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'Los detalles', de Ia Genberg: eso que somos

VALÈNCIA. La conciencia humana, una mutación excesiva para ciertas voces —a las que no les falta razón—, conlleva la perspectiva del yo, y de lo que no soy yo: los otros, la otredad. Ser humano es ser parte de una colectividad que de un modo u otro siempre nos impacta y nos moldea, como esos asteroides o planetoides que chocaron contra la Tierra en formación, y que fueron configurándola tal y como es, incluso puede que a nivel interno, en su núcleo. 

Es posible que el campo magnético que emerge del núcleo sólido y metálico de nuestro planeta tenga que ver con inconcebibles impactos del pasado: un detalle a escala cósmica, y también un factor indispensable para que las cosas sean como son ahora, para que nosotros seamos de la manera en que somos y estemos haciendo lo que hacemos, en este caso, escribir un artículo, o bien editarlo para publicarlo en un medio, o bien leerlo. El yo es una trampa: deja mucho fuera, pero al mismo tiempo no conocemos otra forma de existir que no sea desde el yo

Quién sabe si las abejas verán la vida desde los ojos de la colmena: parece inevitable que la individualidad implique un yo, pero no tiene por qué ser así. Los seres humanos somos muy dados a no concebir otra forma de existir que no sea la nuestra. Es cierto que otros seres directamente no conciben, pero uno podría esperar más de una especie como el homo sapiens que en tan poco tiempo ha logrado llevar su mirada hasta aquellos lugares que jamás podremos conocer —por múltiples causas, como por ejemplo, que ya desaparecieron—. Yo, mí, conmigo. ¿Qué otra cosa hay? Hemos desarrollado filosofía al respecto, ficción cinematográfica. ¿Puede ser que solo yo sea, que todo lo demás sean manifestaciones de mi yo único y universal? Algo así como lo divino. Y la más absoluta soledad. 

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