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SED BUENAS Y LEED

Fede Nieto, Niño Anómalo vs. Bosque-Monstruo, los teletubbies psicópatas

27/05/2019 - 

ALICANTE. Una de las maneras de leer más peligrosas, peligrosa para aquel que lee, es algo que podríamos llamar ‘empatía absoluta’, ser capaz de vivir, de reproducir en piel propia, en el córtex cerebral, la experiencia de lo narrado, percibiendo todas y cada una de las sensaciones del personaje, del narrador, de la palabra hecha acto.

“Soy un niño anómalo y tomo decisiones por miedo”, nos dice en un determinado momento el narrador de Niño anómalo, y el terror se nos mete en los huesos y rezuma por la punta de nuestros dedos. Si en ese momento de la lectura nos pusiéramos frente al espejo, seríamos incapaces de mantenernos la mirada.

En la clandestinidad, en la conciencia de la clandestinidad desde los siete años, después de que paramilitares encapuchados entren en su casa, golpeen a su madre y encañonen a su padre, Fede Nieto colabora con los milagrosamente supervivientes del asalto en la creación de las nuevas rutinas familiares: los traslados, las prospecciones en las nuevas viviendas, localizando los puntos débiles, los puntos de fuga, las salidas, las ventanas, los recorridos de huida que solo deben permanecer en el mapa de la memoria, no siendo registrados nunca en un soporte físico. Años más tarde, sobreviene el exilio, la pérdida, la huida de la Argentina que más que huida es una expulsión en toda regla, que rompe el hilo que los une a la cálida red de amigos y parientes, cultos y politizados, una comunidad de seguridad y afecto poblada de políticos vocacionales, como su madre, que choca una y otra vez contra la tozuda realidad argentina en cada visita a los barrios trabajadores: “Les [explicamos] nuestras ideas. Ideas de libros, de discursos, fruto de un sentimiento de empatía. Pero esas son nuestras ideas, no las de ellos [los obreros]. Las suyas están mucho más ligadas a la necesidad inmediata”. Es entonces cuando surge el otro que nos habita, y que en Fede Nieto adopta la forma de Niño Anómalo, un ser hecho de rabia y miedo, que lo domina y lo maltrata, y que al pasar de los años, no envejece ni pierde poder.

“El exilio [...] es dos fenómenos fundamentales en un solo hecho”, tiempo y espacio perdidos, sustituidos por el tiempo y el espacio de la llegada, un territorio habitado por gente que “no es capaz de ver que su cultura es un traje a medida hecho de siglos de tradiciones”. Primer destino: Estrasburgo. Destino definitivo: Barcelona. “Este país en el que vivo tiende a la amnesia histórica. No tiene valor para darse cuenta de lo miserables que llegaron a ser. Niega constantemente la posguerra y la maquinaria de venganza instaurada en España con la victoria fascista”.

La literatura testimonial, como las autoficciones de viaje astral, es un estar fuera de nuestro cuerpo, pero también fuera del cuerpo del narrador, del personaje, de la ficción, es narrativa para ser leída con las tripas encogidas en un nudo de hipersensibilidad. En una correlación precisa y matemáticamente perfecta, el trabajo fotográfico de Fede Nieto desarrolla la teoría de los no-lugares de Marc Augé. “No dependo económicamente de las fotos y me doy el lujo de hacer lo que me da la gana. Hay algo de Niño Anómalo en mi manera de trabajar. Cuando hago fotos no hablo, observo y callo, soy lo más discreto posible. Utilizo la luz que hay y nunca le pido a un artista que haga algo. Un día, un músico me describe como un fotógrafo invisible. Me gusta”.

La magdalena proustiana de Fede Nieto adoptó el nombre de Jana, su hija nacida en 2001, con la que intenta ser el padre que su primera infancia, al que recuerda divertido, loco y escatológico. “Cuando mi hija cumple siete años, me la imagino con mi vida. Siete años no es nada. Me veo en la distancia y no logro entender cómo pude caminar sin suelo. Ella está perfectamente preparada para vivir. Jana vive sin miedo. Sin fronteras que la limiten”. El exilio ha acabado y Niño Anómalo se funde en un horizonte brumoso, para volver con fuerzas y rabia renovadas tras el golpe de la separación matrimonial. El camino doloroso que convierta al otro, a la otra, de su mujer en su ex, de su ex en la madre de su hija. Una espiral de duelo que lo llevará de vuelta al origen de todo. Y leyendo ese final, pienso si Fede Nieto ha visto This Must Be the Place, la peli de Paolo Sorrentino protagonizada por Sean Penn, e imagino a Niño Anómalo con una peluca que emula la melena electrificada de Robert Smith, el líder de The Cure. Tambien pienso que sí, que los editores Hurtado & Ortega han encontrado “un autor”, nacido en 1969, en Argentina, residente en Barcelona.

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