Estos días son los que se suelen emplear en los medios de comunicación a la espeleología electoral, que es esa búsqueda de datos que permite saber qué ha votado cada una de las poblaciones cercanas. Para establecer patrones, para destripar errores, para sacar a la luz que entre la jerarquía política también se rinden cuentas. La vida y sus columpios. Las nuevas tecnologías, además, permiten escudriñar incluso en las tendencias políticas de los vecinos, que es como meter una cámara por una ventana y desvelar un adulterio, que es lo que hizo Alfred Hitchcock en Psicosis. Tiene mucho de morbo destapar lo que está oculto. Y el voto, dada su condición inicial de secreto, es un prejuicio con el que nos encanta mirar de reojo a quien no nos cae demasiado bien. No sé ahora, pero la orientación política también podía ser un requisito en los tiempos de antes de Tinder y un ideal podía alcanzar la misma hechicería que una mirada miope o el delicado gesto de sujetar un mechón sobre una oreja.
No vamos a tener demasiado tiempo de abrir nuestras cajas de entomología política en Alicante. Porque viene puente largo. Porque viene manifa obrera. Y porque mañana rasgamos el papel de regalo de la primavera con la peregrinación a Santa Faz. Para el viernes próximo, que contra lo que se suele pensar, es día laborable, ya se nos habrá olvidado quién ganó las elecciones, quién las perdió y quién ha sucumbido a las emociones a fuerza de invocar las emociones. Recientemente, una funcionaria extranjera me reconoció que los puentes son una de las mayores aportaciones españolas en materia laboral. Estuve tentado de explicarle cómo funcionan los altos cargos en cuanto llega un festivo, aunque sea en lontananza, como la sombra blanca de Moby Dick. Es decir, hoy ya no te puedo atender porque mañana es fiesta. Es algo que nunca entenderé. Otro día hablamos de las Hogueras.
Navegamos los alicantinos entre islotes de vacaciones y días sin escuela. Tendremos menos oportunidades de extrapolar los resultados de las generales a las municipales, que están al otro lado del Cabo de Hornos y que dicen los expertos que nada tienen que ver. Y parece que, esta vez sí, aciertan. Imagino que socialistas y ciudadanos andan frotándose las manos. Quizá entre sí, aunque no quieran reconocerlo. Imagino que populares y podemitas habrán pedido hora en los servicios de terapia de grupo en los que también se encontrarán con las cabezas visibles de Compromís, que cuando oyen hablar de Alicante mueven la cabeza como quien escucha la última anécdota de un niño incorregible. A los de Vox, procuro ni siquiera imaginarlos.
Cabe esperar que los resultados electorales, estos últimos y todos los que están por venir de aquí en adelante, conduzcan a una mejora de la sociedad en todos los órdenes. Al menos, entiendo que ese es el verdadero sentido de la Democracia. Convendría también que, en Alicante, comenzáramos a exigir también una redefinición de la ciudad, sea quien sea quien se gane el derecho de dar palmas al sereno de la Alcaldía. Mañana no, que hay manifa. Pasado tampoco, que hay romería. Ni el viernes, que hacemos puente. Después llega el fin de semana y ya casi nos plantamos en Hogueras. No sé si les suena. Es lo que en esta ciudad llevamos haciendo desde hace años. A ver si lo arreglamos.