Creo que el mejor resumen que puedo ofrecerles de mi evolución personal durante el confinamiento es que empecé pensando en César Vallejo y ahora estoy a punto de sumergirme en La Ilíada. Probablemente, a muchos les parecerá una idiotez y seguro que tienen razón. Pero cada uno afronta el confinamiento como mejor puede y, visto lo visto por las redes sociales, créanme que no es el análisis más absurdo que he visto por ahí. Y eso que no me detengo demasiado en comprobar de qué pasta está hecho cada ser humano. Como sospecho que ya lo he dicho antes, insisto. De uno en uno somos mucho más interesantes, pero en masa es como avanzamos y superamos los escollos. No estamos tan lejos de las langostas, los insectos. Un ejemplar sirve para detenerse un rato a descansar en el campo mientras se observan sus saltos y movimientos. En enjambre son capaces de cruzar el Estrecho de Gibraltar.
Como tiempo es algo que no nos falta en estos momentos, y dado que opinar se ha convertido en una tarea complicada para todos aquellos que nos sentimos cómodos en el terreno de las dudas, he recordado lo que escribí en la primera columna que me dieron, en uno de los medios para los que he trabajado. Cité a Bogart, qué novedad, en Casablanca. Rick y el Mayor Strasse hablan sobre Victor Laszlo, un importante líder de la resistencia antinazi al que el alemán pretende detener. Rick sostiene que su interés en el destino de Laszlo, ahora casado con la mujer de su vida, “es puramente deportivo”. Strasse le pregunta si, en este caso, “no siente afinidad por el zorro”. Y Rick le contesta: “No particularmente. También comprendo el punto de vista del sabueso”.
En esas arenas movedizas me he movido siempre y no voy a cambiar ahora, que ya tengo una edad. Entre otras cosas, porque hay un par de cosas que he ido acumulando con el paso del tiempo. Una es la paciencia, que antes no tenía. Otra, el convencimiento de que nuestros seres más cercanos no siempre tienen razón. Esto incluye también a cada uno de nosotros. Así que me asombra ver el convencimiento de mármol sin labrar que muestran algunas personas a un lado y otro del eje social, en todos los aspectos, no solo el político, que sigue siendo el más evidente ahora que la pandemia no permite que se pueda hablar de fútbol.
Así pues, con toda la información que va a apareciendo y todos los comentarios que se le dedican, voy de un lado a otro como una pelota de tenis. Y en ocasiones, le apunto el set a alguno de los contendientes. Pero debo confesar que me estoy acercando silenciosamente a la altura de la red y en cualquier momento me quedaré enganchado. Y me centraré subliminalmente en lo único que importa de verdad ahora mismo, que es salir de esta, con la complicidad y la solidaridad de todos. Mientras tanto, dedicaré buena parte de mis esfuerzos a leer a Homero. Y, como Vallejo no merece que les deje sin recordar alguno de sus versos, y además inventó el verbo desislarse, tan apropiado como destino para nuestro actual archipiélago de balcones, me despido con él. “Importa oler a loco postulando/ ¡qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,/ el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo!”. No le busquen más sentido. Es solo poesía.