de la vía pa'arriba / OPINIÓN

Bancos

3/02/2022 - 

Cuando era pequeña me recorrí España siguiendo al Elche C.F con mi familia gracias a los viajes de aficionados que organizaba Antonio Miralles en la agencia familiar. El desplazamiento era en autobús casi siempre pero también hubo algunos inolvidables en tren. Ahora que soy mayor sigo al Elche de otra manera. Me recorro las casas de mis padres y mis vecinos buscando y sintonizándoles las plataformas digitales y canales donde se retransmiten los partidos. La brecha digital limita a las personas de determinada edad el acceder a algunos servicios.

Este seguir el fútbol por los canales digitales puede parecer gracioso pero se trata de una barrera de accesibilidad para las personas mayores que les dificulta el acceso a este servicio. Les crea dependencia de los hijos o hijas o personas más jóvenes, en un momento de la vida en el que lo peor que te puede pasar es depender de alguien para algo. Y sería una mera anécdota lo del fútbol si no fuera extensivo a muchos otros servicios, algunos indispensables.

Un jubilado inició hace algunas semanas un movimiento para reivindicar que los bancos atiendan a las personas que lo soliciten, sobre todo a los mayores, presencialmente y con interés y buenos modales. Y no solo eso, exigen además que, como entidades de servicio al público que son, les faciliten ese acceso presencial sin aguantar largas colas, muchas veces de pie y en la calle al sol o al frío y no les cobren por sacar, meter o revisar sus cuentas.

Hace unos meses tuve un conflicto con la administración local que en un concurso para jóvenes menores de edad, exigió la inscripción con certificado electrónico, (de los padres obvio), y una cuenta bancaria obligatoria para recibir el premio del concurso. Tras mucha discusión con un par de funcionarias que me hicieron una paternalista explicación de cómo se solicitaba el certificado electrónico bla, bla, bla, (cuando yo lo que quería es que la gestión del concurso la hiciera mi hija sola), me enteré que por ley y debido a que no todas las personas tienen acceso a los medios digitales, las administraciones tienen la obligación de facilitar la presencialidad o la gestión física para aquellos, jóvenes, mayores, con recursos y sin ellos que lo soliciten.

Ahora nos hemos dado cuenta que incluso más importante que el acceso a la administración, es el acceso a los bancos y este ahora mismo está totalmente desincentivado, para todas las edades menos para los que tienen bien de ceros las cuentas.

La brecha digital con los mayores deja de serlo si ese mayor es millonario. Por dos motivos, si es rico tiene más posibilidades de contar con ayuda para hacer la gestión, si no familia, empleados y si dispone de buenos fondos el director del banco en persona le explica el estado de sus cuentas y le invita a un café si hace falta. Pero ¿qué pasa con una persona mayor que desea actualizar su libreta, o hacer un pequeño ingreso o retirar una pequeña cantidad, o ver ese recibo que le han pasado de qué es o cuándo le ingresan la pensión?

Todas esas gestiones los comunes de los mortales sin grandes posibles las vemos ahora mismo en la banca electrónica e incluso en la aplicación que llevamos en el teléfono móvil. Puede que además tengamos activadas las alertas cuando entra algún nuevo movimiento y la doble contraseña de seguridad ante un cargo de una cantidad elevada.

Pero todo eso lo tenemos los que hemos conseguido no quedarnos atrás en la digitalización creciente de nuestras vidas, no sin esfuerzo, por cierto, (recientemente tuve que hacer un master para entender el proceso de matrícula y asignación y reasignación de plazas en la universidad).

No dudo que muchos mayores tienen capacidad de entender y disponer de ese acceso on line, pero otros ni siquiera tienen un teléfono donde les quepa la aplicación necesaria. Intelectualmente no tienen ningún problema, ni de facultades. Pero existe una brecha digital evidente y por eso no saben ver sus cuentas en internet y no quieren perder ni un minuto de sus vidas a estas alturas en entender y descifrar algo que un empleado del banco les resuelve simplemente con un poco de empatía.

No creo que sea problema de los empleados de las entidades bancarias, igual que los funcionarios o los periodistas o los peluqueros, hay más simpáticos y menos y tienen mejores días y peores. El problema es que los bancos han aprovechado la pandemia como excusa para despedir a gente y trasladar gestión a internet. Desincentivan con comisiones, colas y malas caras la presencialidad para ahorrar costes y ganar más dinero. Así de claro. La buena disposición y atención personal se queda para las grandes cuentas, los peloteos de toda la vida y así siguen ampliando márgenes cada vez ganando más dinero, pagando buenas jubilaciones a los de arriba con primas etc  y salarios estratosféricos a cuatro privilegiados y por otro lado haciendo pasar un bochorno y más de un disgusto a gente que lo único que ha hecho para merecerlo es nacer antes de 1960.

La semana pasada le pasó a un conocido en un banco de Elche. Fue a hacer una gestión que lleva haciendo toda la vida y tras una hora de cola el empleado le dijo que no se lo podía hacer. Este hombre intentó discutírselo y acabó con un soponcio teniendo que ser atendido por una enfermera que había en la cola y con presencia policial incluida. No hay derecho.

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