Ya en la semana undécima del estado de alarma, parece que nos hayamos acostumbrado a esta situación, sin duda anómala. El célebre Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, marcó un hito en nuestras vidas, y desde entonces aún seguimos liados con esto de las fases y las limitaciones en nuestra vida cotidiana. Esta decisión gubernamental a raíz de la pandemia lo cambió todo, y a nosotros con ella. Ahora, la desescalada asimétrica hace que unas Comunidades progresen en la vía del desconfinamiento, mientras otras se quedan rezagadas. Veremos si, cuando vengan los turistas a España en julio, seremos ya libres todos los españoles de desplazarnos a otras provincias.
Cuando se decretó el estado de alarma, hacía tan solo 6 días que habían tenido lugar las concentraciones multitudinarias del día 8 de marzo. Plazo que habla por sí solo. No olvidemos tampoco no fue el único acto público concurrido que se celebró en Madrid en esas fechas. En las diligencias que se siguen ante el Juzgado de Instrucción nº 51 de Madrid contra el delegado del Gobierno, José Manuel Franco, denunciado por presunto delito de prevaricación al haber autorizado la mencionada manifestación en la capital, el médico forense adscrito al Juzgado ha informado lo siguiente: “Es cierto y seguro que, de haberse impedido la manifestación del 8-M en Madrid, se habría evitado una amplia difusión de la enfermedad”. Ahora veremos si Franco queda de cabeza de turco, o bien alguien más resulta salpicado tras las investigaciones judiciales. Se ve que la magistrada Rodríguez-Medel, que ha recibido críticas por parte de la Abogacía del Estado por la tramitación de esta causa, es una mujer valiente, que pega a diestra y siniestra. Fue quien llevó a Casado ante el Supremo por el caso “Master” y ya ha avisado de que tomará medidas, si le constara de manera fehaciente que el cese del coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos tuvo relación con obedecerla a ella, en la investigación de la causa judicial. Por el contrario, la Abogacía del Estado demuestra parcialidad y que está en horas bajas, cuando recurre a la crítica a esta magistrada en defensa del Gobierno. Según dicen algunos diarios, existiría también una denuncia contra Simón, relacionada con la gestión del Covid-19. Ya lo veremos.
A todo esto, menuda decepción con Grande-Marlaska y sus últimas actuaciones. La petición de su dimisión es un clamor. Ciertamente nos había dejado ya tocados con su actitud hacia Ciudadanos, en la última celebración del Día del Orgullo. Es una de esas cosas que no podré jamás comprender, ¿tiene que ser de izquierdas un gay? y ¿no se contradice el espíritu de esta reivindicación por la inclusión con las peleas de gallos entre los distintos partidos políticos?
Por otra parte, me comentan fuentes autorizadas que, para nuestra tranquilidad y pese al estado de alarma, la actividad parlamentaria se está recuperando, lo que es fundamental para todos nosotros como nación y para nuestra democracia. Una buena noticia. Sin embargo, veo con preocupación que están sus señorías demasiado soliviantados en estos días, perdiendo los nervios y utilizando un tono de enfrentamiento y radicalismo nada conveniente, cuando deberíamos, por el contrario, estar todos a una, luchando hacia afuera. En este sentido, supongo habrán visto a esa Cayetana Álvarez de Toledo de luto riguroso, criticada por marquesa, si bien me supongo que también por su capacidad para la retórica. El miércoles le metió una somanta de palos verbales a Iglesias, en la sesión de control al Gobierno, como hacía tiempo que no se escuchaba en el hemiciclo. Lo cierto es que no quedó rincón de la hemeroteca del Vicepresidente 2º que no citara, siquiera de pasada, para sacarle los colores. Entre otras cosas, lo acusó de querer liquidar la Constitución Española. Alabo su brillantez como parlamentaria, pero debo decir que no comparto ni las gruesas descalificaciones que empleó, ni la falta de oportunidad de buena parte de su discurso. Ella iba como una kamikaze a machacar el higadillo de Iglesias, a quien llegó a llamar “burro de Troya de la democracia”. La dinámica de este tipo de arenga no me gusta, por más que esté tan extendida. Hay que usar guante de seda y puño de hierro, pero es un arte que no está accesible a todo el mundo.
En otro tono más conciliador, si bien también crispado, el ex lehendakari Patxi López, desde su presidencia de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, tuvo igualmente duras palabras ayer. Me gustó lo que dijo, por más que resultara nada natural –aunque ¿algún político lo es?–. López pidió lo siguiente a los miembros de la Comisión: “Hemos de estar con voluntad política para proponer, para entender lo que espera la gente de nosotros y no estamos para estar en la crítica, en el insulto, en la descalificación y en el “y tú más”. (…) Y si no es que no servimos para nada”. Estamos de acuerdo. Por más que esta Comisión sea un brindis al sol, y que debería contar con el apoyo de los diversos agentes sociales para proponer medidas prácticas que nos ayuden a salir del agujero en que nos está dejando el maldito virus, necesitamos que nuestros políticos se pongan las pilas ya, y que trabajen no por sus reinos de taifas, sino por el bien común. No creo que sea pedir demasiado.