La coalición naranja no se ha recuperado de la derrota electoral del 2023 y no parece que vaya a hacerlo a corto o medio plazo
VALÈNCIA. Cuando uno ha gobernado durante ocho años es complicado volver a las trincheras de la oposición. La «hostia» que se llevó el PP en 2015 tardó en digerirla casi lo que duraron las dos legislaturas del Botànic. Lo mismo le está ocurriendo al PSPV-PSOE y a Compromís, aunque a los socialistas valencianos en menor medida, una vez que Diana Morant se proclamó secretaria general con el soporte del aparato. Aunque esto no signifique que vayan a estar en disposición de volver al Palau en tres años y medio. Pero eso es otro cantar. Como el de la coalición, que anda despistada entre sus relaciones con Sumar y su falta de liderazgo claro y necesario. Se podrá argumentar que la coalición no tiene una figura en su estructura como la tienen PP y PSOE, que Compromís tiene sus partidos, sus patas, que siempre ha habido coportavocías, pero lo cierto es que desde que Mónica Oltra se marchó, o le obligaron ciertos poderes fácticos a hacerlo, los naranjas, los valencianistas, los nacionalistas, los verdes, los ecosoberanistas, quienes sean, andan sumamente perdidos.
Y no tiene pinta de que encuentren la brújula que les lleve a buen puerto. De entrada, están pendientes de una asamblea Iniciativa-Compromís, que tuvo que suspenderse el pasado 24 de febrero tras el incendio de Campanar. Será el 11 de mayo cuando se sienten a hablar de cara a buscar una fórmula sobre la que se lleva discutiendo mucho tiempo: convertirse en una formación al uso, hacerlo como federación de partidos, o bien, con otras fórmulas que despiertan recelos entre las patas minoritarias pero que, inevitablemente, van a tener que tragar para sobrevivir.
No obstante, y a falta de aclarar lo que quieren ser de mayores, no parece que haya intención de colocar a alguien que tire del carro, que sea capaz de armar una estructura a lo tradicional y, por encima de todo, que sea lo suficientemente fuerte como para sentarse en la misma mesa con Carlos Mazón y Diana Morant, como el gran interlocutor o interlocutora que, en este caso, ejerza de oposición y compita con el PSPV para no perder escaños en la siguiente y aguantar para conseguir el asalto al poder una vez pasen ocho años de gobierno de derechas. Repasando los nombres de quienes podrían asumir ese rol, ni dentro ven a alguien capaz de ello, que no significa que no haya nadie capacitado. Ahora mismo ni los diputados en el Congreso, Àgueda Micó y Alberto Ibáñez, ni el síndic en Les Corts, Joan Baldoví, ni la secretaria general de Més Compromís, Amparo Piquer, ni siquiera el diputado Vicent Marzà parecen estar en esa tesitura. Insistimos, no quiere decir que no anden preparados, que algunos sí lo están, pero no solo es estarlo, sino parecerlo, y que el ‘compromisero’ de a pie lo avale. Es cierto que tampoco pensábamos que Aznar o Zapatero llegarían a ser presidentes del Gobierno. Y quién sabe, si uno de los mencionados alcanzara un hipotético liderazgo dentro de una hipotética nueva estructura en Compromís, se podría convertir en la jefa o el jefe pero, además, debería dejar claro a qué juega y con quién.
Las relaciones con PSOE y Sumar. Otro de los problemas de la coalición son sus continuos devaneos con el PSOE. El partido que les ignora constantemente. El que no cumple nada de lo firmado cuando los valencianos le otorgan su voto o votos para que sigan en La Moncloa. Dicen sus dirigentes que no se fían de ellos, que se mofan brindando con el PP para ampliar el Puerto de València, que Montero es igual que Montoro, que no les reconocen ni el fondo para atender a pacientes desplazados; no, al menos, en la medida que se supone que debe el Estado a la Comunitat. Pero ahí sigue el apoyo a Sánchez. Y así seguirá, porque no «podemos dar el Gobierno a la derecha y a la ultraderecha». Pero, vamos, que para tener ese socio, casi sería mejor que el PP gobernara y así, al menos, poder ir de víctima al estilo Puigdemont.
Luego anda Sumar. La plataforma de Yolanda Díaz que busca instalarse en los territorios, solapándose con sus compañeros de viaje. E insisten en ello, a pesar del mal encaje que no solo se le presupone, sino, que se ha comprobado, que lo tiene, por la prueba de Galicia, donde fracasaron estrepitosamente. Pero los cariños con Sumar no parecen difuminarse, empero que lo de este partido o plataforma tiene más pinta de acabar como Ciudadanos o Podemos que otra cosa. Hay otra cuestión, que el statu quo actual les viene bien a ciertas personas que ahora andan por aquí. «El jornal, amic, el jornal», me dice un veterano dirigente.
Mónica Oltra. En el ámbito del liderazgo, hay quien sueña en Compromís con ver a Oltra poniéndose el equipaje. Ahora no es plausible, por el proceso judicial que tiene sobre sus espaldas y su voluntad o falta de ella. Es cierto que en política lo que hoy es negro puede tornarse blanco. Y si su proceso, como parece, acaba en absolución, quien fuera verdadera líder de Compromís podría pensar en volver. Aunque a lo mejor para recuperar el Ayuntamiento de València. Es política ficción, sí. Pero un duelo Catalá-Oltra sería digno de ver. Y por ahí, Compromís, una vez resuelta y, veremos, si encarrilada, su estructura, podría resurgir y volver a tocar techo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 114 (abril 2024) de la revista Plaza