Parecía un serie simpática y gamberra, pero, treinta años más tarde, es imposible ver El príncipe de Bel-Air sin darse cuenta de que fue la primera en gritar que las vidas negras importan
VALÈNCIA. En 1986, el dúo de hip hop DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince triunfaba en las listas musicales americanas con el tema Girls Ain’t Nothing But Trouble. Jazzy Jeff —de nombre real Jeff Townes— había conocido al rapero que se hacía llamar The Fresh Prince —de nombre real Will Smith— por casualidad. Uno de los vocalistas de Jeff no se presentó en una fiesta y Prince lo sustituyó en la consiguiente actuación. Fue así como Townes y Smith empezaron a hacer música juntos, cosechando varios éxitos importantes. Durante una visita promocional a un programa de la NBC, uno de los jefazos le comentó a Will Smith si estaría interesado en participar en un piloto para una serie. El papel protagonista parecía hecho a medida de su desparpajo. El rapero aceptó. Semanas después se rodaba el primer capítulo de una saga que se popularizó en medio mundo. Gracias a ella, a partir de 1990, la comunidad afroamericana se convirtió en protagonista de una comedia de situación, y millones de personas rieron con una serie de personajes de raza negra que, capítulo tras capítulo, nos hablaban también de su cultura, sus raíces, su problemática social y sus contradicciones. Con El príncipe de Bel-Air, los personajes negros dejaron de ser secundarios o anecdóticos. Así y todo, los guionistas pasaron de puntillas por asuntos como los disturbios que se vivieron en Los Ángeles, después de que un jurado exculpara a los policías que habían apaleado al joven Roney King.
En la presentación de cada capítulo se contaba el principio de la historia a ritmo de hip hop. El gamberro Will Smith —su personaje se llama como el actor— se mete en un lío con una banda de Filadelfia y, para evitar problemas, su madre envía al adolescente a vivir con sus tíos a Los Ángeles. Los Banks son de clase alta, tienen mayordomo y un padre que trabaja en una prestigiosa firma de abogados. La llegada del sobrino Will supondrá un inesperado choque para el clan, un conflicto que pone de manifiesto las diferencias de clase dentro de un colectivo tradicionalmente segregado.
Smith temía ponerse delante de una cámara porque carecía de experiencia dramática, pero aceptó, porque la mala gestión de sus ingresos le había generado una cuantiosa deuda con el fisco (el 70% de su salario durante las primeras tres temporadas fueron directamente a las arcas del estado). Medina le pasó el proyecto a su colega Quincy Jones —productor entre otras cosas de Thriller de Michael Jackson— y este lo puso en manos de la pareja de guionistas Andy y Susan Borowitz, que se inspiraron en las hijas de Jones para crear los personajes de Hilary y Ashley, las hijas del matrimonio Banks.
Como ocurre de alguna manera en And Just Like That..., El príncipe de Bel-Air se vale de unos personajes económica y socialmente privilegiados para reflejar realidades y situaciones propias de quienes no lo son. El talante callejero de Will es la antítesis de la personalidad pomposa de su primo Carlton (Alfonso Ribeiro) y de su hermana Hilary (Karyn Parsons), obsesionada con colaborar en acciones a favor de la capa de ozono, que le permitan codearse con estrellas concienciadas como Bruce Willis y Demi Moore. En cuanto a los padres, James Avary interpretó a Philip Banks y Jane Hubert a su esposa Vivian durante las tres primeras temporadas —luego lo hizo Daphne Maxwell Reid—. Acerca de este cambio hay diversas versiones. Una apunta a que fue Will Smith quien presionó para que se despidiera a Hubert, y otra, que la actriz era conflictiva y que tuvo encontronazos con los productores por sus condiciones laborales. Para entonces, la serie, que tuvo su apogeo de audiencia en la tercera temporada, había empezado a perder público. NBC quiso cancelarla al terminar la cuarta, pero sus seguidores no lo permitieron y comenzaron a enviar cartas y a hacer llegar sus quejas a la productora. El príncipe de Bel-Air siguió en antena dos temporadas más.
El final de la serie no se debió únicamente a índices de audiencia, sino que también lo precipitó que Joseph Marcell anunciara su marcha al cansarse de encarnar al mayordomo Geoffrey Butler (butler en inglés significa mayordomo). Sus maneras protocolarias contrastaban con el descaro de Smith y daban pie a situaciones muy divertidas. Sin Marcell, la serie perdía encanto, y Smith anunció que también la dejaba. Durante sus seis años de vida, El príncipe de Beal-Air dejó momentos impagables, como cuando el tío Phil le presenta a su sobrino a los socios de su bufete, Firth, Wynn y Meyer, y él los confunde con Earth, Wind & Fire. El desfile de estrellas invitadas de raza negra fue constante: Naomi Campbell, Kareem Abdul Jabbar, BB King, Oprah Winfrey, Pam Grier y Tyra Banks, que interpretó a Jackie, la novia de Smith. Hasta el bebé que tuvieron los Banks en la cuarta temporada, Nicky, llevaba los nombres de los cuatro componentes del grupo Boyz II Men.
Duración: Del 10 de septiembre de 1990 al 20 de mayo de 1996. En España se emitió desde el 14 de abril de 1991 (Antena 3).
El rumor: En una serie plagada de cameos, Quincy Jones era el taxista de los títulos de apertura, aunque él mismo lo ha desmentido.
El dato: Debbie Allen dirigió los dos primeros capítulos. En España se hizo popular como la profesora Lydia Grant de Fama.
¿Cómo verla?: HBO Max y Prime Video. Reboot: En febrero de 2022, Peacock estrenó la primera temporada de Bel-Air, protagonizada por Jabari Banks.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 108 (octubre 2023) de la revista Plaza