El infierno es un bucle infinito de juicios de Brugal. Una montaña de documentos impresos, tomos jurídicos y recortes de periódicos que matarían de tristeza a los indígenas del Amazonas. Una flota de yates amarrados en las principales calas paradisíacas del mundo con el mismo capitán al mando, su loro y su pata de palo. Y tal verbena de cadáveres incorruptos del PP, que jamás vuelven aunque se empeñen a la primera fila, pero tampoco ocupan la última en ningún caso, que uno siempre teme equivocarse en el ascensor de la sede provincial, apretar el botón del sótano y encontrarse con la puerta entreabierta de un depósito de formol. Comenzamos semana, mes y otoño con el tercero de los grandes procesos de la presunta trama corrupta que, al paso que vamos, debería llevar el nombre de alguna gaseosa y no el de un ron. Sin hielo y en copa de globo, por favor.
Esta vez toca la separata del plan zonal de la Vega Baja. Hace catorce años, ya se necesitaba un vertedero para recoger y tratar las basuras de los pata negra y de los chanes de la comarca. La cosa se paralizó porque, dice Anticorrupción, entre José Joaquín Ripoll, Enrique Ortiz y Ángel Fenoll comenzaron a jugar al bacarrá sin esperar a que el croupier comprara siquiera la baraja. Y habrían saltado la banca, con esa displicencia que tienen los poderosos desde el capitán Renault de Casablanca, si no hubiera sido porque los móviles de empresarios y populares de Alicante eran como un patio de luces de posguerra, cuando aún no existían los ascensores que te llevaban al sótano. Ni los sótanos. Ni las luces.
Ocho años duró la investigación. Cien hectáreas de selva amazónica esquilmaron las portadas en las que Ripoll aparecía detenido en la puerta de la Diputación. Y catorce años ha tardado la Audiencia de Alicante, en su sede de Elche, en poder arrancar las máquinas. Asusta que en las puertas de la sección séptima, como en la Divina Comedia de Dante, alguien haya podido rotular lo de “Abandonad toda esperanza”. Mientras tanto, para que nos hagamos idea de que la presunta apropiación o reparto de caudales públicos afecta también a ese otro pequeño infierno que es la rutina de los ciudadanos, la Vega Baja sigue sin vertedero. Sin querer ser irrespetuoso, solo por que conste en acta, los restos de la mujer despedazada en Torrevieja hay que buscarlos en Xixona. En Xixona, a unos noventa kilómetros del contenedor en el que se trató de ocultar el crimen.
Tecnicismos legales, falta de pruebas, incluso inocencias probadas, si las hubiera, que aún no las ha habido. El coste de unas conversaciones que todos hemos oído o cuyas transcripciones todos hemos leído es mucho mayor que el que las cifras del expolio quieran marcar. Es verdad que el dinero despistado en nuestras arcas comunes acaba fortaleciendo el tejido empresarial de la restauración en Creta, por ejemplo, pero también nos deja sin la inversión a la que tendría que haber sido destinado. Pasa con el vertedero de la Vega Baja, pasa con el PGOU de Alicante, que sigue sin redibujar el urbanismo de una ciudad que se hunde como las monedas y las migas de pan entre los cojines de un sofá. Brugal es un infierno, pero a ver si alguien consigue demostrar que hay vida después de la muerte.
@Faroimpostor