ALICANTE. Lo que era una conversación normal trascendió en una charla filosófica, e incluso teológica, cometiendo quizá ambos el sacrilegio de decir el nombre de Dios en vano. Hablando precisamente de esas virtudes humanas que tanto promulga el evangelio, y Jesús Terrés (Valencia, 1977), el entrevistado hace una alegoría de aquello que dijo Cristo sobre que los mansos y humildes verán a Dios. Él se conforma con que se recupere la limpieza en la mirada y la elegancia en la compostura.
¿Qué es lo que te lleva a escribir? ¿Cómo escoges los temas sobre los que escribes?
Empiezas fuerte. Algunos escritores dicen que hay una corriente literaria, e incluso filosófica, yo intento no seguir ese cliché, escribo porque cuando lo hago me siento vivo. Cuando expreso lo que pienso por escrito es como que el mundo se ordena y si no lo hago, todo está más oscuro, hay más niebla. Me apago un poquito, necesito regarme, como una planta, que cuando se le echa agua va para arriba y cuando no hago mis cosas y tal, pues no me siento tan vivo, creo que es la mejor forma de expresar lo que siento.
¿Cuándo decides dedicarte a escribir y a vivir de ello?
Me considero más lector que escritor. Uno de mis primeros recuerdos de primero y segundo de EGB fue cuando me encargaron poner las etiquetas de los libros de la biblioteca. El paso de lector a escritor fue muy natural, en la adolescencia quizá. Desde que empecé a escribir mis reflexiones por anhelo personal hasta que empecé a publicarlas pasó poco tiempo, fue algo rápido.
Tienes un consultorio, un buzón en el que respondes preguntas a tus lectores, ¿cómo surge?
Escribí durante diez años una columna llamada Nada importa en la que hablaba sobre recomendaciones, sobre curiosidades nacidas de mi propia curiosidad. Después de unos años, una lectora me sugirió que porque no empezaba a hacer un consultorio, y ahora es un producto editorial que me gusta mucho, lo miro puramente como escritor. Me gusta responder a la persona, que sea gente real y problemas reales, esas cosas que parece que sólo te han pasado a ti pero en realidad le ha pasado a mucha gente, personas que trascienden lugares y tiempo. Me centro en los problemas que más nos afectan, los emocionales.
Es interesante lo que dices, los problemas laborales se pueden sobrellevar, sin embargo, los emocionales nos tumban, nos inhabilitan.
Sí, me viene a la cabeza una compañera que no fue un día a trabajar porque le dejó su pareja, que no podía escribir dadas las circunstancias, me dijo que con un resfriado podía trabajar pero con dolor emocional era imposible.
¿Tú por ejemplo puedes escribir con mal de corazón?
Sí, porque para mí escribir es una terapia en sí mismo. Además nunca he creído en la inspiración, no creo en las musas, para mí escribir es como ir a ganarse el jornal, bajar a trabajar la tierra.
Leí en uno de tus artículos que la gente más feliz suele ser la que no hace planes, ¿crees que la vida es sencilla y somos nosotros quienes nos la complicamos?
Por supuesto, sobre todo los que tenemos la tendencia (creo que a ti también te pasa) a sobreanalizar las situaciones. Los que son más felices son los que no trufan demasiado la realidad, el pensar te aleja del mundo, de todo lo que estás viviendo. Una de las personas más inteligentes que conozco dice siempre que la clave de la felicidad es no pensar.
¿La existencia se nos hace más complicada a los que sobre-analizamos?
Es una condena. Cuando veo una película no termino de disfrutar de ella porque me quedo ensimismado analizando cada secuencia y cada escena. Con la vida pasa lo mismo que con la película, si te quedas pensando en cada momento, te la pierdes y se pasa volando.
En una entrevista tuya en el Diario de Almería leí que querías crear una comunidad de gente sensible, me da un poco la sensación de que hemos perdido esa sensibilidad, de que nos hemos olvidado de la empatía hacia el otro.
En las presentaciones y en las interacciones me doy cuenta de que mis lectores tienen mucha sensibilidad, hay empatía, la gente te pregunta cómo estás. Aunque no lo parezca, yo vivo bastante recluido, no tengo una vida muy sociable. Sin embargo, cuando uno va por la calle, te das cuenta de que la gente no interactúa, no te saluda o no tiene educación. No se si es por falta de empatía o por egoísmo, pero sí que sé que se piensa menos en el otro.
Has escrito sobre la falta de educación, a mi es un tema que me cabrea mucho, la pérdida de valores que hay hacia los otros.
A mí es un asunto que me obsesiona, no entiendo la gente que va en el tren y va hablando alto, o los que ven que hay una persona mayor y no se levantan, no lo entiendo. Es fácil caer en la desesperanza pero hay que tener fe.
Soy bastante contundente con la falta de educación, es más, creo que una persona que no tiene educación dudo mucho que sea buena persona.
Te lo compro. La educación no es una cosa que se adquiera por haber estudiado, tiene que ver con la bondad. El que ve a una persona mayor y no hace el gesto de ayudar no tiene parangón, ahí son muy pesimista, muy nihilista. Es lo que dices, dudo mucho que ese pueda ser una buena persona, alguien honesto no haría eso.
Cuando uno va por la calle, no sabes si estás en una ciudad o en una jungla, hay mucha falta de tacto, ¿crees que se ha perdido la elegancia?
Sí, te veo un poco misántropo ahí (risas). Se ha perdido la empatía, y me parece super elegante. Se ha perdido la sencillez en la mirada, esa mirada limpia. Muchas personas terminan agrietándose por sus conflictos no resueltos, y creo que esas grietas terminan haciendo que la empatía se vaya velando y disipando. Hay que tener tus mierdas lo más solucionadas posibles.
Cada vez más gente toma ansiolíticos…
Totalmente, cuando uno va a una farmacia no te tomas más que con productos destinados a dormir, para anestesiar…
Creo que es elemental tener una vertiente espiritual en el día a día, ¿tú tienes alguna propia?
He hecho mucha terapia, mucho psicoanálisis. Ahora trato de meditar, pasear, lo hago descalzo en la arena. Estos últimos años he tenido un acercamiento diferente a los evangelios por culpa de Emmanuel Carrere y su libro El Reino. Me lo recomendó mi amigo Diego Garrocho y siempre exclama que es un ensayo escrito en estado de gracia. Me ha hecho pensar mucho.
Fíjate, he leído muchos libros sobre espiritualidad, y sin duda, el de Carrere, sin ser él un experto en la materia, cuando habla de la oración cristiana, es de lo mejor que he leído sobre el tema.
Además cuando escribe aquel párrafo es cuando ha vuelto a su ateísmo, es muy interesante.