en la frontera / OPINIÓN

'Bous al carrer': pan y circo

4/09/2022 - 

Al poco de su toma de posesión como alcalde, Joan Ribó anunció su firme disposición a prohibir el bou embolat en todas las pedanías de València, "aunque me cueste el puesto de alcalde en las próximas elecciones", proclamó. Hablamos de 2015. Al final cumplió su palabra: se prohibieron en las partidas rurales del cap i casal esta práctica, también la del toro ensogado, y don Ribó volvió a ganar las elecciones de 2019. Escribo esto por la actitud timorata del resto de partidos políticos (a excepción de IU y Podemos), PSOE y PP,  en abrir un debate sereno y contundente al mismo tiempo para poner freno al maltrato animal desaforado, salvaje y cruel.

Obvio citar al partido de las tres letras: ¿para qué? No hace fata ser un animalista exacerbado para llegar a la conclusión de que por encima de todas las cosas se encuentra el imperio de la lógica así como la evolución de las costumbres, afortunadamente. De lo contrario, aún seguiríamos en España con el Toro de la Vega, suprimido en marzo de 2019 tras largos años (demasiados) de controversia.

¿Qué quiere el pueblo? Pan y circo. Pues en el caso que nos ocupa va ser que no. La vicepresidenta del Consell Aitana Mas (Compromís) lanzaba el otro día una pregunta retórica con una profunda carga conceptual: ¿Una fiesta en la que muere gente es fiesta?. Recordaba de este modo los 7 fallecidos que se han registrado en la Comunitat a propósito de los bous al carrer en sus distintas modalidades, e incluyendo además la cifra de 300 heridos, uno de ellos en las vaquillas de la pedanía alicantina de El Moralet. Transitemos por la hipérbole, que tanto me gusta: ¿Era fiesta el circo romano cuando los leones devoraban vivos a los primeros cristianos? Sí. ¿Era cultura? No. ¿Qué era?: costumbre instaurada, que no es lo mismo que cultura. Costumbre bárbara.

Hace un par de semanas el alcalde de Tavernes de Valldigna Sergi González (Compromís), que gobierna este municipio valenciano en coalición con el PSPV-PSOE anunciaba la prohibición de las vaquillas para mayor enfado de la peña taurina correspondiente. Argumento: aunque es una tradición, “la sociedad evoluciona”. Que es lo que le faltó decir a Aitana Mas si se hubiera puesto en modo a careta quitada. Sí que abogó la política crevillentina por abrir un debate al respecto y que el mismo se mantenga en la agenda política. Hace diez años, el Partido Popular suprimió de un plumazo los festejos taurinos tal y como recordaba el otro día El Español. Era alcalde Miguel Zaragoza  y la polémica fue mínima: lo imposible puede ser posible. Zaragoza anunciaba que el presupuesto de los toros, o vaquillas, se destinaría a gasto social. Olé.

A  mí personalmente se me rompe un trozo del alma cuando veo por la tele los bous embolats y sus variantes. Eso no es cultura: es tortura se pongan como se pongan algunos. Y no pertenezco a ningún movimiento animalista, y soy más bien militante del "Prohibido Prohibir", ese lema tan exitoso que surgió en las manifestaciones parisinas de Mayo del 68 (manifestaciones en las que por cierto se apoyaba la revolución maoísta y El Libro Rojo, ¡ay, que empanadilla!). Algún que otro cafre pensará que soy insensible a otras tragedias, como el asesinato de niños en Ucrania, o el exterminio a fuego lento de la minoría rohinya en Myamar (antes Birmania). Es un argumento muy socorrido por parte de los defensores a ultranza de los bous al carrer, cuando en realidad son ganas de mezclar churras con merinas. Cito a esta minoría del cultura musulmana en dicho país, gafado por la violencia y los golpes de Estado. Podría citar a los ancianos maltratados en residencias tuteladas por la Generalitat, bien en régimen de gestión directa o por concesión (Elche, geriátrico de Altabix). Se me rompe el alma entera.

Desde Presidencia de la Generalitat, Ximo Puig, Gabriela Bravo, están tibios. Se han limitado a subrayar las instrucciones de una comisión específica que existe, y que yo desconocía, en la que se aconseja no usar chanclas y no hacerse selfies (autofotos con el móvil) en este tipo de festejos, además de la prohibición legal que veta la presencia de menores de 16 años. Vamos a entender que empezamos año electoral, y electorero, y que cuantos menos callos se pisen, mejor. Relativismo contextual.

CODA: Que nadie entienda que estoy pidiendo el voto a Compromís, Dios me libre. Solo constato que es la única organización política que se ha mojado abiertamente en este tema, junto con Unidas Podemos.

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