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tribuna libre / OPINIÓN

El derecho de las mujeres a tener una vida plena

5/03/2021 - 

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al webinar organizado por el Instituto de Estudios Económicos de la Provincia de Alicante (Ineca), cuyo título resume de forma tremendamente eficiente lo que a continuación voy a tratar de desgranar: ‘Análisis de la situación laboral de la mujer en la provincia de Alicante: una década sin avances’.

La sesión se dividió en dos partes. La primera, con la intervención de Francisco Llopis, director de estudios de Ineca, en la que con datos y gráficas vino a concluir (y que me perdone por la síntesis sucinta de tan exhaustivo y brillante trabajo) que tanto hombres como mujeres, a pesar de estar igualmente presentes en la sociedad y de tener una formación similar, cuando se incorporan al ámbito laboral, hasta ese momento paralelos, empiezan a divergir.

Los caminos en función del género empiezan a separarse de tal manera que el número de personas activas, las rentas y el acceso a puestos relevantes se distancian dependiendo de si eres hombre o mujer. Es decir, que pasados los primeros años donde el acceso al mundo laboral es parejo, la mujer comienza a desaparecer del mapa laboral; y las que continuamos, nos estancamos. Y además, cobramos menos. Este es el panorama.

La segunda parte del webinar la protagonizó Juana Aznar, profesora de la Universidad Miguel Hernández, quien hizo una presentación realmente interesante.

La docente empezó hablando de las tres esferas de nuestra vida en base a las que repartimos nuestro tiempo y en función de las que tomamos nuestras decisiones: la vida profesional, la vida familiar y la vida personal. He de reconocer que desde este primer momento ya captó toda mi atención, pues yo siempre he defendido esta teoría, aunque desde una perspectiva menos académica y más cotidiana. Yo a las esferas siempre las he llamado mis ‘parcelitas’.

Para que todos tengamos una vida plena, hombres y mujeres, debemos tratar de equilibrar estas tres esferas: laboral, familiar y personal. Esta última, la que va con cada una y su disfrute. Puede ser la lectura, el deporte, las amistades y un largo etcétera atendiendo a lo que a cada uno le gusta hacer en su tiempo de ocio. A la mujer, durante mucho tiempo, esta ‘parcelita’ simplemente no se le asignaba o, mejor dicho, esta esfera no le pertenecía. ¿Se puede disfrutar de una vida plena obviando esta esfera? Yo creo que no.

Sin embargo, el problema no solo estriba en la ausencia de la parcela personal, sino en el excesivo peso que para la mujer ha tenido y tiene la esfera familiar. Seguimos entendiendo que las obligaciones familiares, ya sea el cuidado de nuestros niños o de nuestros mayores, es territorio predominantemente femenino. Este hecho nos lastra de tal forma que provoca las consecuencias que enumeraba en el primer párrafo y que acaban marcando la situación laboral de las mujeres.

Cuando nosotras buscamos el camino en el ámbito profesional, de manera consciente o inconsciente, nos autolimitamos entendiendo que más responsabilidades laborales suponen mayor tiempo y, en la misma línea, que optemos por trabajos a tiempo parcial para que la vida familiar no se resienta. Ni que decir tiene que todo esto conlleva, como consecuencia final, que las mujeres contemos con una renta menor y, por tanto, una menor calidad de vida.

Capítulo aparte, y mucho me temo que será un tema del que hablaremos largo y tendido, es la aparente involución que se está produciendo en las generaciones venideras. Era solo una impresión, pero Juana Aznar me lo confirmaba en el turno de ruegos y preguntas. Hay una tendencia creciente entre las adolescentes de hoy que las hace cada vez más dependientes de sus parejas. Necesitan sentir que las controlan (casi siempre a través de las redes sociales) para sentirse queridas. Y lo que es peor, la violencia de género, tanto física como psicológica, en este marco de edad está creciendo. Es aterrador.

Después de décadas de lucha para que las mujeres ocupemos el lugar que nos corresponde, ni más ni menos que al mismo nivel de los hombres, nos encontramos con estos datos que nos dan de frente contra la realidad. Sin duda, algo no estamos haciendo bien y, desde luego, merece la pena una reflexión para saber cómo actuar en consecuencia.

Hemos avanzado mucho, pero no lo suficiente. Sigamos visibilizando el problema, continuemos trabajando para solucionarlo y no caigamos en la autocomplacencia de pensar que ya hemos llegado cuando la meta aún se vislumbra muy lejos en el horizonte.

Los hombres y las mujeres no somos iguales, y en ningún caso esa debería ser nuestra aspiración. Sí somos equivalentes y merecemos, por tanto, asumir las mismas responsabilidades y disponer de las mismas oportunidades

Cuidemos todos, hombres y mujeres, del equilibrio de nuestras tres esferas o ‘parcelitas’ para conseguir una vida plena. Gracias, Francisco. Y gracias, Juana.

Esther Guilabert Bordonado es miembro de la junta directiva de Ineca

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