ELCHE. El presente artículo está dedicado a todas las personas que desean ser lectoras de cómic, a todas aquellas cuyo principal objetivo es entender mejor el lenguaje de este género de muchos nombres: cómic, tebeo, funnies, cartoon, bande dessinée, fumetti, manga, gekiga, historieta, novela gráfica, dependiendo de tradiciones y costumbres, cuya principal característica es la de ser una narrativa secuencial basada en imágenes y texto, a veces más texto, a veces ninguno, lo que no implica que no tenga una gramática, una sintaxis propia y un discurso diferenciado del resto de narrativas, el arte secuencial que tan bien definieron y describieron Will Eisner y Scott McCloud, recogiendo la investigación de Tom Wolf, en su artículo publicado en agosto de 1977, en Harvard Educational Review: "Durante los últimos cien años, el actor de leer ha estado conectado de un modo bastante directo al concepto de alfabetismo […] Aprender a leer significaba aprender a leer palabras […] Pero la lectura ha ido estudiándose progresivamente más a fondo. Informes recientes demuestran que leer palabras es sólo una pequeña parte de una actividad humana mayor, que incluye la decodificación de símbolos, la integración y ordenación de información […] De hecho, podemos pensar que leer —en su sentido más general— es una forma de actividad perceptual. La lectura de palabras es una manifestación de esta actividad, pero hay muchas otras: la lectura de imágenes, mapas, diagramas de circuito, notas musicales...", cómics.
Meter la cabeza en un amasijo de papeles en forma de mazo, geométricamente cortados en igual tamaño y estructura simétrica, tocar y toquetear la satinada textura de la tinta cuatricómica, de los dos colores del blanco y negro, como si fuéramos un animal con genética disposición en el mecanismo de la vista que limite la percepción ocular a las masas de sombra, a las líneas claras de pureza arquitectónica, a la suciedad del trazo de brocha gorda, debe ser una experiencia sensorial e intelectual a partes iguales. La lectura de cómics como manifestación de la conciencia, la subjetividad del gusto en forma de experiencia estética, Stendhal con un álbum en formato franco-belga en las manos, babeando de placer.
El cómic es una explosión de regocijo en la vista y en el tacto, a veces, incluso, para los más devotos del trastorno estético, en el olfato. Por no mencionar la seducción del coleccionismo, la acumulación de títulos de una sola serie, de un género o de una comicoteca “nacional”: franco-belga, valenciana, japonesa, americana, las posibilidades de clasificación son múltiples.
Aunque existen ejemplos de arte secuencial desde la antigüedad, éstos eran, en la mayoría de los casos conocidos, poco transportables: las pinturas rupestres, la columna de Trajano, los jeroglíficos del Antiguo Egipto. Los tapices (en realidad, bordados) del Bayeux Tapestry que narran la conquista normanda requerían algo más que las alforjas de un caballo para ser considerados “literatura de alforja”. Tras la invención de la imprenta, se pueden encontrar ya, en el siglo XVIII, narraciones secuenciales con imágenes, todavía poco estructuradas. Pero no será hasta la generalización de la prensa y sus métodos de impresión rápidos y baratos que no se consolidará el género como tal, en una de sus primeras formulaciones estables, la tira de prensa, en la que se estabilizan algunos elementos que se transmiten hasta la actualidad: la viñeta como unidad mínima de información, los espacios entre viñetas como unidad de tiempo -la elipsis-, las nubes de texto y una formulación de las imágenes con alta carga simbólica. The Yellow Kid and his new Phonograph de Richard Felton Outcault, publicado en el New York Journal del 16 de febrero de 1896 ya gozaba de todas estas características. En el principio estaba todo.
Instrucciones para abrir un cómic
Los cómics pesan, incluso las grapas, los pequeños cuadernos unidos en el eje de su pliegue por un par de grapas (hay que ahorrar, con un par suele ser suficiente), tienen un peso específico mayor que cualquier otro pliegue de papel de similares características. Pesa el papel, que necesita un mayor gramaje para la reproducción de las imágenes con calidad suficiente para identificar los detalles más pequeños, y pesa la tinta. La tinta negra pesa, la cuatricomía CMYK pesa (Cyan, Magenta, Yellow, Black), si se incorporan más tramas, mayor cromatismo, va aumentando el peso. Un álbum en tapa dura de formato franco-belga, en un tamaño aproximado de 22x30, pesa unos 670 gramos, optimizando al máximo las posibilidades de impresión. Así que hay que tener en cuenta que para leer un cómic se necesitan una manos fuertes o un buen dispositivo para dejarlo reposar y poder pasar las páginas manteniendo la visibilidad sobre la cuadrícula completa de las páginas. Los cómics se abren desde la cubierta hacia la portada y, de ahí, a la secuencia de páginas numeradas, de izquierda a derecha en los cómics de tradición occidental, de derecha a izquierda en los que pertenecen a la tradición mangaka.