VALÈNCIA. El Truenorayo empezó como empiezan estas cosas: con grandes ilusiones, muy poco presupuesto y un público incierto. No nació como un festival, sino como una “feria del disco y la autoedición sonora”, de entrada gratuita, que ya en su primera edición incluía un cartel musical con bandas locales y nacionales y mucha presencia de mujeres. El criterio de selección denotaba el interés de Ada Díez y Lu Sanz, impulsoras de la iniciativa, por invitar a grupos con bastante runrún en los circuitos underground, pero totalmente desconocidos en las esferas más comerciales. Aquella primera edición, la de 2014, actuaron los madrileños Terrier, la banda barcelonesa Las Ruinas, los valencianos Tercer Sol -con su primera formación-, así como Teletexto y Acapvlco, dos proyectos muy subterráneos y diferentes entre sí, de los que surgió años más tarde el germen de un quinteto que sí lograría proyección nacional e internacional: La Plata.
La primera sede del Truenorayo fue el Casal Jove de Puerto de Sagunto, donde la ilustradora Ada Díez trabajaba como becaria. Presentó a sus jefes un proyecto personal que había ideado con su compañera, la dj y promotora musical Lu Sanz, para dar continuidad al objetivo que se habían planteado con el primer vinilo recopilatorio Hits with Tits: reivindicar el papel de las mujeres en la música a todos los niveles. Es decir, no solo como cantantes, sino también como instrumentistas, gestoras culturales, trabajadoras de producción y, por supuesto, ilustradoras. La nómina de artistas gráficas que han protagonizado la imagen del Truenorayo durante la última década habla por sí misma: Nicole Rifkin, Lola Beltrán, Adara Sánchez, Genie Espinosa, Sonia Pulido, Cristina Daura, Nuria Riaza, Ana Galvañ, María Herreros y la propia Ada Diez, que a su faceta de ilustradora y gestora cultural suma la de directora de arte de otros festivales como Cinema Jove.
“El primer Truenorayo fue ensayo y error -explican Ada y Lu-. Sabíamos lo que queríamos mostrar y, aunque nos faltaba encontrar los distintos caminos y los medios para poder hacerlo realidad, sentó las bases para determinar las líneas gráficas y ese afán exploratorio no solo respecto a la música, sino a la creación gráfica. Siempre nos ha parecido imprescindible que el Truenorayo tuviese una imagen con potencia. No olvidemos que la música, la ilustración y el diseño gráfico han ido continuamente de la mano. ¿Quién no recuerda portadas o pósters míticos de discos o conciertos? Hemos tenido la sensación que en algún momento se produjo una cierta desconexión, seguramente relacionada con el modo en que el capitalismo ha explotado el uso de lo gráfico, abusando del uso genérico de plantillas y restando importancia al valor añadido que supone el desarrollo de una imagen potente que muestre cosas distintas cada vez”.