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'Regreso a Reims': a vueltas con el voto de la clase obrera francesa a la extrema derecha

VALÈNCIA. Merece la pena el documental Regreso a Reims, de Jean-Gabriel Péirot, pero seguramente no tanto por lo que le gustaría a su autor. La película, adaptación de un libro del filósofo Didier Eribon publicado en 2009, traza una historia de la clase obrera francesa en el siglo XX que intenta explicar por qué buena parte de ella se ha echado en manos del partido fundado por Jean-Marie Le Pen, ahora en manos de su hija, más suavizadas sus aristas, pero con el favor del movimiento fascista criminal que emana del Kremlin. 

Con la oleada de nostalgia teledirigida que nos invade, en la que se evocan unos años 60, 70 y 80 que jamás fueron como se recuerdan, es genial ver aquí cómo se muestra Francia en esas épocas. La familia de la que se habla llegó a la posguerra tras un sufrimiento atroz. Mujeres echadas de casa a los 17 años por quedarse embarazadas, hijos en casas de acogida para poderse ir de trabajadoras inmigrantes a Alemania que luego acababan en orfanatos. Para colmo, al haber tenido contacto con ese país, tras la liberación de Francia en el 44, eran colaboracionistas, las escupían, vejaban, etc…

Años después, llegaba la placidez de trabajar como sirvientas, sufriendo acoso sexual constante y despidos por no consentir los abusos. Algo que era un fenómeno plenamente extendido, pero sobre el que todo el mundo guardaba silencio. Muerte de esas mujeres a edades como los 62 años “de agotamiento” limpiando oficinas. 

Y luego sus hijos. Con padres escolarizados solo hasta los 13 años o padres ausentes por tener que irse a trabajar a las 5 de la mañana, si no les iba bien en los estudios, estaban condenados. En clase, los profesores se centraban en los que avanzaban y daban por imposible al resto a las primeras de cambio. En unas imágenes de archivo de los 70, uno de ellos cuenta cómo va a la fábrica cada día y mira con envidia a los que han podido continuar sus estudios salir del instituto. 

Los trabajos en las fábricas seguían siendo de un mínimo de nueve horas al día. En las lonjas de pescado, las mujeres llevando sacos de 25 kilos, con las manos todo el día en el hielo y los pies mojados. Luego, cuando llegó el mass housing, muchas de las viviendas eran indignas, pero se celebraban. Aunque en el hogar, esas mujeres trabajadoras tenían doble jornada y problemas legales para divorciarse.  

El aborto fue ilegal hasta 1975, con todo lo que eso suponía. Tanto de niños no deseados como de abortos clandestinos. Y lo sueldos dependían realmente de los bonus, es decir, de que el trabajador se explotase a sí mismo aumentando su producción.

 

En este contexto, sigue el documental, se sumó la mano de obra extranjera. El racismo profundamente arraigado entre la clase obrera francesa, dice, rechazó a los recién llegados, se les insultaba, escupía, se les llamaba monos. En los barrios de trabajadores la convivencia se fue complicando. “No viven en poblados como los de su país”, dice un hombre entrevistado en la época. La delincuencia se extendió entre los jóvenes inmigrantes marginados y las familias francesas tuvieron suerte si pudieron marcharse. En general, apareció una sensación de que su mundo les había sido arrebatado. 

Ahí aparece la figura de Le Pen para recoger ese descontento. Se habla de un voto secreto, como de protesta, pero luego los trabajadores seguían siendo comunistas. Sin embargo, aparecen vídeos de Marchais, líder comunista francés, posicionándose en contra de la inmigración “oficial y clandestina”, y exige repartir a los extranjeros que para que no se formen guetos. 

Llegados a este punto, queremos entender cómo se produce el trasvase de votos de la extrema izquierda o izquierda a la extrema derecha. En una primera fase, la narración cuenta que su madre, explotada toda su vida, por fin podía sentirse superior a alguien, valorarse más, existir ante sus propios ojos. Todo esto por el precio de denigrar a los inmigrantes. En este punto, resulta gracioso que al citar mayo del 68, momento en el que se dice que los obreros franceses arrimaron el hombro con los obreros inmigrantes, la imagen elegida sea la de un inmigrante con megáfono que arenga a los suyos… en español de Cervantes. Sí, en esa época éramos nosotros “los otros”. 

Después, llegó Mitterrand, el origen de los males, según el documental. No logró diferenciar su gobierno de la derecha anterior. Aparecen vídeos de un joven Jospin hablando de que Francia tiene que competir con los países desarrollados y los del tercer mundo y no puede perder, es decir, justificando medidas de ajuste. Un mensaje, en palabras de Le Pen, que habla del futuro como de un acuerdo comercial, cuando “la gente tiene emociones”. Como conclusión, se pide más lucha de clases y una izquierda más pura.

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