En este año que concluimos la verdad es que no hay muchas cosas que celebrar en la Comunitat Valenciana. La gigante riada de Valencia, 223 muertos, ha sacado a relucir lo peor de la política, de echarse el muerto los unos a los otros (Generalitat/Estado) pese a que las intenciones de los primeros días tras el 29 de octubre era de consenso y concordia, incluso con el compromiso por parte del PSPV-PSOE de apoyar los presupuestos de 2025 en Les Corts. Humo.
La devastación se ha convertido en miseria, doble miseria para familiares y amigos de los fallecidos, y para los damnificados económicamente por el cierre de sus negocios y empresas. Todos los días salen datos al respecto. Cómo está el ambiente que el otro día, cuando la "improvisada" visita de la Familia Real a las zonas afectadas, menú de paella incluido en un restaurante de la Albufera, PSPV-PSOE y Compromís salieran al alimón a criticar la presencia del Jefe del Estado, por oportunista, por tratarse, según Compromís, de una operación para reforzar su imagen. La alcaldesa de Catarroja, la socialista Lorena Silvent, se tiró al degüello alegando que los ilustres visitantes solo vieron la "parte más bonita" y se sumó a los argumentos apuntados: una campaña de imagen. En su imaginario querrían ver a la Familia Real retirando fango de los garajes subterráneos.
A mí personalmente, que no soy especialmente monárquico, me pareció un gesto positivo frente a la actitud por ejemplo de Pedro Sánchez, missing total, o del propio Carlos Mazón, que realiza visitas con cuentagotas, asegurándose lo máximo posible que no haya gritos de dimisión tras su más que chapucera gestión el 28-0. A toro pasado resuelve el Consell que la Generalitat eximirá a sus empleados de acudir presencialmente al trabajo siempre que se decrete una alerta roja. A buenas horas. Igual que a toro pasado la Confederación Hidrológica del Júcar se medio pone las pilas.
El Rey Felipe en su discurso de Nochebuena se refirió al "atronador" clima político y pidió a los partidos mayoritarios serenidad y consenso, con alusiones directas a una política y racional solidaria en la acogida de inmigrantes e instando a que se resuelva el problema de la escasez de vivienda. Silencio absoluto entre la izquierda a la izquierda del PSOE y entre los nacionalistas. Silencio prolongado también de la ultraderecha: les ha salido un Rey demasiado rojo para su gusto.
Solo el vicepresidente Gan Pampols afirma casi categóricamente que únicamente con un entente fuerte entre Generalitat y Estado se podrán recuperar los daños lo antes posible vista la realidad que hay: todos los días tirándose los trastos a la cabeza a cuenta de las ayudas y subvenciones que da cada uno (lo cual genera más desafección, aún si cabe, de los ciudadanos hacia la clase política). Aseguran por ahí que incluso Pampols se lleva bien con el Comisionado del Gobierno para la Reconstrucción, José María Angel. Anatema. Con el asunto de la Dana, y otros de índole nacional, sí que podemos afirmar que tenemos la peor clase política desde la Restauración Democrática.