ALICANTE. Es tarde, y Óscar Manteca interrumpe mis rutinas cercanas al descanso para juntar unas letras y dar mi opinión sobre el Hércules. Es lunes, y como cada inicio de semana hemos tenido tertulia en Esport Alacantí. Mis invitados suponen la diversidad personificada, optimistas y cenizos, de izquierdas y derechas, de la capital y de la comarca, periodistas, árbitros, exjugadores… Todos ellos me enriquecen, pero hoy, como decía Tevenet, me acerco al "vecino pesimista".
Dani Rodríguez, que imagino aún se recupera de los Moros i Cristians de Sant Vicent del Raspeig, nos comentaba lo complicado que lo tiene el Hércules para entrar en 'play-off'. Sí, en 'play-off', de nuevo estamos con esas. Un servidor dejó de creerse motos hace como un mes, ninguna fe es inquebrantable, y la fragilidad de este equipo podría hacer dudar hasta al más espiritual. A cinco puntos más 'average', algunos ven, a falta de cuatro partidos, síntomas de mejora y opciones reales de alcanzar la cuarta plaza.
No seré yo el que hunda las esperanzas del blanquiazul más sufridor y hambriento de alegrías, pero por el momento, tampoco me subiré al barco. Poco tiempo queda, y muchos factores influyen y deben alinearse para que la temporada vaya más allá del encuentro ante el Llagostera. Vamos, que veo más cerca un anillo de los Celtics, con su pléyade de estrellas lesionadas, que el nombre del Hércules en el bombo del sorteo de la promoción. Así soy yo, un poco cenizo.
Complicado se me antoja superar al Lleida, y si así fuera, y esquivásemos las trampas de esa suerte de césped artificial de El Clariano en Ontinyent, los de Visnjic enfrentarían la segunda salida consecutiva en el Martínez Valero. Ante una afición que vuelve a creer en los suyos, con Pacheta en el banquillo, y con todos los ingredientes que reúne un derbi. Supongamos que hay pleno, con la victoria ante Llagostera incluida, aún tocaría ver caer a Badalona y Cornellà. Por cierto, este último con un calendario favorable.
No podemos pasar de la euforia al cataclismo de forma tan abrupta. Esta bipolaridad machacaría la moral de cualquiera, y sospecho, es gran parte de la causa de los fracasos de cada proyecto en el Hércules. No hay paciencia. Y ya sé que hablar de esta virtud, en este club, y en esta categoría es como pedirle a Ortiz que ponga los partidos por la tarde, pero es que en el fútbol, como en la vida, las cosas no suelen llegar de ya para ahora. Esto es un poquito más difícil, y el éxito no se sustenta en la eterna supervivencia sobre el filo de la navaja.
Miren, yo ya pienso en la próxima temporada. En que Javier Portillo pueda iniciar su proyecto con tiempo, con su entrenador como primera piedra, con un delantero que rompa el maleficio del nueve, y con un equipo que vuelva a ilusionarnos (el actual lo hizo), y lo argumente en el campo. Oigan, que si al final se meten en 'play-off', no piensen que me dará pena. Saltaré de alegría y diré que no creía, como cuando asumí que la plantilla en septiembre me sonaba a pelear por el primer puesto. Hagan que me equivoque otra vez.