A uno le alegran los días así. Echa un ojo a los medios y a las redes y, de repente, confluyen en un mismo muro el obispo Munilla, Camilla Parker-Bowles, Mark Zuckerberg y Albert Rivera. Es como sacar nombres de una bolsa para ver quién participa en el juego. Tratas de unir los puntos que los unen y te sale un dibujo aleatorio que nunca habrías imaginado. Si además te entretienes un poco en saber lo que está pasando, la diversión aumenta. Uno entrena a caballo para poder entrar a Orihuela en mula sin percances. La otra, que en teoría está más cerca del hípico mundo de Ascot, recibe el beneplácito de Isabel II para que se le tome en serio una vez que su marido, el príncipe Carlos, suba al trono. Si sube. El tercero amenaza con suprimir Facebook en Instagram en Europa si no le dejan trapichear con los datos en Estados Unidos. Y el cuarto ha sido invitado a salir del bufete de abogados en que trabajaba por su bajo rendimiento laboral. En días así, te congratulas de que la actualidad siga teniendo ganas de lanzar bolas de nieve después del temporal. Si lo redondeamos con que un dispositivo nuevo permite andar a los tetrapléjicos, el reloj que anuncia el fin del mundo debería darnos un par de segundos más de respiro.
Los textos que acompañan los titulares anteriores son como la harina que se utiliza para espesar las lentejas cuando no se quiere perder el tiempo cocinando a fuego lento. Todo se resume en que hay gente a la que no le gustan los cambios. Zuckerberg quiere seguir amasando fortuna y poder. La reina de Inglaterra acaricia a su nuera porque quiere consolidar la aceptación de la Corona entre sus súbditos, con lo que eso conlleva de fortuna y poder. Rivera se despeña por tratar de aferrarse a cierto poder que él y alguno de sus correligionarios creen que tuvo alguna vez mientras descuidaba el crecimiento de su fortuna como empleado de una empresa privada. Y he dejado a Munilla para el final porque es el que más de cerca nos toca. El obispo al que en breve se citará en las misas de nuestra diócesis lleva años diciendo que la Iglesia sufre una persecución, opina que cabalga a lomos de la modernidad porque cuelga fotos a lomos de una yegua en sus redes sociales y trata de que los preceptos de su fe se impongan en toda la sociedad porque a eso se dedica el clero desde hace siglos, a acumular fortuna y poder. Salvo en el caso de la monarquía británica, imperturbable, de momento, todos se niegan a acompasarse a la rotación de la Tierra e ir haciendo las maletas. Y se les nota.
Facebook desaparecerá y no se abrirán los cielos. Las monarquías cederán y no sonarán las trompetas de Jericó. Los falsos profetas de la política seguirán sucediéndose, pero irán cambiando de nombre y apellido sin que se desvele el séptimo sello. Y habrá que investigar los casos de pederastia en la Iglesia, algo que, sorprendentemente escapa de la polemista verborrea del nuevo obispo de Orihuela-Alicante, mientras su única solución sea esconder a los agresores como en un cambio de cromos o en remotos monasterios libres de tentaciones. Y el único jinete del Apocalipsis seguirá siendo Munilla. Lo que no sé es si el azar volverá a reunir cuatro nombres como estos en una sola actualidad. Habrá que seguir atentos.
@Faroimpostor