VALÈNCIA. Cuando una busca la palabra "princesa" en el diccionario, este sugiere saltar al término "príncipe" para acabar sosteniendo, en su primera definición, que supone el "hijo" o "hija" (permítanme que añada yo el femenino que excluye la RAE) del rey: aquel (o aquella) que va heredar la corona. Otras acepciones recogen que el príncipe o princesa es el "miembro de una "familia real", el "monarca o soberano" de un reino o una "persona de un alto grado de nobleza superior al duque". Pero nada hace pensar, a priori, que las princesas sean débiles o frágiles.
Sin embargo, las historias de princesas siempre han trasladado ciertos estereotipos que refuerzan esta idea. Sin ir más lejos, la clásica escena de una princesa que espera en una torre a que aparezca su príncipe azul ("hombre ideal soñado o esperado como pareja amorosa", dice el diccionario). Pasiva. Irrelevante. A merced del resto de personajes del relato.
Las princesas que hemos conocido durante nuestra infancia son mujeres (también niñas) atractivas y delicadas, a menudo con un papel totalmente irrisorio en las historias. Se limitan a dejarse llevar por las acciones del resto de personajes (frecuentemente, masculinos) y son incapaces de tomar decisiones por sí mismas. Van vestidas de rosa (por supuesto), llevan largos vestidos y tienen largas cabelleras. Perpetúan una imagen muy concreta (y nada baladí) sobre la belleza.
Hasta ahora. Porque las princesas de los cuentos infantiles ya no son lo que eran. Y menos mal.
Redefiniendo el concepto de "princesa"
Pedro Mañas (Madrid, 1981) dio bandazos durante unos años antes de decantarse por la literatura infantil. "Me sentía perdido hasta que tuve la suerte de ganar un concurso de cuentos infantiles", cuenta a este diario. Licenciado en Filología Inglesa, aquel reconocimiento fue un revulsivo para descubrir su vocación oculta: "Continuar siendo lo que ya era desde pequeño: ¡un niño cuentista! Y un cuentista para niños, claro".
Desde entonces, ha ganado galardones tan prestigiosos de la literatura infantil en lengua española como El Barco de Vapor de la editorial SM o el Premio Anaya. Narrativa, poesía o álbum ilustrado, a Pedro Mañas no se le resiste prácticamente ningún género. De su prolífica producción literaria, Princesas Dragón es una de sus colecciones más conocidas. Un conjunto de catorce libros que narran las aventuras de unas princesas muy atípicas. Unas princesas, puntualiza Mañas, que "no necesitan ser rescatadas por ningún príncipe". Y añade: "Si acaso, ellas lo rescatarán a él".
"Las Princesas Dragón no son intercambiables como otras princesas, sino diferentes y hasta opuestas. A pesar de sus conflictos, no compiten sino que colaboran". Son "fuertes, independientes, creativas", precisa el escritor. Pero, al mismo tiempo, "no dejan de ser niñas que, más allá de vestidos y peinados, tratan de aprender a ser líderes para su pueblo".