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VALS PARA HORMIGAS / OPINIÓN

Cataluña no es Estambul

3/10/2018 - 

Siempre he defendido que La Bella y la Bestia es la Ciudadano Kane de las películas de animación. Realizada en 1991 por unos estudios Disney que comenzaban una época dorada antes de enfangarse de nuevo en su propio sumidero, mostró por primera vez al mundo las posibilidades que ofrecía el uso del ordenador en el mundo de los dibujos animados. Solo por la escena del baile merece la pena pagar una entrada, algo de lo que no muchas películas, de animación o no, pueden presumir. Pero hoy vamos a detenernos en otra escena, la del primer paseo que la protagonista, Bella, da por el tétrico castillo de la Bestia, acompañada por Lumiere y Ding Dong. Este último, un mayordomo transformado en reloj, mientras le muestra la decoración de las salas, le comenta a la joven en la versión en castellano que “lo que no es Barroco, es barraca”. Que es lo que sucede con la situación de Cataluña, claro. Como si se pudiera hablar de otra cosa.

Las consecuencias del proceso iniciado hace justo un año aún están por determinar. Pero hay una que ya está establecida en todo el territorio español. La eliminación de la gama de grises. El conflicto político y social ha partido en dos tanto la visión independentista de las cosas como la contraria, cuyo nombre comenzó siendo el de constitucionalista pero está derivando en otras posturas que también están todavía por determinar. Cataluña se ve como Turquía desde El Temido, el bajel pirata de la canción de Espronceda. Asia a un lado, al otro, Europa. Y Estambul, ese conjunto intersección poblado por moderados e interrogantes, permanece oculto bajo una neblina que ni siquiera los más feroces corsarios son capaces de disipar.

No es de extrañar en Cataluña, donde la crispación, confrontación y el debate deben de ser la nueva guarnición de cada plato. Tampoco entre ciertos sectores del resto de España, especialmente aquellos que tendieron las banderas en los balcones pensando que no eran nacionalistas. El problema es que se está extendiendo el radicalismo que opina que cualquier disidencia, cualquier desarraigo, cualquier alternativa o cualquier desafección te sitúa a un lado o a otro de la red en una cancha de tenis donde solo se juega a pelotear y devolver saques y voleas. Es algo común en un país en el que no estar completamente de acuerdo con las declaraciones de las víctimas del terrorismo te convierte sistemáticamente en un etarra. Quizá ha llegado la hora de maniobrar como en los concursos de deportes como la gimnasia rítmica o el patinaje artístico, dejar de tomar en cuenta las notas más altas y las más bajas para obtener una media ponderada de lo que está sucediendo en realidad y de cuáles son las vías para enfilar la solución. Tal vez un año después del 1-O sea un buen momento. Una buena oportunidad de corregir los errores que plagaron una jornada en la que nadie estuvo a la altura de las circunstancias. El instante ideal para mirar al noreste con un catalejo distinto. Total, hasta las grandes productoras han dejado de lado la Fiesta del Cine, donde de nuevo no hay títulos jugosos que llevarse a la boca. Y sí, claro, también estoy hablando de Cataluña. De qué, si no.

@Faroimpostor

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