Cuando uno imagina a aquellas personas amigas de lo ajeno por la fuerza allende los mares, piensa en los piratas. A la inversa, los corsarios cristianos hacían lo mismo. Que sorpresa se llevarían algunos al recibir respuesta a sus tropelías de la misma manera.
Permita que me fije como referencia el siglo XV. En aquella época, en la actual demarcación territorial de la provincia de Alicante hubo corsarios promovidos desde Dénia, la Vila Joiosa, Alicante y Orihuela. De todas estas poblaciones, Alicante destacó sobre las demás por el tamaño de su ciudad y el número de sus pobladores con afán de aventura, además de por la importancia de su puerto. Incluso este era el receptor de las capturas importantes de todos ellos, además de castellanos, portugueses y sicilianos. El objetivo del corso alicantino eran principalmente las ciudades costeras africanas.
Había tres clases de corsarios. Los que actuaban con el permiso del Bayle General del Reino situado en Valencia, único que podía conseguir las licencias. Luego estaban los corsos considerados legales autorizados por las autoridades locales, aunque el Bayle no estuviera conforme. Y los ilegales, es decir los que ejercían el corso por su cuenta y riesgo. Como particularidad, no se dedicaban sólo a ser corsarios, sus embarcaciones las usaban también para transporte de mercancías o capturas de pesca cuando se presentaba la ocasión.
Sus barcos solían ser pequeños, incluso una barca de remos si se terciaba el momento propicio. También usaron embarcaciones mayores como la galera, la galeota, el fuste o el bergantín.
Según Hinojosa, el corsario más antiguo conocido de Alicante respondía al nombre de Juan de Alcañiz en 1296. También Per Lenda, Andreuet d´Alacant (1300), Joan Torres (1360) y Cap de Ferre (1389). Es a partir de 1422 cuando esta actividad aumenta mucho destacando los corsarios Nicolás de Bonmatí, Ramón Fels y Joan Pedriolo, según manifiesta Manuel Martínez López en su libro "Piratas y Corsarios en las costas de Alicante". En el mismo recoge de Hinojosa las 35 actuaciones de 1422 a 1429 con 207 moros cautivos apresados con botín y presa, sólo reseñando cuando se apresaron 10 moros en adelante; y algunos más apresamientos antes y después de esa fecha que no detallo aquí porque son muchas.
En contra, muchos piratas venidos de África asolaron las costas mediterráneas de la península ibérica para llevarse lo que no era suyo, además de hacer multitud de tropelías, apresar cristianos que se llevarían cautivos para venderlos como esclavos al mejor postor y secuestrar a todo aquel terrateniente o su familia que no conseguían escapar de ellos por su defensa férrea o por su pericia. Daba igual la edad o el sexo, un buen rescate podía paliar la cartera de cualquier bandido ambicioso.
Las poblaciones ribereñas peninsulares del Mediterráneo les plantaban cara como podían. Los soldados también cuando eran avisados y llegaban a tiempo. Pero lo que quizá no esperaba el pirata del norte de África era que se les pagara con la misma moneda a través del corso desde el ataque, la invasión en tierra si era necesario, la conquista de terruños durante unas horas, apresar cautivos y volver a su puerto base con la bodega llena de todo lo que tenía que ver con su presa. Imagine. Personas, monedas, telas, animales, …
Era una lucha sin cuartel. El resultado dependía del arrojo, el valor, la destreza en las artes de navegación y de la guerra, las ansias de aventura, la avaricia, …
También era el momento de la venganza y la rabia contenida después de tantos años transcurridos cuando el corsario en su infancia y su familia sufrieron en sus carnes los ataques moros africanos. Tocaba la represalia y lo hacían con todo lo que tenían a su alcance para conseguir su victoria, su afán de resarcirse de aquel daño sufrido que dejó la herida abierta hasta ese momento.
Ya ve, tal para cual. Elija su bando, que yo se cual es el mío. Afortunadamente ya no se estila la piratería o el corso como entonces, aunque ahora se haga de otra manera, ya me entiende.