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vals para hormigas / OPINIÓN

Bolero

10/03/2021 - 

Va pareciéndose la vida al Bolero de Ravel y con el alivio de tensión hospitalaria y el goteo lento de vacunas va calando la reapertura de terrazas con el tono cadente, agudo y progresivo de una flauta, un clarinete y un fagot. Vuelven las lluvias, se alargan las jornadas laborales de los comercios y cada vez es más difícil aparcar después de las 18 horas, en un mundo que quiere volver a ser primavera.

Va pareciéndose la vida al Bolero de Ravel y con el alivio de tensión hospitalaria y el descenso de la presión en las UCI y el goteo lento de vacunas y los gráficos en picado de casos en todo el mundo va calando la reapertura de terrazas y los porcentajes de ocupación de las oficinas y hasta alguna performance del Día de la Mujer con el tono cadente, agudo y progresivo de una flauta, un clarinete y un fagot, a los que se va sumando un clarinete requinto, un oboe d’amore y una trompeta con sordina. Vuelven las lluvias, queda en el aire el blanco de los almendros en flor, se alargan las jornadas laborales de los comercios y cada vez es más difícil aparcar después de las 18 horas y los clientes vuelven a pararse delante de los escaparates en un mundo que quiere volver a ser primavera después de un invierno de un año.

Va pareciéndose la vida al Bolero de Ravel y con el alivio de tensión hospitalaria y el descenso de la presión en las UCI y el goteo lento de vacunas y los gráficos en picado de casos en todo el mundo va calando la reapertura de terrazas y los porcentajes de ocupación de las oficinas y hasta alguna performance del Día de la Mujer, los comentarios más o menos ajustados a la realidad de una gala de los Goya con la primera directora de fotografía premiada en la Historia y el gesto contrariado con que se reciben los titulares de la entrevista a Meghan y Harry con el tono cadente, agudo y progresivo de una flauta, un clarinete y un fagot, a los que se va sumando un clarinete requinto, un oboe d’amore y una trompeta con sordina, que acogen sucesivamente dos saxofones, dos flautines, un corno inglés  y un trombón. Vuelven las lluvias, queda en el aire el blanco de los almendros en flor, las ventanas abiertas en las aulas parecen frenar la expansión de los contagios, se alargan las jornadas laborales de los comercios y cada vez es más difícil aparcar después de las 18 horas y los clientes vuelven a pararse delante de los escaparates y ya no hay barreras legales que impidan pasar el fin de semana en la montaña ni en la playa en un mundo que quiere volver a ser primavera después de un invierno de un año que queremos olvidar cuanto antes.

Va pareciéndose la vida al Bolero de Ravel y con el alivio de tensión hospitalaria y el descenso de la presión en las UCI y el goteo lento de vacunas y los gráficos en picado de casos en todo el mundo y el manejo de datos de la inteligencia artificial y los conocimientos que parecen afianzar nuevos tratamientos contra el virus va calando la reapertura de terrazas y los porcentajes de ocupación de las oficinas y hasta alguna performance del Día de la Mujer, los comentarios más o menos ajustados a la realidad de una gala de los Goya con la primera directora de fotografía premiada en la Historia y el gesto contrariado con que se reciben los titulares de la entrevista a Meghan y Harry y el universo sin grises de la política nacional e internacional y las necesidades perentorias de demasiados sectores y el alargamiento de los ERTE y los planes a medio plazo para salvar la economía y quizá hasta la reapertura de un hotel que llevaba meses cerrado y la normalización del transporte público y de las actividades no presenciales tras la pandemia con el tono cadente, agudo y progresivo de una flauta, un clarinete y un fagot, a los que se va sumando un clarinete requinto, un oboe d’amore y una trompeta con sordina, que acogen sucesivamente dos saxofones, dos flautines, un corno inglés y un trombón, hasta que los violines se apropian del fondo y se conjugan con las percusiones y el chisporroteo de platillos conduce al gran acorde disonante y derrumbe final, según la partitura. Vuelven las lluvias, queda en el aire el blanco de los almendros en flor, las ventanas abiertas en las aulas parecen frenar la expansión de los contagios, se alargan las jornadas laborales de los comercios y cada vez es más difícil aparcar después de las 18 horas y los clientes vuelven a pararse delante de los escaparates y ya no hay barreras legales que impidan pasar el fin de semana en la montaña ni en la playa y celebraremos una barbacoa para seis en el patio de casa y puede que después de Semana Santa se acabe la trombosis de las carreteras nacionales y las autopistas en un mundo que quiere volver a ser primavera después de un invierno de un año que queremos olvidar cuanto antes apoyados en la esperanza del verano.

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