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Ausiàs March: Huesos que reinterpretan versos

En 2016, unas excavaciones en Sant Jeroni de Cotalba revelan que Isabel Martorell, la primera mujer del poeta Ausiàs March, estaría enterrada en la cripta de los March y que falleció embarazada. Este descubrimiento puede plantear un giro de 180 grados en la lectura de sus Cants de Mort

| 09/11/2019 | 16 min, 42 seg

Tu, esperit, qui as fet partiment,

ab aquell cos qual he yo tant amat,

veges a mi qui ssó passionat.

(Ausiàs March)

VALÈNCIA.-Los versos que encabezan este artículo forman parte de uno de los Cants de Mort de Ausiàs March, el poeta más importante de las letras valencianas. Su nombre llena páginas y páginas de libros de texto y estudios literarios. Nació en 1400 en Beniarjó y murió 59 años después en València, ya coronado como uno de los literatos más importantes de nuestra Historia. Su vida y obra, estudiadas durante siglos, gracias a un descubrimiento en el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, podrían ser ahora reescritas.

La obra de Ausiàs cuenta con decenas de estudiosos que se encargan de interpretar su obra para entender su vida, sus intenciones y sus reflexiones. Por una parte, un buen puñado de historiadores, que reconstruyen la vida de uno de los personajes medievales más relevantes de nuestra historia. Por otra, literatos y poetas, que tocados por la obra de March, hacen una metarreflexión que les sirve como obra literaria propia. En este segundo grupo estaría incluido Josep Piera, poeta, narrador, traductor y una de las personas que más tiempo ha dedicado al estudio de los poemas de March. En 2001, Piera publicó la biografía novelada del poeta Jo sóc aquest que em dic Ausiàs March (Edicions 62). En ella, reconstruye la vida de March desde dos fuentes: los documentos y la bibliografía histórica y su propia interpretación de los versos a partir de una singular lectura de estos.

Piera se atrevió con todo, también con sus amoríos. Ausiàs March fue algo así como un Don Juan valenciano. Su lista de amantes no discrimina ni dinastías ni clase social, y sus hijos no reconocidos seguramente se tendrían que contar con los dedos de dos o tres manos. La vida de Ausiàs March es una vida de poesía pero siempre movida por su propia vida amorosa, que más allá de las banalidades que se puedan pensar en un primer momento, el poeta conseguía abstraer y convertirla en algunos de los versos más bellos de la literatura más allá de nuestras fronteras.

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En la particular interpretación de Piera sobre el poeta destaca una teoría que se ponía totalmente de frente a la mayoría de estudiosos del poeta. Siempre se ha pensado que Ausiàs March era una persona muy reflexiva y que, más allá de sus vivencias, podía plasmar en las páginas pensamientos llegados de sus propias meditaciones. Los versos de March, lejos de ser lo más canónicos o armoniosos de aquella época, sí fueron los más reflexivos y sentidos, tanto a la hora de hablar de amor como de su ferviente fe católica. 

Ausiàs March tuvo dos matrimonios. En 1437 se casa con Isabel Martorell, una joven de apenas quince años que, en efecto, era hermana del escritor Joanot Martorell (el autor de Tirant lo Blanch), y formaba parte de la pequeña nobleza de Gandia. Se le describe como una joven bellísima, blanca y fina. También rica. El matrimonio duró tan solo unos meses, cuando Isabel falleció sin descendencia conocida. Seis años después de su primer matrimonio, en 1443, March se vuelve a casar. Esta vez con Joana Escorna, natural de Pedreguer. Escorna tenía 34 años y March 43. Se dice de ella que no era de gran belleza, y que incluso padecía malformaciones físicas. Eso sí, también tenía dinero. 

Sin embargo, y a pesar de sus numerosas amantes, se le presupone una gran pasión a March sobre su segunda mujer. Josep Piera, sin embargo, no opina la mismo. Él propone releer los Cants de Mort interpretando que están dedicados a Isabel Martorell. El duelo que refleja en cada una de sus reflexiones estaría enfocado a una muerte de la que se siente culpable. Y pudiera ser por un embarazo complicado. Los versos que encabezan este artículo son los que inspiraron esta lectura, según cuenta Piera a Plaza. Los historiadores niegan la máxima.

Sant Jeroni de Cotalba

Casi quince años después de la publicación de Jo sóc aquest que em dic Ausiàs March, en el monasterio de Sant Jeroni de Cotalba comenzaban las obras de recuperación y estudio de la capilla de la Mare de Déu del Rosari. Anteriormente, en 1999 y 2004, la conselleria de Cultura excavó el subsuelo de la nave y las capillas sin encontrar nada relevante, aunque se podría deber a que no indagó en los espacios bajo el coro ni en capillas laterales, al estar tabicados. Sin embargo, el director de un equipo de investigación formado posteriormente y a petición de la familia Trenor  —es propietaria del monasterio—, José Manuel Barrera tenía una teoría: según sus fuentes bibliográficas, esta capilla albergaba la cripta de la familia March desde 1394, fundada por el padre de este, Pere March. Se basaba, entre otras fuentes, en documentos como un manuscrito de 1757 del padre Francisco Castillo titulado Història general del nostre Reial Monestir de Sant Jeroni de Gandia, y referencias testamentarias de los mismos Pere y Ausiàs March, encontradas en los archivos de Osuna (en proceso de catalogación) y detraídos del ingente archivo general del monasterio, desaparecido como tal.

A partir de estos estudios anteriores a la desamortización sobre las obras de arte que había en la capilla, el equipo de investigación diseñó un primer plano con el diseño de los espacios de la capilla. Tras localizar unos reclinatorios, y la capilla dedicada a los duques de Gandia, según señala Barrera, la tradición de las órdenes jerónimas consultadas con capillas de fundadores señala que Pere March, mano derecha del duque real y también poeta, debía ser enterrado a la derecha del monarca, manteniendo la visión de su capilla a la izquierda. Pere March fue el notario del duque, y acabaría participando en el rescate de sus hijos en Inglaterra y en la reconfiguración del mismo monasterio. La cripta de la familia March estaba en Sant Jeroni de Cotalba. Tras la autorización de la conselleria de Cultura, se tiró un tabique en el posible sitio de su localización —la mostraban las señales heráldicas de la dinastía March— y posteriormente, encontraron los cuerpos enterrados.

Es entonces cuando encargan un informe arqueológico y paleopatológico. Mientras, Barrera lidera una indagación documental entre la que se encuentra, incluso, el documento de fundación de la cripta y las posteriores incorporaciones a esta. Los huesos aparecieron amontonados en los laterales porque, en aquella época, se metían en cajas que se iban apilando. El paso del tiempo ha hecho que la madera se haya ido pudriendo y que acabaran en el suelo los huesos de unos sobre los huesos de otros, formando estratos temporales. Varias inundaciones deterioraron los restos y las paredes inferiores de la cripta por la humedad.

Capa a capa, los huesos fueron siendo retirados y trasladados a la Facultad de Medicina de la Universitat de València, donde se ha hecho el estudio paleopatológico, en busca de deterioros óseos por enfermedades congénitas o hereditarias que pudieran establecer vínculos entre los restos y pudieran identificar quién estaba enterrado en esta cripta. Las caderas eran la clave: en la rabadilla aparecen señales de una posible artrosis. En el informe final del doctor Marcos Miquel Feucht también consta un antecedente sordomudo.

en 2001 josep piera ya propuso leer los cants de mort interpretando que están dedicados a su primera mujer

Por otra parte, José Manuel Barrera diseña un árbol genealógico a partir de todas las fuentes bibliográficas de las que dispone. Por una parte, secundarias, a partir de los estudios ya realizados y las crónicas hechas anteriores a la desamortización; pero también primarias, con la colección de documentos que se conservan en el mismo monasterio de Sant Jeroni de Cotalba. Estos documentos, por ejemplo, hacen descripciones físicas y psíquicas de algunos de los cuerpos de la familia March encontrados. Es el caso de Peirona March, hermana de Ausiàs y heredera única de la fortuna y patrimonio de su hermano, a la que se le supone discapacitada física (sería sordomuda) y psíquicamente.

El seguimiento de cada uno de los miembros de la familia March es harto complicado. Algunos fueron a la guerra y murieron, otra parte de la familia está establecida en Cataluña, hay hijos ilegítimos no reconocidos y sí reconocidos, primos lejanos emparentados... Con el árbol genealógico en mano, y discriminando aquellos familiares de los que ya se sabe su paradero, diseñaron en un cuadro cuáles podrían ser los cuerpos que se habían encontrado en la cripta, con sus edades, su fecha de nacimiento y entrada en la cripta, gracias a los estratos temporales.

Con estas dos líneas de investigación paralelas ya muy avanzadas, la paleopatológica y la documental (Barrera remarca en varias ocasiones de la conversación que él no es historiador), se cruzan los datos de estas. Se tiene en cuenta, además de los cruces, el orden de capas en el que encontraron los cuerpos amontonados, para poder incluso hacer una cronología de cada cuerpo, con qué edad y en qué orden murieron. Con todos estos datos, y teniendo en cuenta que se trata de una capilla familiar, podrían esclarecer a quién pertenece cada cuerpo encontrado en esta.

Pues bien, aquí empezarían las teorías y especulaciones, que aún no están confirmadas a través de un estudio de ADN. Según el equipo de investigadores liderado por José Manuel Barrera, allí estarían enterrados la hermana ya mencionada, Pere March y sus dos mujeres. También los cuerpos de las dos esposas de March, Isabel Martorell y Joana Escorna. Y un hallazgo que lo cambia todo: la primera mujer de Ausiàs, Isabel Martorell, habría muerto —según estas investigaciones— con 16 años y en estado de gestación. También se encontró un feto de unos siete meses, que fue enterrado separado de su madre, conforme la tradición marcaba entonces, tras purificarlo.

Apoya esta lectura el ajuar encontrado; la botonadura podría estar en relación con la vestimenta de Isabel Martorell, que supuestamente fue enterrada con su vestido de novia, evocando su pureza y juventud. Los hilos de oro estarían en relación con las transcripciones de las últimas voluntades de Ausiàs March, respecto de colocar sobre su difunta esposa Joana un manto con sus blasones bordados en oro. Corrobora esta hipótesis el alfiler del cráneo de Joana —se le puso dicho manto cinco años después de su fallecimiento—.  

La historia contra la poesía

Este descubrimiento aún no ha sido corroborado a través de un método científico y, por tanto, aún no ha planteado un cambio efectivo en el relato histórico de la vida de los March. Cuenta José Manuel Barrera que en la conferencia que dieron en noviembre de 2016 para exponer los hallazgos encontrados y el trabajo realizado desde 2015, estaba presente Josep Piera. Y que, según recuerda él mismo, le notó visiblemente emocionado. «Yo soy poeta, y no historiador, y mi teoría solo viene de la interpretación poética que yo he creído conveniente hacer de la obra que tanto admiro de Ausiàs March. He dedicado toda mi vida en ello», confiesa en una conversación telefónica a Plaza el poeta de Beniopa. ¿Qué significaría para el relato sobre la vida y la obra del artista que se confirmaran los hallazgos?

En este caso hay dos visiones: la de Piera y la de la investigación de los historiadores, que en este artículo está representada por Ferran García Oliver, catedrático de Historia Medieval de la Universitat de València. García Oliver, Piera y Barrera se afanan en recordar que sus opiniones no son taxativas y solo buscan interpretar a partir de los datos de los que disponen.

Según Josep Piera, Ausiàs March, sintiéndose culpable de la muerte de Isabel Martorell, en tanto en cuanto su muerte estaría provocada por su embarazo, y «alumbrado aún por su belleza, sentiría un gran duelo que duraría años». De esta manera, sus reflexiones estarían encaminadas a preguntarse (y por tanto, a preguntarle a Dios) «por qué ha tenido que sufrir la condena de perder a su amada cuando estaba intentando hacer las cosas bien», en consonancia con el sentimiento de culpa judeocristiano tan habitual en la literatura medieval y siempre según la hipótesis de Piera. «En aquel entonces hacer las cosas mal era tener hijos no reconocidos con la sirvienta y esclava de Pere Castellvi, Yolanda, a la que deja 70 libras en su testamento», aporta Barrera. Esto se apoyaría, en opinión de Barrera, que Joana Escorna (de 34 años, soltera hasta entonces y con cojera) no podría hacer sombra al amor de juventud que sentía Ausiàs March por Isabel Martorell, una bella adolescente.

Contra los entusiastas de este hallazgo, García Oliver opina que ni siquiera la confirmación rigurosa de los hallazgos de los huesos (algo que pone en duda por el estado de estos) supondría validar la hipótesis de Josep Piera. «Ausiàs March se casó con Isabel Martorell principalmente por el dinero de esta. De hecho, es bien conocido el conflicto que mantuvo tras su muerte Ausiàs con su cuñado, Galceran Martorell —y añade— de hecho, con Joana Escorna hizo lo propio; su fortuna era incluso mayor que la de Isabel Martorell». Sin embargo, y según el historiador, «hay ciertas evidencias de que la relación con Escorna, si bien fue en un primer momento por conveniencia, luego acabaría teniendo un fuerte componente pasional». Se basa en otra poesía del propio Ausiàs March y en las diferencias que este establece en su testamento. En él, el poeta ordena que se coloque sobre Joana Escorna un manto con blasones bordados en oro, una distinción mucho mayor que la que tuvo con Isabel Martorell. 

La historia contra la poesía

Sin embargo, el descubrimiento de la cripta de la Familia March no despeja nada del propio Ausiàs March, que quiso ser enterrado en la Catedral de València y no en Cotalba al sentirse ya un personaje trascendente para la historia.

Mateu Rodrigo Lizondo, profesor de Historia Medieval de la Universitat de València, ha investigado, a partir de las heráldicas, los movimientos de los huesos del poeta. Lo hizo en 2013, en el artículo La heráldica en la puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia (publicado en la revista Archivo de Arte Valenciano), donde iba identificando las familias que tenían representado ahí su escudo.

En el artículo, Lizondo sostiene que uno de los escudos de esa puerta es de los Berenguer March porque también se descubrió un segundo escudo de piedra en la capilla de San Pedro, construida sobre la de San Luis de Anjou. «El blasón procede sin duda de la capilla de San Marcos que existió en este lugar hasta que la construcción de la última arcada de los pies del templo, en la segunda mitad del s. XV, obligó a demolerla; era la capilla sepulcral de esta familia, fundada a principios del XIV por Berenguer March y después heredada por su sobrino Pere March», escribía entonces el doctor.

Más allá de las heráldicas, los huesos de Ausiàs March se sabe que fueron trasladados desde la desaparecida capilla de San Marcos hasta una especie de fosa común que podría estar ubicada en L’Almoina, en el entorno de la capilla de Sant Pere (siglo XVII). Todo son incertezas; no hay ningún documento que certifique dónde acabaron los huesos de nuestro poeta más célebre, tan solo algunas señales heráldicas y los estudios de cómo ha ido evolucionando la Seu.

Donde seguro que no está el cuerpo de Ausiàs March es, precisamente, donde está su tumba. Se trata en realidad de una losa sepulcral de la tumba de Ausiàs March moderna, colocada en 1950 por Lo Rat Penat y el Ayuntamiento de València. En ella, se reproduce el verso «Jo sóc aquest que en la mort delit prenc, Puix que no tolc la causa per què em ve…».

Un futuro para el legado de la familia March

El futuro de esta historia aún está por escribir. Las investigaciones en la capilla de la Mare de Déu del Rosari no han hecho más que comenzar. Los huesos, tras estar años en la Facultad de Medicina, ya han recibido la autorización de la Generalitat para que vuelvan a Sant Jeroni de Cotalba, donde han de ser conservados en un espacio expositivo que ya se está diseñando. La voluntad de la familia Trenor-Trenor es dignificar el espacio y abrirlo a la ciudadanía, aunque los tiempos para estas iniciativas son lentos y los costes altos. En todo caso, fuera de la cripta de los March, los trabajos de investigación continúan. El monasterio de Cotalba ha sido testigo de grandes personajes de nuestra historia, como la familia Borja -Borgia cuando marchó a Roma-, los duques de Gandia o los mismos March.

Por su parte, Ferran García Oliver señala que de la vida de Ausiàs March «tal vez quede mucho por averiguar» pero sin duda será muy difícil «poder indagar algo más de lo que ya se sabe porque para ello has de basarte en unos documentos bibliográficos que, o no se conservan, o están muy deteriorados». Las conclusiones provisionales del equipo de investigación liderado por Barrera no pueden ser confirmadas hasta que no tengan una prueba de ADN o una relación mucho más científica de los cuerpos identificados y las relaciones que existen entre ellos. La determinación de los datos parece complicado que llegue. «Aún no podemos publicar unos datos que no se han confirmado, aunque apunten muy claramente a ello. Hasta que no podamos decir que, o no ha servido de nada nuestra investigación, o que las identificaciones estarían claras, nosotros no podemos afirmar nada», comenta Barreda.

Con eso, y aunque Josep Piera siente que sus hipótesis no van a caer en saco roto, siguen siendo elucubraciones literarias ahora sostenidas en la evidencia física de los cuerpos hallados y el feto. Tal vez no haga falta más, al fin y al cabo son versos de amor. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número de 61 (noviembre 2019) de la revista Plaza

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