo porque es una deuda histórica con la ciudad. Ha dado la impresión, en numerosas ocasiones, de que las estrecheces de las instalaciones jurídicas alicantinas obligaban a jueces, fiscales y abogados a abrir las ventanas para poder enfundarse las togas, dada la vorágine de trastos, cajas, documentos, e, incluso, no se descarta que los restos de algún secretario judicial desaparecido hace décadas, que se acumulan en las diferentes dependencias. (Abro paréntesis. La reubicación de todo este material también da un poco de vértigo, ya que la tendencia natural alicantina a deshacerse de los recuerdos es tan fuerte, que lo mismo acaban ardiendo en una nave industrial olvidada más allá del círculo de Orión, o de la carretera de Ocaña, que es lo mismo. Cierro paréntesis). La experiencia con los trámites administrativos de la Generalitat nos obliga a no considerarnos dueños del pisito hasta que nos den las llaves. Pero parece que hay avances.
Yo, que no seguí la tradición jurista de mi familia materna, celebro la ocasión por otro motivo. Ha tenido que llegar la intervención de dos instituciones externas, la Conselleria de Justicia y el Ministerio de Defensa, propietario del solar en el que se ubicará el nuevo edificio, para que el urbanismo de la ciudad considere la posibilidad de rellenar huecos. Históricamente, ya me corregirá alguien que sepa más que yo, los planes municipales alicantinos son siempre expansivos y alocados. A consecuencia de la grandilocuencia y de los accidentes geográficos, el trazado de Alicante parece un pulpo con exceso de brazos. (Abro paréntesis. Al contrario que los octópodos, sin embargo, no está demostrado que esta ciudad tenga tres corazones y, mucho menos, nueve cerebros. Cierro paréntesis). Un proyecto como este ayuda a dar salida a solares infrautilizados y a vertebrar los diferentes barrios, una verdadera necesidad si, en algún momento, alguien se muestra dispuesto a dotar a Alicante de una idea válida de ciudad.
Por último, la ubicación en sí misma. (Abro paréntesis. Voy a dejar de lado que la Ciudad de la Justicia se situará junto a uno de esos locales que no cierran nunca, nunca, con las posibilidades de realidad y ficción que deja abiertas esta circunstancia. Cierro paréntesis). A la salida de Benalúa y Alipark. Al lado de un centro escolar que tuvo que pelear un patio de recreo hace años. Frente a los actuales juzgados y su peso simbólico, ya que Miguel Hernández fue encarcelado en esas mismas instalaciones. Y, ni siquiera hace falta que abra paréntesis porque ya saben que soy de San Blas, a espaldas de las vías ferroviarias que, alguna vez, darán paso a un bulevar. Si todo lo que les cuenta Raúl se cumple, incluida la reordenación de la Audiencia y el resto de edificios municipales, si todo lo que alguna vez nos han vendido en el wallapop de la política se cumple, si alguna vez disponemos de un plan urbanístico sensato, medido y sin favores que prestar, puede que Alicante pase de una vez de oruga a crisálida. Que eche a volar como una mariposa está más complicado. Y, por fin, vaya cobrando sentido.