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¿Nunca se ha preguntado por el origen y evolución de la iluminación eléctrica en Alicante?

  • Paseo de la Reina en Alicante en 1900

Con tanta polémica por los actuales precios de la luz eléctrica, y no es para menos, ¿nunca se ha preguntado por el origen de la iluminación eléctrica en la ciudad de Alicante? Curiosos son sus inicios, emprendedores los empresarios que apostaron por ella, y ambicioso su desarrollo hasta nuestros días.

Le invito a acompañarme en este recorrido por esta pequeña historia urbana sobre la luz eléctrica en la capital alicantina y descubramos la evolución de esta nueva aventura empresarial y de servicio público.

¿Se imagina las calles a oscuras por la noche? Generaban mucha inseguridad. Suponga el miedo que producía en muchos noctámbulos dar la vuelta a la esquina sin saber lo que se encontraría al doblarla después de festejos alterando el orden público, revoltosos juegos de cartas o lances amorosos donde la fidelidad matrimonial quedaba mancillada.

¿Qué sensación produciría que en calles y plazas solo hubiera una vela reluciente que mostrara la hornacina de un santo o de una virgen que venerar en una pared o que se situara en el dintel de una puerta señorial de uno de esos los edificios nobles que había en la ciudad? Salvo a aquello que se pretendía iluminar, su haz de luz no abarcaría mucho más. Era una aventura caminar por esas calles tan oscuras.

Tenemos que esperar a finales del siglo XVIII, nada menos, para ver las primeras iniciativas para iluminar la calle. En la mayoría de las ciudades españolas, también en Alicante, no había alumbrado callejero. No hace tanto de eso. Había que solucionarlo. Y para esto, el gobernador Francisco Pacheco y los regidores municipales Pizana, Alcaraz, Burrunyo y Pro, se pusieron manos a la obra. Nunca mejor dicho.

Solicitaron autorización al Rey Carlos III. Y la consiguieron. La Real Cédula de 13 de agosto de 1790, refrendada por el ministro Conde de Campomanes, autorizaba la instalación de faroles en las calles y plazas de la ciudad. Se dio el primer paso. El coste de instalación, conservación y combustible fue inicialmente de cuatro maravedises. Se instalaron unos 500 faroles triangulares que costaron unos 27.750 reales. Se llamaba la atención que los vecinos tenían la obligación de cuidarlos, evitando actos de vandalismo entre el vecindario. Por su parte, el consumo de aceite y su encendido costaba 26.350 reales.

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