Sigo diciendo que Carlos Mazón será el candidato del Partido Popular en 2027. Puede que el PP haya evolucionado a una especie de socialdemocracia más moderada que la del PSOE actual, pero en el fondo sus mecanismos internos siguen siendo conservadores, a Génova no le gustan los cambios drásticos, prefieren la reflexión sibilina en los cuarteles de invierno antes que los golpes de mano. De Mariano Rajoy han aprendido el arte de que el tiempo todo lo cura, de que la cicatrización de las heridas cumple su función antes que cualquier mano de santo o caballero blanco. Sobre todo, teniendo en cuenta que un golpe de gracia de los que están detrás del famoso muro podría dejar en suspenso todo lo relacionado con El Ventorro y sus sucesivos.
El caso es que ha ocurrido. Tras meses de arrinconamiento al Partido Popular y a Carlos Mazón, ahora los que tienen mucho que callar son los del PSOE. Si se le achacaba al president de la Generalitat Valenciana que estaba recreándose en sus sueños húmedos mientras muchos pueblos de Valencia se llenaban de agua, es ahora Pedro Sánchez el que se recrea en sus anhelos de higiene democrática mientras algo huele a podrido en Dinamarca y las cloacas de su gobierno están llenas de mierda. El caso Koldo, aunque ya no sé si se llama el caso Ábalos o Santos Cerdán, ha descompuesto todo relato de superioridad moral de manera proporcional a la que se descomponía toda apariencia de integridad por parte del Gobierno.
El escándalo de las mordidas se ha comido de un bocado la iniciativa en el relato que llevaban los socialistas con el ridículo del PP en la no gestión de la Dana. En el círculo del infierno de Dante Alighieri los pecados tienen diferente gravedad en función del nivel en el que estén en ese abismo infernal de la Divina Comedia; para el autor florentino es más grave la avaricia que la pereza. A ojos del relato espiritual y político, es más escandalosa la corrupción del PSOE que la desidia de Carlos Mazón en la Dana. Sobre todo, teniendo en cuenta que el cohecho socialista está impregnado de una pátina casposa y erótica, una carga de la prueba basada en el presunto deleite sexual de los acusados con señoritas de compañía que gracias a sus artes íntimas han hecho inexperta a Mata Hari consiguiendo puestos públicos con suculentos emolumentos. La gente puede hacer la vista gorda con un corrupto, al fin y al cabo, la sociedad española está fundamentada en la picaresca del lazarillo, pero nadie quiere votar a un putero.
Esas insinuaciones lujuriosas persiguen a Mazón, se le ha asociado con la rumorología de que mientras había gente muriendo él estaba en un restaurante con habitaciones ambientadas en los más ardientes deseos; si el president hubiese estado en un curso de alfarería seguramente no se le habría criticado tanto. En el caso de Ábalos y compañía hay pruebas más que evidentes de las presuntas recreaciones húmedas por obra y gracia de prostitutas. De las sospechas de Mazón hemos pasado a las cuasi-certezas de la banda del patio. Esas insinuaciones pasarán a mejor vida en comparación con las explicaciones de unos viejos verdes. El relato ha cambiado las tornas y en ese baremo pecaminoso Carlos Mazón sale reforzado e incluso absuelto de parte de su culpa, percibido como un hombre casto si lo comparamos con los señores del Presidente.
En esta guerra de los mundos subterráneos ambientados en las cloacas de PP y PSOE, ahora cuando uno hable de Ábalos o Santos Cerdán otros hablarán de Carlos Mazón. La batalla la ganará el que sepa fundamentar mejor su proyección demoníaca hacia el otro, la realidad es que cuando haya elecciones nos tendríamos que quedar todos en casa ante la falta de unos dirigentes que tengan una mínima dignidad.