Hoy es 22 de noviembre

de la vía p'arriba / OPINIÓN

Hospital General de Elche, Consultas Externas, Rayos, Sala 2

29/10/2020 - 

La enfermedad es terrible sobre todo si la padece un ser al que quieres. Cualquier enfermedad lo es, pero sobre todo aquella que te hace patente la vulnerabilidad del cuerpo que habitamos. Estoy en la sala de espera de Rayos, en el edificio de Especialidades y Consultas Externas del Hospital General de Elche y espero una prueba sencilla.

Enfrente de mí hay una mujer de mi edad o algo más joven, que abraza y consuela a un chico que por tamaño podría tener 20 años, pero que entreveo en la mascarilla y los gestos que debe tener máximo 15. Seguro que son madre e hijo. Me ha dado una pena terrible. Un adolescente de casi dos metros y 15 años se come el mundo y una mujer de 50 se come dos. Menos si hay una enfermedad de por medio.

¿No les ha pasado de ir en el autobús o el tren e imaginar las vidas de las personas que nos rodean? Ahora eso ya no se hace, porque en cuanto entramos al transporte público, sacamos del bolsillo el teléfono móvil y nos metemos en el mundo virtual. Ya no miramos ni el paisaje por la ventana, ni a los que nos acompañan en el trayecto.

Bueno pues hoy, esperando mi cita en la sala de espera de Rayos, he visto a esa mujer y ese chico abrazados, consolando la mujer al joven con cara de susto o pena y me he imaginado cuál podría ser el motivo de su dolor.
Estaban en el pasillo de rayos y aquí vienes a que te vean por dentro. O bien a él o a ella. No sé quién estaba enfermo de los dos, pero la madre consolaba al joven.

Lo lógico sería pensar que el que tenía algún problema médico era el joven, pero entre madre e hijo, quién consuela a quién no es fiel reflejo de quien está enfermo y quien no. ¡Qué duro es que alguien querido esté enfermo, pero qué duro es estar enfermo tu e intentar que no sufran los de tu alrededor!

Estamos a punto de meternos otra vez en una de esas malditas olas de esta remaldita pandemia. La segunda ola, la segunda ola B o la tercera, ya me descuento. ¡Que dejen ya de hacer curvas y de contar olas! Anoche escuché a un historiador en la radio decir que esto pasará y volveremos a vivir como antes.

El hombre comprendía, como ciudadano que es, esta zozobra de todos, esta incertidumbre y este miedo que nos hace pensar a estas alturas, si saldremos de esto algún día. Pero como historiador, contó que esos debían ser los mismos sentimientos que tendrían los que vivieron el cólera, la gripe de principios del XX, la Guerra Civil y tantas otras situaciones adversas que han tambaleado la vida cotidiana de las sociedades y que han pasado y terminaron.

No se si hay muchas como esta, que se hayan extendido a todo el planeta, porque la Guerra Mundial no lo fue realmente y las epidemias del pasado no se propagaron como esta a cada rincón del mundo, porque no nos movíamos tanto en eso que se llama mundo global.

Tengo ganas de abrazar a alguien más que a mis dos convivientes. A mi madre, a mi padre, a mis amigas, a mis hermanos. Tengo ganas de no medir a cuánto estoy de uno o de otro y de no extrañarme por ver películas o imágenes de gente apelotonados. Tengo ganas de venir al hospital sin más protocolo que la educación y los modales correctos. Tengo ganas de hablar de otros problemas y de vivir sin este miedo qué planea cada mañana encima de cada gesto que hago.

Se ha abierto la puerta y salen madre e hijo con otra cara. Alegres y abrazados. Mis pensamientos vuelven a ellos y sonrío de verlos felices y seguramente aliviados. Pero vuelvo a la cruda realidad cuando la enfermera saca un spray y unos rollos de papel y se pone a limpiar diligente los pomos de las puertas y el espacio de donde ellos han salido y en el que ahora debo entrar yo. Cuando higieniza la zona me dice,¡adelante! y pienso, venga esto pasará, como las guerras, las epidemias del pasado y todo lo demás.

Noticias relacionadas

next
x