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la sala de conciertos y espectáculos echa el cierre tras 32 años

Clan Cabaret: el vértigo de la cultura en Alicante

31/03/2023 - 

ALICANTE. Costó que Alicante le cogiera el aire a la modernidad. Probablemente no supimos lo hambrientos que estábamos hasta 1991, cuando abrió la sala Clan Cabaret en una zona, la de detrás del Mercado, por la que entonces los jóvenes solo volábamos de paso hacia el Barrio, hacia la plaza de Balmis, cuyo nombre nadie conocía, hacia el entorno, ahora improbable, de la antigua Estación de Autobuses. 

El 19 de septiembre, esa fecha como cualquier otra en la que de repente estalla una guerra después de hacer ejercicio o cambia la cultura de una ciudad. La recuerda Mamen Serrano, propietaria, ideóloga, mecenas y timonel del Clan, en Alicante casi siempre era el Clan, con la voz y el aliento fatigados de toda una semana destinada a cerrar un ciclo. Del estallido de una supernova. “Estoy entre triste y aliviada”, confiesa, tras aparecer la noticia, y su enorme repercusión, en las redes sociales. Este sábado, 1 de abril, baja la cancela definitivamente. Por jubilación. Y hasta desde el otro lado del teléfono se respira la densa humareda de quien no está para más historias. Cierra el Clan. Punto final.

Casi todo lo que sucedía fuera de Alicante tuvimos que aprenderlo en este local con escenario, cabina de DJ, paredes disponibles, una oficina en lo alto que parecía la sala de monitoreo de un TAC y el suelo ajedrezado. Por allí se colaron el tardeo, los afterhours, los monólogos y las performances. Casi nada se llamaba así, pero es que estaba todo por estrenar. Eran los 90, andábamos aún lejos de tener que preocuparnos. Mamen siempre contaba la anécdota de que, al principio, durante la reforma del inmueble o ante la llegada de diferentes proveedores, siempre le preguntaban por un hombre. “¿Nena, está tu padre?”. 

La sala más innovadora de la cultura del entretenimiento alicantino la regía una treintañera menuda y rubia que apuntalaba un feminismo que apenas carraspeaba y tardaría un par de décadas en explotar. El Clan era el recurso de las tardes con buena música y la cueva de los vampiros que agotaban las horas de luz artificial antes de que saliera el sol. En torno a las 3 de la madrugada, cuando todo lo demás iba cerrando. Como sucedía con el Rick’s Café de Casablanca, en algún momento todo el mundo pisaba el Clan.

Y nadie exigía pasaporte. Todo espectáculo que cupiera en su aforo pasó por allí. Del Gran Wyoming y Javier Krahe a ese monologuista que aparecía en televisión en el que usted está pensando. De Joaquín Reyes y Albert Pla a casi todos los artistas alicantinos que han tenido algo que decir en alguna ocasión. Cortometrajes, teatro, exposiciones de fotografía y pintura, sesiones de música electrónica, cuentacuentos, conciertos acústicos. El Clan estaba en la agenda de las propuestas culturales institucionales que solventaban la carencia crónica de espacios públicos que padece Alicante desde la llegada del primer soldado a Lucentum. La onda expansiva dejó una metralla de locales en los alrededores que se agruparon en lo que se llamó la Ruta de la Madera, en cuyo saco Mamen sigue sin gustarle que metan al Clan.

Es estadísticamente infinitesimal la probabilidad de que una oferta de ocio dure más de treinta años en Alicante. Se debe a su plantilla, se debe a su programación, se debe a su propuesta. Y se debe también a los inquietos, a los vacíos, a los noctámbulos, a los tristes, a los imparables, a los diferentes. A montescos y capuletos, a rockers y mods, a stonianos y beatlemanos, a periodistas y protagonistas de la noticia, a optimistas y pesimistas, a quienes miraban desde la barra y a quienes querían compartir un secreto. A quienes inauguraron el mito y a quienes continuarán yendo una vez cambie de manos para dar salida a un nuevo proyecto, también de ocio nocturno. A todos los que, en estos 32 años, vivimos alguna vez el vértigo de una sala cultural.

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