ALICANTE. No les gusta la etiqueta inde, pero están llamados a revolucionarlo. El público respondía a los conciertos León Benavente de forma cada vez más abrumadora para demostrarlo cuando, en plena presentación del último disco, irrumpió la pandemia y les frenó en seco. Con todo, durante este verano han podido seguir actuando y Luis Rodríguez, guitarra de la banda, lo atribuye a la providencia de un Dios de la música que ha querido obrar el milagro. Sin embargo, mientras todos han adoptado un rol acústico más íntimo y reposado, ellos han decidido no renunciar a su esencia enérgica. Quien les escucha —desde su mesa bien desinfectada y a dos metros de distancia del vecino— parece estar a punto de salir volando. Este sábado actuarán en las Noches Mediterráneas del Puerto de Alicante para seguir dando a conocer su último trabajo: Vamos a volvernos locos.
— Vivimos momentos atípicos para todos, también para el mundo de la música en directo. ¿Cuál es vuestra opinión?
— Viendo cómo se ningunea al sector de la música, pues, no te entran ganas de tirar la toalla sino de tirarte al cuello de alguien. Me parece muy bien que se controlen los aforos de un concierto, pero luego da rabia que se permitan otras cosas en el ámbito del fútbol o de los toros… incluso simplemente a la hora de coger un tren, donde te meten como a sardinas en lata. Es una frustración ver cómo se ningunea y se maltrata a todo un sector del que vive muchísima gente. Aun así, dentro de todo esto nos sentimos bastante afortunados porque nosotros seguimos tocando. Estamos presentando el disco Vamos a volvernos locos y por esa parte me siento afortunado, pero por la otra me entra muy mala hostia. Esto que pasa solo lo puedo entender pensando en que hay saña contra el sector musical. Es incomprensible que las comunidades autónomas avisen (de las medidas restrictivas) con horas antes de antelación al concierto.
— ¿Está sirviendo esta situación para detectar fallos en el sector que cabría reformar en la próxima y definitiva ‘nueva normalidad’ que está por llegar? ¿Qué debe cambiar?
— Creo que sí. Habría que hacer un análisis profundo, pero están apareciendo fallos como la protección de determinados niveles o roles dentro del sector como por ejemplo los técnicos, que se han visto en un limbo sin protección. Quiero pensar que esto servirá para hacer un examen y mejorar cosas que hemos visto que dejan desprotegida a mucha gente. Su fórmula laboral no les ha permitido a acogerse a ninguna medida de protección. Ha sido terrible. Tenemos que ser conscientes de que un concierto o un festival no son solo la promotora y los músicos, sino que detrás hay mucha más gente. Mucha gente que no es que sea necesaria sino fundamental. Sin ellos, no funciona nada, por mucha estrella del rock que haya en un festival. Lo que hace que funcione es el sustrato de abajo y con todo este lío se ha puesto de manifiesto que esa gente está en situación muy precaria.
— Ahora dejamos de “volvernos locos” en conciertos multitudinarios para ir a eventos más íntimos y reposados… ¿Habéis reenfocado vuestros directos?
— Nosotros llegamos a plantearnos hacer eso, pero no somos un grupo de acústicos. Queríamos preservar la intención y la propuesta que teníamos preparada antes de todo esto y eso ha implicado ir con todo. Vamos a los conciertos con todo nuestro equipo, porque es parte de nuestra motivación. Cuando llegó esto llevábamos cincuenta bolos y no podíamos seguir con otro formato porque teníamos que preservar el trabajo de todos. No solo de los músicos, sino también los técnicos.