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tribuna libre, leire pajín

Agustín, el compañero al que quise, con el que coincidí y discrepé

Agus “estaba preparado” para irse, así lo dijo en una carta que se hizo pública y  que causó un gran impacto este verano, y así nos lo dijo a cada uno de sus compañeros y amigos en un mensaje desgarrador de whatsApp que he sido incapaz de borrar. En el fondo seguía luchando como siempre lo ha hecho en otros ámbitos de la vida, aferrándose a la misma esperanza que lo hacíamos todos cada vez que un nuevo tratamiento parecía responder y funcionar. Quién sabe, es posible que él estuviera preparado para irse con las “alforjas llenas de felicidad al lado de nuestra venerada patrona”, y rodeado de cariño, mucho más sin duda que lo estábamos los demás. Nunca se está preparado para perder a un amigo, a un compañero, a un marido, a un padre, a un alcalde querido, por mucho que se intuya. 

Agustín peleó siempre por su sueño y lo consiguió, soñó desde siempre con ser alcalde de nuestra ciudad, una ciudad mundialmente conocida y visitada, de la que como lo hacemos muchos, se sentía profundamente orgulloso. Soñó con poder servir a su pueblo, con honrar a sus padres de origen humilde y dar satisfacciones a sus compañeros de partido y lo consiguió. Agustín entendía la política como la oportunidad para entregar lo mejor de uno mismo a los demás, a todos y todas, para mejorar la vida de la gente y hacerla más feliz. Hizo feliz a muchas personas y supo tejer amistad con adversarios compañeros, con propios y ajenos. 

Hay madrugadas que deberían advertirnos de "que es mejor no levantarse". Hoy es una de ellas. Mis primeros pensamientos como cada mañana se han ido a Benidorm, pero esta vez de forma muy amarga. Esta madrugada perdía a dos seres queridos de la ciudad que me vio crecer y el dolor se hace insoportable. Eso sí, Agustín, el compañero al que quise, con el que coincidí y discrepé, como se hace con la gente de verdad, me permitió despedirme. 

Me siento afortunada de poder haberle dicho en vida lo que sentíamos por él, de que le hubiéramos homenajeado a tiempo, y de trasladarle mi cariño y prometerle que seguiríamos poniendo en valor su legado. Me siento agradecida por haberle conocido, por haber compartido con él ideas y proyectos, por haber reído y sufrido, por haber coincidido y discrepado, por haber militado cerca de él. Vuelvo a revisar nuestro chat de conversaciones y rescato el mensaje de su última Navidad, el valor de la familia, la consciencia de lo que uno tiene, el agradecimiento por vivir, la pasión por la vida y la serenidad ante la muerte. No eran palabras retóricas, si no palabras conscientes de quién se siente agradecido y acompañado en un mundo cada vez más difícil donde no es sencillo levantar la mirada y ser capaz de sentirse afortunado en el momento más duro. Acabo estas líneas pensando en mi amiga Olga, y en sus hijos, a quienes acompañaremos siempre recordando juntos, abrazándonos, porque sentirnos cerca, y poner en valor la vida, es el mejor homenaje que podemos hacerle. 


Leire Pajín Iraola 

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