La magistrada Montserrat Navarro es la que dio la orden ayer, sobre las 10.20 horas. Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà. Y en una sección tercera, con viento de levante y sin atisbo aún de la llovizna que iba a caer fuera horas más tarde, arrancaba el juicio del año. Como siempre, los togados iban de negro y Sonia vestía de verde estampado y vaqueros. Alperi se dejaba ver en público después de mucho tiempo, bastante mejor de salud de lo que auguraban los rumores, y Ortiz se cubría con mascarilla ese rictus entre impávido y socarrón que muestra siempre que se enfrenta a las cámaras de los fotógrafos. Dos exalcaldes y un empresario en primera línea de fuego. Solo el desarrollo de un juicio que se prevé intenso determinará si entre barro de trincheras o entre salvas de reconocimiento.
La nueva normalidad significa aceptar lo enrarecido. Y en esas anduvimos los que, de otra forma, habríamos zumbado en enjambre en la Plaza del Ayuntamiento. Apostados frente a un ordenador, una tablet o, incluso, un móvil, los medios seguimos ayer la primera jornada del juicio del caso PGOU desde casa. Y, cada uno en su salón o su despacho, en pijama o vestido de domingo, pudo volver a comprobar que en un juzgado, hasta lo previsible puede llegar a pellizcar la columna vertebral y producir un estremecimiento. Sabíamos que las acusaciones se iban a aferrar a la confesión firmada por Ortiz ante el fiscal Briones como los ciclistas que se emparedan entre periódicos para bajar un puerto de montaña. Y pasó. Sabíamos que las defensas iban a pedir la anulación de las escuchas exprimiendo hasta la última gota de nuestro garantista sistema de Justicia. Y pasó. Sabemos lo que tiene más posibilidades de que ocurra. Pero aun así, llegaremos con incertidumbre hasta que suene el mazo que deje la cosa vista para sentencia.
Ayer, todo fueron carreras metafóricas entre Orihuela y Alicante. Unas, como el Cantó ilicitano, para anunciar la llegada de la virgen. Otras, como las de las medias, para recordar que hay que pasar por Maisonnave a ver cómo están las rebajas. La cosa estaba en ver si las escuchas de Orihuela, si los cambios de corte judicial que empezaron en Orihuela o si la sentencia absolutoria del caso de las basuras de Orihuela tenían que quedarse en Orihuela y no avanzar un milímetro hacia la capital provincial. Pero en la Comunidad Valenciana, en cuestiones de presunta corrupción política, altos somos de mirar a las palmeras, por no salir de Miguel Hernández. Y las carreras del caso PGOU tienen toda la pinta de acabar como la gesta de Filípides entre Maratón y Atenas. Con un último resuello para decir “hemos vencido” antes de exhalar el último aliento. Sin sorpresas en Las Gaunas.
Esto no ha hecho más que comenzar. Y difícil va a ser que todos los que hemos escuchado los pinchazos o leído sus transcripciones vayamos a olvidar lo que sucedió con el tablero de ajedrez de Alicante en el que siempre son las torres las que dan jaque mate. Sea como sea, esta ciudad permanece estancada porque algunos se la han jugado al strip-poker y otros nos escandalizamos con el juego cada vez que entramos al casino. La justicia dictará lo que sea justo, coincida con las hemerotecas o no. Será lo que nos hemos merecido. Pero siempre deberemos procurar merecer algo mejor.
@Faroimpostor