Tengo por costumbre pasar por el filtro de la razón y la crítica casi todo lo que leo, escucho, me cuentan e incluso veo. Me gusta, además, dar un contexto y un marco teórico siempre que puedo a mi pensamiento, o al menos intentarlo. Pero como todas las personas, no puedo evitar a veces guiarme por impulsos o percepciones, sin ninguna base racional.
Esta semana con el “asunto Dalmau”, (ya saben, el vicepresidente segundo del Gobierno Valenciano y conseller de Vivienda que entró en política con Podemos desde la universidad y se vuelve a ella harto de los follones de su partido), me he encontrado con uno de esos impulsos sin base racional. Este hombre me ha causado siempre una buena impresión, sin cruzar con él más de 10 minutos de mi vida y la suya. No lo puedo explicar, o no podía.
Le entrevisté en persona una vez, cuando era candidato y me sorprendió su discurso realista pero ambicioso, culto, sosegado y nada anclado en el “argumentario” que suelen traer aprendido, sobre todo los que llegan nuevos a la política o sin personalidad y se agarran a lo que los asesores les envían cada mañana por correo electrónico o en el canal de telegram.
Una vez se fue me olvidé un poco de él, hasta que a mediados de agosto, antes de hacerse pública su marcha o sus desavenencias, fui al barrio de Palmerales de Elche a hacer un reportaje.
Iba por la calle con un compañero cuando nos encontramos con un grupo de cuatro personas que nos contaron muy contentos que eran un equipo de profesionales de distintas disciplinas que desde ese mes, agosto, habían sido destinados al barrio, incluso con una oficina allí. Su trabajo era escucharles, hablar con ellos y muchas cosas más encaminadas a conseguir mejorar la convivencia, solucionar algunos problemas y atender las necesidades de las personas que viven en esos pisos que forman parte del parque público de viviendas de la Generalitat.
Estuve hablando con ellos un rato y luego me informé sobre el proyecto que me pareció una idea brillante y con una ejecución eficaz. Se trata de ayudar al vecindario pero conseguir además, que cumplan con sus deberes de ciudadanía y vecindad, asumiendo responsabilidades. Y me acordé de Dalmau y me reafirme en la sensación que tuve al conocerlo.
Dos cosas. Una; este proyecto se ha puesto en marcha prácticamente en la época del año en la que en este país, en esta comunidad y en esta ciudad no trabaja ni el tato. Y dos; los funcionarios que van a trabajar en el barrio estaban por la calle.
¡Patean la calle! No están en su oficina esperando a que entre alguien con cita previa para ver qué quieren. No. Van a buscarlos.
Al leer que Martínez Dalmau se marchaba, de la conselleria y del partido y se volvía a las aulas, me di cuenta que la gente íntegra que llega a la política a sumar, se encuentra a veces con piedras en el camino que necesita de demasiadas tragaderas para aguantar. Y algunos prefieren marcharse antes que perder la dignidad.
Rubén Martínez Dalmau ha dejado esa impresión en muchas más personas y la prueba es que han lamentado su marcha desde otros partidos e instituciones, en público y en privado. Así lo comentó el alcalde de Elche Carlos González en tuiter, respondiendo a otro de Manuel Illueca.
Es una lástima que la política haya llegado a un punto en el que las salidas honrosas son excepción. Y que haya llegado al punto de que los “aparatos” del partido dinamitan muchas carreras muy válidas. Muchos hubieran optado por tragar o pedir el traslado a otra ocupación que siguiera procurándole poder y sueldo o incluso, el salto a otro partido, (esto ya es más excepcional, aunque como tenemos a Toni Cantó tan cerca cuesta olvidarlo).
Espero que el proyecto de Palmerales se mantenga y avance, llegue quien llegue a dirigir la Conselleria de Vivienda. Y espero que haya más personas como él en la política.