Iluso de mí, creía que en Génova 13 se guardaban un as bajo la manga, un tercero en discordia para postularlo como heredero de Carlos Mazón. Tenía la impresión de que el PP tomaría las riendas y controlaría la negociación desde el pequeño Madrid del poder, que repartiría la herencia al frente de la Generalitat a un hijo bastardo sin padrino en el círculo zaplanista. Me equivocaba, y lo he hecho porque daba por hecho que quedaba algo de astucia en la sede del PP. Sin embargo, como manifiestan los últimos acontecimientos, desde la dimisión de Mazón el mismo día en el que comenzaba el juicio al Fiscal General (luego dice el equipo de opinión sincronizada que Vox es la muleta del PSOE), hasta el nombramiento por inercia de Pérez Llorca, no hay vida inteligente en el Partido Popular. No han sido capaces de dar la sorpresa, todo lo que hacen es previsible, mi subconsciente malpensado y recreado en los juegos palaciegos de la política, siempre se imagina tácticas maquiavélicas de distracción masiva. En cambio, los que mueven los hilos en las altas esferas populares no quieren mover los hilos, dejan que la gravedad los mueva con el peso de la atmósfera de los propios acontecimientos.
En mi cabeza no podía ser Juanfran Pérez Llorca, los tejemanejes íntimos lo veían demasiado obvio. Discúlpenme por tener el gran defecto de huir de lo evidente. Vivo en una constante adrenalina existencial en la que no entiendo la estrategia sin ningún golpe de efecto. Habrá que esperar a ver qué hace con los consellers escogidos por Carlos Mazón, pero no hay nada nuevo bajo el sol. El nombramiento del alcalde de Finestrat no es más que un parche, una huida hacia delante en la pasarela del escarnio. No pongo en duda la capacidad del sucesor designado ante el gobierno que ha saltado por los aires, lo que habría que preguntarse es si poniendo a la extensión de Mazón a nivel ejecutivo y orgánico es suficiente para amainar el temporal. Lo dudo. Si Pérez Llorca hereda un gobierno descabezado, Alberto Núñez Feijóo ha heredado la parsimonia hueca de ideas de Rajoy.
Deberían haber escogido a alguien virgen y sin ningún pedigrí dinástico. Génova ha desaprovechado una oportunidad de oro para enterrar las disputas internas que han desmembrado el Partido Popular en la Comunitat Valenciana; guerra civil, por cierto, que ha aniquilado toda esperanza de las nuevas generaciones a tener líderes de referencia. El PP valenciano está desnortado, y lo está precisamente por la falta de un referente claro, síntoma contagiado ante el clientelismo partitocrático de premiar la lealtad antes que el talento. De eso sabe mucho Juanfran Pérez Llorca. Otro de los motivos por los que creo que es un error su nombramiento, es porque ha sido la figura que ha propiciado uno de los problemas de la gestión del Consell: ser un gobierno de amiguetes. Si el gobierno de Mazón tuvo entre sus filas a perfiles como Emilio Argüeso, es precisamente porque el secretario general del PP en la Comunitat Valenciana se encargó personalmente de hacer hueco en el organigrama a lo peor de la casa de Ciudadanos. Quizá, de no haber puesto a gente capacitada, no tendríamos a cargos del Consell imputados.
Entenderán, que no me genere confianza el nuevo president, no me fío de aquellos que ven las estructuras de poder como un chiringuito en el que enchufar a sus aliados. Sé que ha sido buen alcalde de su pueblo, que es un hombre cercano y con diálogo, sin embargo, creo que la ciudadanía está cansada de gobernantes con complejo de acomodadores.
Bienvenido, señor president, esperemos que sólo vea a sus amigos en la barra del bar y no en la mesa de trabajo.