De todo lo publicado en esta casa por mi compañero Raúl Navarro sobre los sondeos para las próximas municipales de Alicante, lo que más me atemoriza no es lo evidente. Que sí, que también. Lo más terrible es ese vértigo que se siente cuando comprendes que el destino de los próximos cuatro años de tu ciudad va a recaer en alguien que no se ha caracterizado por su gestión sino por su paciencia, su carisma, su estrategia, su capacidad para el sabotaje o, directamente, por su ubicación exacta en un momento adecuado. Da la impresión de que la política acaba siempre en manos de quien mejor ha sabido subrayar las obras de Maquiavelo o a Sun Tzu, como en mi época de estudiante se valoraba la maestría en resumir en los márgenes de los libros la esencia de lo que se estaba leyendo. O, por otro lado, que los candidatos se han elegido por control remoto, como si en algunos partidos hubieran buscado Alicante en Google Maps y hubiera aparecido alguien en la pantalla con ojos de corzo deslumbrado.
Al final, parece que dé lo mismo. Al realizar la encuesta que se publicó en Alicante Plaza, casi ningún partido tenía un candidato claro. Pero los participantes ya sabían a quién prestar su confianza. Y no por un rato, sino por toda una legislatura. Luego pasa lo que pasa, incluso casos extremos como la debacle protagonizada por la izquierda alicantina. Pero aun así tratan de vendernos que las elecciones municipales no se decantan por las siglas, sino por las personas. Y no parece que sea cierto, salvo en casos (de electores) muy dubitativos o (de candidatos) muy influyentes.
En el momento de publicar el sondeo, los alicantinos tenían como opción a Luis Barcala, que era como el arpa de Bécquer y veíase del salón del PP, en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidado. Supo arremangarse en la época de vacas gordas, supo ocultarse cuando llovieron las evidencias, supo jugar entre líneas y supo izar su bandera en la zona cero del tripartito. Ahora ha sabido atornillarse en la cabeza de la lista y competirá con la nada, que es lo que le esperaba, de momento, en el otro sector. Que es la suma del resto de partidos. Y que, con todo, tenía su cuota de votantes perfectamente asignada. Si lo que explica Raúl acaba por suceder, Barcala será el próximo alcalde de una ciudad que, probablemente, merece todo lo que le pasa. Que no es poco.
Sin embargo, el lunes apareció un segundo nombre. Paco Sanguino, autor teatral, director del Teatro Principal y protagonista, semana sí, semana también, de alguna estrofa de las que escribe Juan Carlos de Manuel en su columna de los domingos. Hace tiempo que dejé de intentar entender al PSOE alicantino. Quizá es porque me he visto todas las películas de Woody Allen y ni aun así he sido capaz de confiar en los psicoanalistas. Así que me dejo llevar por los que saben, que me dicen que es un candidato de consenso con línea directa con Valencia. Lo cual puede ser bueno, si consigue que el cap i casal nos haga más caso. O malo, si se le asocia demasiado a la ciudad de la que proceden todos los menfotismos. O regular, si los sondeos aciertan. Ya le preguntaré a Juan Carlos si Paco está más cerca de Julieta, de Macbeth o de Julio César.
Luego está lo que da pavor. Pero de eso, como Tip y Coll, mejor hablamos la próxima semana.
@Faroimpostor