vals para hormigas / OPINIÓN

La bondad de los extraños

13/01/2021 - 

Entre pandemias, asaltos al Capitolio y borrascas extraordinarias, 2021 nos sigue dejando a la intemperie. Dependientes de la bondad de los extraños, como la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo. En Estados Unidos, da la impresión de que los dueños del manicomio van dejando atrás las diferencias entre jungianos y freudianos para aislar los desvaríos del descerebrado en jefe, pero aquí seguimos encerrados en una diligencia desbocada sin nadie que se ponga a las riendas. La epidemia está descontrolada tanto en Burgos como en Gloucester o en la Baja Renania y el virus carece de conocimientos politológicos. Y en cuanto el cambio climático se desborda en nevadas históricas, solo la solidaridad de los vecinos es capaz de salvarnos del alud. A uno, que ni se parece a Vivian Leigh ni, mucho menos, al hipersexual Marlon Brando de la película, le dan ganas de arreglarse unos tules para buscar compañía en un hotel de mala muerte del profundo sur. La cosa de salir en camiseta imperio en medio de esta tundra en que se ha convertido la península se la dejo a Juan Carlos de Manuel, que gritará como nadie lo de ¡Stella! en su sierra de Espadán.

Con todo, se agradece que Filomena nos haya invadido con unos registros meteorológicos que tienen mi edad. Por primera vez desde hace nueve meses, los informativos dejaron a un lado el goteo sistemático de datos incontrolables que nos atemorizan para centrarse en el frío, que es algo que todos entendemos mucho mejor, porque venimos repasando la lección del clima desde la primera vez que nos subimos en un ascensor. Y se agradece mucho más el esfuerzo de quienes bajaron a la calle a esquiar, a disfrazarse, a mostrar en las redes la desaparición neblinosa del Preventorio de Alcoy. Sin duda, lo más efectivo contra la nieve y el hielo es la sal de Torrevieja, pero nada alivia más este laberinto de tensiones que una dieta baja en hierro para los asuntos verdaderamente importantes. Estamos descabezados, algunos nos sentimos demasiado responsables de todo lo que está pasando y otros lo somos, en mayor o menor medida. No vemos más salida del túnel que una vacuna de laboratorio y una pala del Leroy Merlin. Pero tenemos ganas de superar todas las adversidades y de repetir, un siglo después, la incontrolable alegría de vivir de los años 20.

Volvamos a Nueva Orleans de la mano de Tennessee Williams. Ni la confianza ni la agresividad salen bien paradas en la excepcional obra de teatro que trasladó Elia Kazan al cine. Al final, solo el personaje de Stella acaba salvándose una vez que abre los ojos y descubre que ha malvivido una hostil realidad. Puede que una mañana de la próxima primavera aprendamos a alejarnos de contagios, ventiscas y extremistas disfrazados de bisonte. Pero mientras, no está mal que de vez en cuando sepamos celebrar con té una buena fiesta de no cumpleaños. Compartir mesa con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. Y dejar por un momento que un tipo que pasea con un disfraz de dinosaurio por las calles nevadas de Madrid nos despierte una carcajada.

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