Ha participado en el Alicante Technology Forum, en la mesa redonda 'Quién controla a quién: tecnologías, empresas, políticos y ciudadanos en la Intranet de los derechos y los metaversos'
ALICANTE. El emprendedor social y digital Diego Hidalgo es una persona polifacética. Es el fundador de Amovens, la primera plataforma de coche compartido de España. También lo es de Spacebee; Pontejos; y del fondo de inversión en empresas sociales Ballensworth. Fue uno de los patronos fundadores de la Fundación United Way España y colaborador de diversas ONG. Además, es autor del libro "Anestesiados. La humanidad bajo el imperio de la tecnología" y miembro del Consejo Asesor de Hermes. Así, recientemente, Hidalgo ha participado en el Alicante Technology Forum, en la mesa redonda 'Quién controla a quién: tecnologías, empresas, políticos y ciudadanos en la Intranet de los derechos y los metaversos'. Sobre esta charla y su libro habla con Alicante Plaza para aportar claves de los peligros que pueden ir asociados en la actualidad a la tecnología.
¿Qué está ocurriendo con la relación entre sociedad, ciudadanos, empresas y otros roles con la tecnología?
Estamos en un punto interesante y crucial. Hemos tenido una visión puramente de "luna de miel" con las grandes tecnológicas y la tecnología digital en general. Siempre se ha considerado la digitalización como sinónimo de progreso en la mente de ciudadanos y políticos, y por supuesto que hay cosas muy positivas, no soy tecnófobo. En los últimos 40 años ha emergido una conciencia, aún demasiado tímida, de que, en realidad también nos enfrentamos a problemas que no podemos ignorar.
¿Qué problema puede generar el uso de la tecnología sin filtros en nuestra vida diaria?
En resumen, lo que se identifica como el problema raíz es que la digitalización niega o reduce nuestra libertad con mecanismos que nos convierten en seres cada vez más predecibles. A veces, es difícil darse cuenta. Uno puede darse cuenta de algo evidente como un problema de adicción a las pantallas, pero rara vez alguien se da cuenta de que lo que nos apetece comprar o consumir y que pensamos que hacemos de forma libre, viene fuertemente determinado por lo que nos enseñan esas pantallas. Hay que analizar esos mecanismos.
¿En este sentido, quién nos controla y cómo?
No hay una respuesta simple. Primero, estamos viendo una enorme concentración de poder en el sector tecnológico en manos de un puñado de empresas que dominan en gran proporción ese mundo. Estas compañías, a su vez, están gobernadas de forma hiperconcentrada con entre una y tres personas. En la historia ha habido varias fases con monopolios como, por ejemplo, el del petróleo a finales del siglo XIX y desmantelado en 1911. La diferencia es que en ese caso, gobernaban una parte muy pequeña de la sociedad. No dormían en nuestra mesita de noche ni sabían lo que escribimos, ni geolocalizaban o recababan datos.
En este momento, en las dinámicas del sector tecnológico actual vemos cómo una cantidad ínfima de individuos está presente en buena parte de nuestras vidas. Es importante saber cómo lo están haciendo, porque la gente ve poco lo que nos jugamos dando nuestros datos, aún no se divisa claramente. No sólo hablamos de ciberseguridad, robos o chantaje, que es algo que existe, pero nos jugamos mucho más que eso. Hay grandes tecnológicas que están teniendo un conocimiento mucho más profundo de quiénes somos. Pueden influir en cómo pensamos y saber cómo persuadirnos. Si abrimos los datos de forma muy amplia a estas empresas acabamos entregando en bandeja nuestra forma de vivir y les damos claves para influir en nosotros. Tienen modelos apoyados en neurociencia, cada vez más sofisticados para ese análisis. No hace falta ser conspiracionista para decir que hay dinámicas opresoras en la industria. El principal riesgo es ese y también otras dinámicas de control. Por ejemplo, el que pueden ejercer estados con el control de ciudadanos como ocurre en China.
¿Qué se puede hacer para impedirlo?
Como con cualquier problema complejo no hay una respuesta absoluta. En mi libro, los nueve primeros capítulos son de identificación del problema y solo el último es de pistas hacia soluciones. La clave es retomar el control; usar la tecnología y no ser usados por ella. Pero es complejo, no me gusta ser sensacionalista porque sí.
En Cambridge, realiza uno de los primeros estudios académicos sobre el impacto de Facebook en las relaciones humanas en 2007. ¿Cómo ha cambiado la situación desde entonces?
Lo que ha cambiado desde 2007 es que la tecnología es muchísimo más invasiva y penetra en los entresijos de nuestra existencia. Cada día estamos más absorbidos por las tecnologías. En el libro desarrollo un pequeño modelo para explicar "tres eras de la tecnología". Y lo hago comparando momentos con los estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso.
La primera era de la tecnología se asocia al ordenador personal, se parece a los sólidos. Esa herramienta es la que se asocia a la tecnología y como un sólido tiene un volumen propio, lo puedes coger y acercarte o alejarte de él. Hacia 2007 marco un cambio de era pensando en el lanzamiento del primer iPhone. Cada vez, la relación con la tecnología es más líquida. Es más diifícil de controlar, se esparce y llega a huecos donde quizá no te das cuenta. Además, es más frecuente su uso. Esa tecnología líquida está marcada por los smartphones. Así, penetra en más aspectos de nuestras vidas y se decide menos esa relación. Esa tecnología nos impone más, pero aún se puede controlar. La tercera fase es la gaseosa, el momento actual donde la tecnología es wearable y pronto será implantable. La controlamos menos y se impone más. La tecnología se convierte en una ruleta mental cognitiva constante y nos apoyamos en ella sin darnos cuenta para cualquier cosa. Sacamos el smartphone para cubrir cualquier duda, y a veces de forma inconsciente, para entretenernos, cuando no sabemos qué hacer, cuando nos aburrimos. Llena los instantes en los que estamos con nosotros mismos.
La compañía tecnológica castellonense alcanza los 16,8 millones de euros de ingreso anual recurrente, revaloriza su acción un 70% hasta los 32 millones de euros de capitalización y su área de ciberseguridad crece un 46% gracias a su avance en Latinoamérica