Opinión

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La nostalgia histórica como base del discurso político

Publicado: 23/04/2025 ·06:00
Actualizado: 23/04/2025 · 08:15
  • Donald Trump.
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¿Cuál es la causa principal que ha contribuido al desarrollo exponencial de la extrema derecha o extrema izquierda en los últimos tiempos en Occidente? Se podrá argumentar que no puede establecerse una única, se señalan varias, y todas pueden ser determinantes para entender el fenómeno. Pero eso diluye el tema, la pluralidad de causas es una manera de dispersar el enfoque principal y diluir responsabilidades. Es preferible centrarse en un factor dominante como eje del crecimiento de las posiciones políticas, a pesar de las notables diferencias de los grupos teóricos y partidos de ambas tendencias.

 

Si intentamos sintetizar, por ejemplo, las propuestas defendidas por las ultraderechas europeas y americanas se trataría de: a) reconducir la democracia basada en la pluralidad política y no permitir la legalidad de partidos que discutan la Constitución, que han podido reformarla desde sus convicciones; b) reforzar la autoridad central del Estado, poner cotas tajantes a la emigración, derivándola o utilizando la fuerza militar para frenar su expansión; c) luchar contra el islamismo, con altos grados de xenofobia, suprimir hábitos o controlar sus lugares de culto; d) abandonar las propuestas de la LGTBI; e) fomentar el nacionalismo propio; f) aceptar la iniciativa privada sin restricción en todos los ámbitos sociales y económicos; g) reducir o abolir la autoridad de los organismos supranacionales como la ONU, la OMS, la UE, o los Tribunales de Justicia internacionales; h) aumentar la seguridad a costa de disminuir libertades y establecer sistemas penitenciarios más duros como los de El Salvador; i) defender una moralidad basada en la defensa de la familia tradicional, reescribiendo el papel de los géneros y dificultar otras alternativas distintas a lo masculino y femenino; j) aceptar las desigualdades sociales como un factor natural, acotando las subvenciones a la población desfavorecida para impedir que se viva sin cumplimentar un puesto de trabajo cuando existe demanda; k) impedir en el sistema educativo teorías distorsionadoras de los valores establecidos;  y l) recortar la capacidad de los sindicatos y reconsiderar los costos del estado de bienestar. Algunas de estas propuestas, entre otras, podrían también ser asumidas y discutidas por el centroderecha, e incluso en algunos casos por el centro izquierda, pero con diferente intensidad y resultados distintos. En cambio la mayoría de la izquierda y la extrema izquierda las desecharías globalmente.

 

En mi criterio el eje de ese crecimiento de la extrema derecha, al que se suele denominar de fascismo genérico o neofascismo a falta de una calificación mas actual, es la “nostalgia histórica” que ha sido fomentada, en gran parte, por los estudios históricos y utilizados en el debate político, a veces de forma distorsionada. Al mismo tiempo que se proyectan nuevos futuros, optimistas o pesimistas, también se recurre a revalorizar el tiempo pasado cercano o antiguo.

 

La nostalgia ya tuvo su máxima expresión literaria en la obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, o en la utilización del psicoanálisis en el entramado de las vidas personales. No tiene, por tanto, una dirección exclusiva en la valoración de una época desaparecida o amortiguada en la actualidad. Provoca emociones, sentimientos o resentimientos de los acontecimientos reconstruidos de un pasado cercano o distante. Reivindica un tiempo unas veces vilipendiado y otras exaltado por aquellos vencidos o derrotados en luchas y guerras pasadas. Así, la memoria histórica, por ejemplo, centrada en la Guerra Civil española y sus consecuencias es un ejemplo de la popularización política de las investigaciones historiográficas, al igual que sucede en la historia de otros países como Alemania, Italia, Turquía o EEUU.

 

Existe un campo definido entre los historiadores: comprobar hechos con la ayuda de los archivos u otras técnicas como la paleografía, los testimonios de los que participaron, la historia oral si se trata de hechos en los que existen personas que los han vivido, el reconocimiento de lugares y personas, la utilización de la estadística, etc.,  para analizar la calidad y veracidad de los mismos, confrontarlos con fuentes diversas e interpretarlos construyendo un relato que pueda captar y convencer al lector. La historia tiene, en ese sentido, mucho de literatura y la narración debe estar bien trabada para resultar convincente. Pero ante unos mismos hechos y una misma documentación las interpretaciones pueden variar radicalmente, y ahí está el quid de la cuestión.

 

Ocurre no solo con periodos recientes sino también desde la Prehistoria hasta nuestros días. La manera en que el historiador relata unos hechos o una época también evidencia, en sus análisis y conclusiones, las teorías sociales de las que parte. De esa manera, cuando la historia constituye parte fundamental del discurso político, es utilizada como un significante de los argumentos. No ocurre lo mismo, en general, con las investigaciones químicas, físicas o biológicas, sus discusiones no sobrepasan el ámbito académico o los centros de investigación. Sus protagonistas saben que su interés no se centra en la divulgación de sus aportaciones sino en solucionar problemas concretos que afectan a la humanidad.

 

La intromisión de la historia en los procesos sociales aumenta la necesidad de justificar los comportamientos políticos y en el caso de la extrema derecha, de ser un sector marginal después de la IIGM, ha conseguido aumentar su fuerza electoral a partir de los años 90 del siglo XX, controlando la gobernabilidad de municipios y algunos territorios. Reivindica aquellos tiempos en que las sociedades mantenían un dominio totalitario de los comportamientos sociales y políticos, justificado ante el deterioro de las relaciones sociales de los años 30, y en la actualidad considera que hay que retomar muchas de sus propuestas, necesarias para cohesionar una sociedad descompuesta y en decadencia.

 

Para parte de la izquierda y de la extrema izquierda la vuelta a un pasado dominado por elementos contrarios a la evolución social representa retroceder a las condiciones históricas represivas, como también destacan los análisis historiográficos. En ambos casos se utiliza la nostalgia historica para reivindicar o reprobar el pasado. Tal vez el tema no tenga otra solución que la que propuso, hace ya años, el escritor David Rieff en su libro “Contra la memoria” (2012) al analizar conflictos como el de palestinos e israelíes o el de la antigua Yugoeslavia, que podría extenderse a Ucrania y Rusia, todos ellos cargados de justificaciones históricas.  Se trata de que los historiadores sigan con su trabajo académico, no busquen la proyección pública, y que los políticos no incrusten permanentemente en sus discursos los debates historiográficos como forma de conseguir apoyos a sus causas.

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